domingo, 31 de enero de 2010

El abogado Carlos Gámez y su bisnieto Carlos Bermúdez.

El abogado Carlos Gámez y su bisnieto Carlos Bermúdez.
Ana María Rey.
1 de febrero de 2010.

Hace un tiempo escribí sobre el Colegio de Abogados en Guadix creado al calor de la ley del Poder Judicial de 1870 que preveía esa posibilidad en aquellos partidos donde 20 abogados ejercieran la profesión, y nuestra ciudad los tenía. Algunos de ellos eran hombres muy populares como Antonio Joaquín Afán de Ribera o Maximiano Labella González. El 12 de mayo de 1894 se reunieron, además de los abogados constituyentes, otros letrados muy conocidos, entre los que destacan Víctor Rafael de la Oliva, Perfecto Porcel y Carlos Gámez.
Precisamente este último abogado es el protagonista de esta columna, porque este mundo sin fronteras que es Internet ha permitido que un bisnieto de este abogado leyese el articulo y se pusiese en contacto conmigo.
Así que primero quiero agradecer a don Carlos Bermúdez López el maravilloso regalo que me ha hecho llegar desde la ciudad italiana de Padua en la que reside.
Don Carlos me ha enviado por correo postal (sí, un sobre en el que se identifican la persona remitente y la destinataria, con letra escritas a mano con pluma o bolígrafo, y sellos, que se deposita en un buzón callejero y aparece en tu domicilio) dos fotografías, una caricatura, un detallado árbol genealógico y una partida de bautismo, además de una copia del artículo que yo escribí y una carta mecanografiada.
He de manifestar que si la red no conoce límites, el correo ordinario tampoco. De no haber sido por la buena disposición de quienes trabajan en el servicio de correos de Guadix la carta nunca hubiese llegado a mí, ya que no disponía de una dirección identificable. La cartera Rosa María Ortiz Cuevas colocó en el sobre un papelito amarillo, de los que se pegan para hacer recordatorios, en el que se podía leer “ Dárselo a Fernando”. Así el mágico sobre llegó a la mesa de trabajo de mi marido, que después me lo hizo llegar. Así tras un largo viaje la documentación estaba por fin en mis manos.
Abrí el sobre muy emocionada porque apenas recibo correspondencia escrita por el procedimiento tradicional, y me gusta poner en marcha todo el ritual. Mirarlo bien por delante y por detrás; detenerme en los sellos; intentar imaginar a quien lo remite escribiendo sobre él; en fin, chequeando el aspecto del sobre.
Después de un momento tomé un bonito abrecartas, que parece un estilete, y limpiamente accedí al corazón del sobre. Con cierto desasosiego introduje la mano por la abertura intentando adivinar lo que había en él y noté la tersura de un papel que anunciaba la presencia de una imagen. Tiré de ella y vi a un caballero ataviado con traje académico, el que utilizan los licenciados y doctores asistentes a los actos solemnes: toga, muceta y birrete. Era el abogado Carlos Gámez Hernández nacido en Cogollos el 3 de noviembre de 1850, hijo de Antonio y Francisca.
La fotografía es en blanco y negro, y como soy una mujer technicolor intenté imaginarla como si estuviese presente en el momento de realizarla.
La toga es una prenda de vestir exterior que comenzó a ser usada por primera vez en la Roma Republicana como símbolo de rango entre sus ciudadanos. La toga Romana, era una prenda semicircular, voluminosa y elegante, que originalmente se utilizaba como prenda diaria de uso común y que paulatinamente, debido a que daba poca libertad de movimiento para la realización de las labores cotidianas, fue adaptada sólo como prenda para usarse en las sesiones del Senado o en ceremonias solemnes. Como indumentaria universitaria, comenzó a ser utilizada en el siglo XI, cuando la Universidad de Toulouse en Francia, la adoptó como vestimenta para distinguir al Rector y a sus Consejeros, más tarde, en la Universidad de París, se instituyó y reglamentó por primera vez, como una prenda para resaltar a quienes la institución los había distinguido con reconocimientos, grados y dignidades propias de su trayectoria académica. De esta forma y a partir de ese momento, fue adoptado como símbolo de dignidad en diversas universidades del mundo. Se la conoce también como “traje talar” porque llega hasta los talones. La de Carlos Gámez Hernández es negra, bajo ella se suele llevar traje enteramente negro, o azul marino, con camisa blanca. En el caso de doctores, la toga dispondrá de puños de encaje, conocidos como puñetas, sobre un vivo de igual tejido y color que la muceta. Como que nuestro protagonista no tiene puñetas, deduzco que la imagen se recogió en el acto de licenciatura en Derecho.
Sabemos cual era su disciplina por lo que es fácil saber el color de la muceta. Quizá convenga precisar que esta prenda es la esclavina que cubre el pecho y la espalda, hasta el codo y abotonada por delante. De conformidad con lo previsto en el Real Decreto de 6 de marzo de 1850 firmado por Isabel II, en los Decretos de 4 de agosto de 1944,y en la Orden de 30 de noviembre de 1967, así como en razón del uso y costumbre universitarios, los colores propios de las diferentes titulaciones son, entre otros: blanco el de Teología; amarillo oro el de Medicina; morado el de Farmacia; azul celeste el de Filosofía y Letras, Geografía e Historia, Filología, Antropología y Ciencias de la Educación; azul turquí el de Física, Geología, Matemáticas, Química, Biología e Informática; verde el de Veterinaria; verde claro, el de Ciencias de la Actividad Física y Deportiva; anaranjado, el de Ciencias Políticas, Sociología, Económicas y Empresariales; gris medio, el de Enfermaría; gris azulado, el de Ciencias de la Información; violeta, el de Psicología; marrón, el de titulaciones concedidas por las escuelas técnicas; y rojo granate, el de Derecho. Así que ya hemos incorporado una brillante tonalidad a la fotografía.
Acaso la pieza más relevante de la indumentaria académica sea el birrete, por el simbolismo que se le ha atribuido “distinción y protección en la mejora de la Ciencia” Es sabido que en cualquier vestimenta y atavío de gala siempre ha existido una consideración especial en torno a la prenda que cubre la cabeza, que va mucho más allá de razones prácticas, funcionales o de seguridad. Su tratamiento ornamental, a veces de gran lujo, ha servido para jerarquizar e indicar el rango o actividad del personaje. La culminación de semejante boato la ostentan precisamente los cascos, mitras, capelos, tiaras y coronas, de cuyo simbolismo no se puede dudar. El birrete universitario ha ido evolucionando con el transcurso de los siglos, en el decreto de 1850 ya se especificaba que el de “licenciado” también denominado bonete, tenía forma hexagonal, con una altura de unos quince centímetros, y está forrado de raso negro, la borla es de seda floja, de dos centímetros de largo, del color distintivo de la Facultad en la que se obtuvo el título de Licenciado, en este caso rojo. Así confirmamos que no tenía el titulo de doctor porque entonces el birrete tiene forma octogonal, forrado de raso negro con flecos del color distintivo de la Facultad en la que obtuvo el doctorado.
La prosa legal y el cuidado puesto en la configuración del birrete patentizan la superior significación que dicha prenda académica posee, y la distinción que otorga a quien la porta sobre su cabeza, lo que aparece explícitamente en las fórmulas rituales utilizadas. Por ejemplo, cuando en la festividad de Santo Tomás de Aquino la Universidad de efectúa la investidura de doctores, el rector pronuncia las siguientes palabras: “Recibe el birrete laureado, antiquísimo y venerado distintivo del magisterio. Llévalo sobre tu cabeza como la corona de tus estudios y merecimientos” Referencias a la cultura clásica y a toda una tradición que hunde sus raíces en la historia europea se hacen evidentes en la fórmula empleada en la ceremonia de investidura de doctor “honoris causa!: Accipe capitis decorem apice..., quo non solum splendore ceteros praecellas, sed quo etiam tamquam Minervae casside ad certamen munitior sis (Para que no solo deslumbres a las gentes, sino que además, como el yelmo de Minerva, estés preparado para la lucha)
El último detalle lo encontramos en el libro que Carlos tiene en la mano izquierda que es definitivo. El ritual dice: He aquí el libro abierto para que descubras todos los secretos de la Ciencia. Helo aquí cerrado para que dichos secretos, según convenga, los guardes en lo profundo del corazón.
Quiero compartir contigo esta fotografía que es la primera que encontré en mi maravilloso regalo. Más adelante te presentaré el resto.

jueves, 28 de enero de 2010

La cantaora y bailaora Loles del Cerro.


La cantaora y bailaora Loles del Cerro.
Ana María Rey Merino.
28 de enero de 2010.

Loles del Cerro era una de las más emblemáticas cantaoras y bailaoras del histórico barrio granadino del Sacromonte que falleció a los 76 años en el hospital de Traumatología, donde llevaba dos semanas ingresada, el 27 de febrero de 2008. Recibió en el cementerio de San José de Granada una calurosa despedida de sus compañeros de profesión.
Se llamaba Dolores Rodríguez Cortés y la traigo a colación porque nació en Guadix aunque vivió en Granada desde niña, concretamente en las cuevas del que siempre fue su barrio.
Loles seguía actuando a diario en la cueva “La Rocío” del Sacromonte, tras una larga trayectoria artística que le llevó a participar en espectáculos de Juan Andrés Maya y a colaborar durante veinte años con Curro Albaycín. Considerada una de las figuras de la última etapa de esplendor del Sacromonte, la bailaora llegó a actuar ante los Reyes de España, el astronauta Pedro Duque, Bill Clinton y Carlos Saura, entre otros, y participó en el espectáculo de Estrella Morente "Pastora 1922"
El viernes 9 de Mayo 2008 en el Palacio de Congresos de Granada se le rindió un sentido homenaje que se prolongó hasta las dos de la madrugada. Un espectáculo sin parangón en Granada, lo más parecido fue el concurso de Cante Jondo de 1922. Fue presentado por Curro Albayzín y Juan Pinilla reunió a los mejores artistas flamencos: Enrique Morente, Rafi Heredia, Manolete, Estrella Morente, José Fernández, Marina Heredia, Iván Vargas, Estela Rubio,Tomatito, Alba Heredia, Juan Andrés Maya, Montse Cortés, Juan Angel Tirado, Alfonso Losa, Pepe Habichuela, Emilio Maya, Juan Fernández, Paco y Miguel Ángel Cortés, Morenito Illora, Juan Pinilla,y Vero La India, nieta de la fallecida artista, que estuvieron allí, porque un festival flamenco era el mejor de los responsos para Loles del Cerro. Dijeron adiós a Loles la gitana al son de tangos y bulerías, con el ritmo de alegrías y soleares, con el nudo emocionado en pecho de tientos y seguiriyas, y con vello erizado por los abandonaos y las cantiñas… El sentimiento se podía mascar en el ambiente.
Su hijo, el también artista, Juan Eduardo dijo aquel día que su madre "Era la última mohicana del Sacromonte" Además destacó que "el panorama flamenco y las instituciones se han volcado en este acto que llevamos preparando desde abril pero que hemos, prácticamente cerrado en un mes" El homenaje fue todo un éxito, pero como tantos llegó demasiado tarde, a Loles le hubiese gustado verlo desde la primera fila del patio de butacas, pero la vida tiene estas cosas.
Con la desaparición de Loles del Cerro quedan ya pocos testigos de una época del Sacromonte donde el ingenio y las penurias discurrían a partes iguales. “Esta generación ha destacado por el genio, por ser gente luchadora, el mástil de la familia", destacaba el hijo. Loles bailaba como nadie los Tangos del Cerro, y ese arte lo han heredado su hija Lola Bustamante "La Porrona" y su nieta Vero "la India", ellas conservan ese estilo propio lleno de espontaneidad que, con solo mover los hombros o los pies, levanta al público. Pero los hijos varones tambien han recibido en herencia parte del duende de Lola, Juan Eduardo es un maravilloso percusionista y José tiene en su voz su tesoro.
Loles del Cerro vendió retales y cobre por las plazas de la ciudad, lo que combinaba con el trabajo en las zambras y con cuidar de los hijos. Pero no permitió que el trabajo de supervivencia y la crianza eclipsaran su amor por el baile y el cante, y finalmente su arte se impuso.La edad y los achaques no consiguieron tampoco apartarla de su gran pasión. Decía que cuando le dolían los huesos su mejor medicina era que la llamaran para trabajar, porque ni los antiinflamatorios ni los analgésicos tenían el poder curativo de unos cantes, unos zapateados y buen contoneo, en la más pura tradición ritual del pueblo gitano.
Quiero que la veas y la goces junto a Estrella Morente, cuando esta solo tenía 19 años y canta junto a su madre y a Isabel la Golondrina, Concha Habichuela y la Porrona, en la cueva de Curro Albaicín, también presente, con las guitarras de Juan y Pepe Habichuela, Miguel Carmona y el jovencísimo hermano de Estrella, Enrique Morente. Es la grabación de una velada particular con muchos tangos granadinos, bulerías y soleá granadina, que puedes encontrar en el DVD “Casa-cueva y escenario” de 1981. La intervención, la voz y el cante de Loles del Cerro, que lleva un pañuelo amarillo al cuello, sólo tiene una definición posible: Impresionante. Fíjate en el brillo de sus ojos, en su sonrisa, en el recogido de su melena, en el ritmo de sus manos, y como mueve su cuerpo.
Hoy quiero que al recordarla la incorporemos a nuestro álbum de accitanas inolvidables.


martes, 26 de enero de 2010

La sabiduría de la tía Chirila.



La sabiduría de la tia Chirila.
Ana María Rey.
26 de enero de 2010.

Cuando preparaba un artículo sobre las mujeres accitanas que vivieron en nuestra ciudad en los últimos años del siglo XIX, leí muchas de las páginas de “El Accitano”, uno de los periódicos que se editaban en la ciudad en aquellos años, y que para mí son cofres que esconden los verdaderos tesoros de la vida cotidiana de un pueblo.
Este año me he dedicado a leer “El Eco Accitano”. De él se conservan cuarenta números en la Hemeroteca de la Casa de los Tiros, y en algunas colecciones particulares también hay ejemplares. Se inició su publicación el 30 de junio de 1889 y el último número tiene fecha de 30 de marzo de 1890.
Salía los domingos bajo la dirección de Diego Flores Pons que también lo imprimía, y tenía las oficinas en la calle Palacio nº 9. En su equipo de redacción estaban Manuel García Noguerol, que coordinaba letras y palabras para resolver los más arduos problemas sociales. Benito Minagorre, un médico y cirujano que manejaba la pluma con la misma destreza y maestría que el bisturí. Enrique Olmedo concienzudo y buen escribano para el que las mujeres eran una inagotable fuente de inspiración. López López que se hizo popular por los poemas que escribía, al parecer lo hacía con tanta facilidad que sus compañeros comentaban que aprendió a hablar en verso. Y Jesús Miranda Muñoz, encargado de escribir la sección fija “Reflejos de la semana” en la que se recogían los acontecimientos sociales y culturales más destacados de la ciudad.
Pero no es de este periódico de lo que quería escribir, sino de la información que aparece en el número 9 del día 25 de agosto de 1889.
Trascribo literalmente:
“En el vecino pueblo de Lapeza ejercen su noble profesión los médicos señores Sánchez del Águila y Abellán Acosta: ambos han adquirido justa celebridad en su carrera; pues bien, todavía hay quien sin títulos académicos alcanza mucho más que ellos en la ciencia de Esculapio.
Hace cuatro días regresó de aquel pueblo una curandera conocida por la tia Chirila, la cual, según nos dice persona bien informada y que nos merece entero crédito, ha estado curando a un desgraciado que tenía malos dentro del cuerpo. La maravillosa cura ha costado a la infeliz familia del extravagante enfermo, la friolera de unos treinta duros.
¿No hubiera medio de impedir que la tal doctora continuara sacando los malos o mejor dicho los duros a los necios que creen todavía en las influencias de las brujas y en otros escesos?”
La “Tía Chirila”, es un personaje del que ya había tenido conocimiento por “El Accitano”, y me sorprendió gratamente volver a encontrarla en otro periódico. Es un hecho evidente que debía tratarse de todo un personaje que no dejaba indiferentes a quienes la trataban, quizá por ello consiguió captar repetidamente la atención de los redactores, que por lo general apenas se ocupan de los temas que afectaban a las mujeres. Y es más curioso aún que el seguimiento de sus actividades se realice a lo largo de casi una decena de años, algo absolutamente inusual en los prensa locales.
Transcribo de “El Accitano” de 13 de agosto de 1893, el artículo titulado “Los demonios”, que fue el que me descubrió a Chirila:
Nos remiten de Lugros, el siguiente relato, que sin quitarle ni ponerle, ni punto ni tilde, publicamos a continuación, absteniéndonos de hacer comentarios para que nuestros lectores los hagan a su gusto. Dice así: “Un hecho digno de que conozca el público por la importancia de él, es el ocurrido en Lugros de este partido. A la señora de don Fernando Castro, administrador del señor Gamazo, le han dado los demonios en el cuerpo; con ese motivo han dado varios viajes a Guadix para que se los echen fuera, pero teniendo que sufrir otra operación en el pueblo de su vecindad, con este motivo subió al citado pueblo la facultativa para practicar tan notable hecho; al llegar hasta a él, sembró la alarma en todo el vecindario, recogiendo todos los rosarios que en el pueblo encontraron, y algunas estampas con la imagen de la Virgen, del Señor, y otras. Se verificó tal expulsión de los demonios, y ya quedó la buena señora en perfecto estado de salud, más lo notable es la facultativa, saben ustedes quién es?. La tía Chirila, del barrio de Santa Ana: por el servicio prestado, a la facultativa, según el publico se dice en aquel pueblo, se le han dado veinticuatro duros, las ropas que tenía puestas la señora en el momento de darle los demonios, las ropas de la cama en que aquella noche se acostó y tres pies de tocino medidos con el pie de la tía Chirila; saben ustedes en qué le dieron los demonios? En un pedazo de salchichón y un vaso de vino. Estamos en fin de siglo 19, siglo de las luces…
De ella tenemos pocos datos pero de gran importancia. Las imagenes que ilustran este artículo son cuadros de Antonio López que creo que recogen maravillosamente la personaidad y el quehacer de la protagonista de hoy.
Sabemos que Chirila se dedicaba a recorrer caminos, cortijos y pueblos curando. Si por alguna razón alguien enfermaba y ella estaba en otro lugar, enviaban a un hombre y unas bestias para que de inmediato la sanadora se personase en el domicilio de la persona doliente. A ella acudían personas angustiadas, desbordadas por problemas que ya no se digerían en la mente y explotaban por los poros de la piel. Escuchaba a los cuerpos, miraban en el alma a través de los ojos, tocaban las heridas, atendía y entendía a quien demandaba su ayuda. Estas prácticas se acompañaban de una palabra comprensible, contenedora y aliviadora. Y si era necesario fabricaba medicinas que la gente llamaba “chirilescas”, para lo que utilizaba los productos que ofrece la Madre Tierra: hojas, flores y semillas de plantas; corteza de árboles; raíces; minerales; grasa y pieles de animales, y aguas de manantial.
Hemos buscamos en los mismos periódicos los precios del mercado público, y sabemos que una arroba de aceite costaba 11 pesetas, la suscripción de un trimestre por doce periódicos era de 2.50 y un tomo del Tratado de Ginecología Operatoria costaba 17 pesetas. El hecho de que Chirila cobrase por uno de sus servicios 120 peseta y 150 pesetas por sus medicinas, habla de su prestigio entre las gentes de la comarca.
No pudo evitar la envidia de los médicos, que la acusaron de charlatana e intrusa. Y así lamentablemente el patriarcado sumó otro triunfo: dotar de significado negativo la ancestral sabiduría medicinal de las mujeres. La Tia Chirila fue sin lugar a dudas una sabia que conocía los secretos el cuerpo humano, y los remedios naturales para equilibrar su buen funcionamiento. Afortunadamente ella siempre fue consciente del valor de sus conocimientos.
Habría sido todo un lujo poder disponer de un libro en el que se hubiese recogido esa sabiduría, pero desgraciadamente con ella se fueron años de conocimiento y experiencia.

domingo, 24 de enero de 2010

El comercio en el Guadix del siglo XIX.

El comercio en el Guadix del siglo XIX.
23 de enero de 2010.
Ana María Rey Merino.

Como cada año al llegar la festividad de San Sebastián, la Asociación del Comercio de Guadix, que preside Charo Romero, la de Gente como dice ella, ha organizado un programa de actos lúdicos y de reconocimiento.
Con Charo forma parte de la Junta directiva otra mujer, Encarna Puertas, la de Jovi-Flor, que digo yo, y estando dos mujeres a las que aprecio y valoro, al frente de una organiación, no pude negarme a aceptar la invitación que me hicieron de compartir con la asociación una tarde noche de asueto, para lo que tuve que improvisar en unas horas una breve historia.
Invité a las personas asitentes a realizar un viaje en el tiempo. Tendréis, les dije, que dejar que vuestra imaginación os lleve a la ciudad de Guadix de 1899, en ese preciso momento en que los accitanos y accitana se preparan para cambiar de siglo, dirán adiós al siglo XIX y recibirán con alegría al recién nacido siglo XX. He elegido ese tiempo, porque compartimos con aquellas gentes el privilegio de haber vivido un cambio de siglo, algo que no todo el mundo puede decir, y en nuestro caso la experiencia ha sido aún más extraordinaria porque además hemos vivido un cambio de milenio, dicho sea de paso.
He considerado que era interesante mirar atrás porque en algún momento alguien deberá escribir la historia de un sector económico tan importante en el devenir de esta ciudad, y yo quiero aportar mi granito de arena.
Los datos los he obtenido de un periódico llamado “El Accitano” que como hoy hace “Wadi-as Información” era el cronista de la vida cotidiana de la ciudad. Aprovecho para rendir aquí un agradecido recuerdo para el que fue su director, el abogado José Requena Espinar, ya que gracias a su esfuerzo y al de su equipo de colaboradores podemos conocer mejor una parte de nuestra historia. Asomémonos pues por esa ventana al pasado que nos abre “El Accitano” y conozcamos un poquito de la actividad comercial de finales del XIX.
Empecemos diciendo que las mujeres eran las que por regla general realizaban las compras, pero de una manera bien diferenciada según la clase social a la que se pertenecía. Las damas burguesas visitaban los comercios, pero jamás los mercados, a ellos solo acudían las criadas y las mujeres que no podían permitirse tener una persona a su servicio. También considero importante apuntar que generalmente los establecimientos eran atendidos por acicalados mancebos, ya que la profesión de dependienta todavía no era habitual.
La Plaza de las Palomas era una importante zona comercial. En ella se ubicaba la papelería de Torcuato Pedrosa, en la que se podían adquirir objetos de escritorio, gran surtido de papel de fumar, cuartillas para escribir, sobres, tintas, plumas, lacres, libros rayados y menaje para escuela. Muy cerca estaba el comercio de Herrera, en el que se exponían lienzos pintados al óleo por el afamado retratista José Díaz Molina, que había realizado uno del obispo Rincón y que había recibido un premio por el cuadro titulado “Un mendigo de Guadix”, en el momento en que estamos realizando nuestro paseo se expone en el escaparate un retrato de una señora muy conocida en la ciudad doña Ana Ruiz Valero. Y también estaba la confitería de Francisca Casas Herrera, en el periódico se destacan la curiosidad y aseo de su dueña, y el esmero y prontitud de sus trabajos. Por tres reales se podían comprar veinte libras de dulces.
Y es que a los accitanos y accitanas de entonces como a los de ahora, les gustaban los dulces y el chocolate. Tenían por entonces la costumbre, aunque fuera de cuando en cuando, de merendar buñuelos con chocolate. En las tiendas compraban harina y aceite de oliva. Las más populares eran la de comestibles de Francisco Barroso, la Ultramarina de Torcuato Gómez García en la calle Nueva nº 5 y la Ultramarina de la calle Ancha. En ellas también se podían adquirir comestibles, vinos, aguardientes, conservas, quesos y embutidos, y en la de la calle Ancha, por las mañanas servían te o café muy calientes. El chocolate se compraba en la fábrica de Domingo Sánchez, también en la calle Ancha nº 9, al frente del establecimiento estaba su hija Rafaela Sánchez. Aunque también se dedicaban a fabricarlo en Hijos de José Arenas, que tenían una numerosa clientela, lamentablemente desconozco donde tenían sus instalaciones.
Pero también podía optarse por pasar la tarde ante unos barquillos de canela bañados en sorbete mientras los acampaban de un café en la cafetería de la calle de la Amargura.
Había establecimientos de farmacia como el de la calle Botica, así conocida por estar en ella este comercio. Lo regentaba el señor Sánchez Ortiz, que como los boticarios de antes fabricaba los productos en su rebotica. Sabemos que era autor un remedio para casi todos los males conocidos en ese momento y le llamó Glicerofosfato de Cal. Se anunciaba como el mejor tónico unido al aperitivo más enérgico. Insustituible en todos aquellos estados en que hay falta de nutrición, debilidad, anemia, inapetencia, raquitismo, embarazo, lactancia insuficiente, enfermedades en los huesos, del sistema nervioso, perdidas exageradas, etc, etc, etc, no he podio comprobar si al buen boticario le dieron el Premio Nobel, o una paliza por charlatán. Tenía a su principal competidor en la calle del Pósito nº 1, en el laboratorio-farmacéutico de Rafael Serrano Ramírez. En él se vendían específicos nacionales y extranjeros, productos antisépticos, aguas minerales, drogas, pinturas, y objetos de goma y de cristal.
Había sastrerías como la José Merino que fue el encargado de realizar los uniformes de la Banda Municipal. Fabricas de calzado como la de Santiago Mesa Quevedo, que vendía toda clase de calzado y que también lo hacia a medida. Estudios de fotografía como el de la calle Osario nº 1 en la que trabajaba el fotógrafo señor Morales. Imprentas como la de Miguel López Argüeta en la calle Catedral nº 1, en la que entre otros objetos curiosos se podían encargar esquelas y recordatorios de defunción con imágenes de Cristo Crucificado o de la Virgen de los Dolores. Pero también había tiendas de jabón, sombrererías, imprentas, cuchillerías, cordelerías, corseterías, y una larga relación de establecimientos que proporcionaban vida y riqueza a la ciudad.
Sabéis que cuando estudio algún tema siempre me pongo las gafas de buscar a las mujeres, a las que habitualmente se ningunea en las páginas de la historia, y así he podido encontrar a la que fue una importante empresaria llamada Leocadia Tarifa. Esta señora era propietaria de dos importantes establecimientos, una tienda de quincalla en la calle Santa Bárbara en la que se podía comprar casi de todo, desde cacharros de cocina hasta tijeras, muñecas o imitaciones de joyas; y otra en la calle Nueva nº2, un elegante y bien surtido establecimiento en el que se podía encontrar todo tipo de tejidos. Este es un dato importante ya que debemos considerar que en ese tiempo las personas confeccionaban sus propias ropas de vestido y ajuares. Para ello había otro negocio pujante, el de vendedor de maquinas de coser. Las máquinas Singer se vendían en la calle San Torcuato, Ricardo Rodríguez era el agente comisionado en Guadix de la marca y las vendía al contado o a plazos, incluyendo en el precio las enseñanzas del manejo de la revolucionaria máquina.
No quiero aburriros así que terminaré compartiendo mi convencimiento de que estudiar la historia del comercio en Guadix, en la que vosotros y vosotras estáis escribiendo nuevas páginas, nos proporcionaría una novedosa visión de la historia de nuestra ciudad.
Después hubo reconocimientos para comerciantes con experiencia como los propietarios de la Joyería Garzón de la Plaza de la Constitución y Tejidos San Rafael en la calle Tarrago y Mateos; y para las mujeres emprendedoras como las que se encuentran al frente de Calzados Cruz en la calle Ancha y Accicopias. en la calle Niños Cantores. Hubo tambien un reconocimiento muy especial para el recordado Antonio Romacho, para el que sus hijos e hijas tuvieron emocionadas palabras.
Despúes participamos en una divertida cena en la que Fernando y yo disfrutamos de la agradable compañia y conversación de Javi, Antonio, Maria José y Encarna.


jueves, 21 de enero de 2010

La Casa de las Palabras.




La Casa de las Palabras
Ana María Rey.
22 de enero de 2010

En el Parque de Punta Herminia de La Coruña se integran sitios con nombres tan evocadores como los deliciosos paseos que se pueden dar por ellos: El jardín del Moro, El Huerto y El rincón del viento.
Precisamente en El jardín del Moro se encuentra “La Casa de las Palabras” y mientras caminaba a su encuentro recordaba un poema de Eduardo Galeano:

A la casa de las palabras, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las lamieran.

Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.

En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...


“La Casa de las palabras” es el nombre de un antiguo Cementerio Moro construido durante la Guerra Civil, situado en la costa de Adormideras de La Coruña. En él se enterraban los efectivos marroquíes de las tropas golpistas. A finales de los años cincuenta, con la independencia de Marruecos, se repatriaron muchos de los cadáveres, y en los años sesenta, los restos que quedaban, se trasladaron al cementerio de San Amaro Durante años sufrió abandono y un gran deterioro. Hace unos años que se ha recuperado como lugar de encuentro de civilizaciones.
El espacio pretende devolver el protagonismo a la palabra, al diálogo, como argumento fundamental en el intercambio y en las relaciones entre culturas.
Con este objetivo, utiliza murales de azulejos grabados con distintas referencias históricas escritas en su idioma original, que describen la ciudad desde su nacimiento y que ponen en valor la huella que el mundo árabe ha dejado en las lenguas castellana y gallega.
En este contexto la palabra es sinónimo de diálogo, de encuentro, el germen de las relaciones y este espacio exalta el valor de las palabras, de la cultura y de las civilizaciones, porque la palabra es el nexo de unión de la Historia.
Ahora que el mundo árabe se ve con controversia y se vincula con la violencia es buen momento para poner en valor su cultura, su riqueza y la influencia que ha tenido en la cultura, en la española y en la gallega.
Leo detenidaente las palabras de murales de azulejos. La cita de Dion Casio (historiador griego), que señala el momento en que Brigantio entra en la historia de Roma; la leyenda irlandesa sobre Breogán y la Torre de Hércules, recogida en el "Libro de las invasiones" o "Leabhar Gabhala". También hay una cita de Paulo Orosio, de principios de siglo V después de Cristo, donde por primera vez se nombra a la Torre de Hércules, y su versión traducida en su día al árabe. Otra cita es de Alfonso X el Sabio, en la que se narra el combate entre Hércules y Gerión, la construcción de la Torre y la llegada de la mujer de nombre Crunna que da nombre a la ciudad. Es la leyenda fundacional de la ciudad y de la Torre de Hércules.
El texto de Dion Casio, extraí­do de la "Historia Romana", es el siguiente: "César (...) desde allí­, navegando a lo largo de la costa hacia Brigantio, ciudad de la Gallaecia, los atemorizó y los sometió por el rugido de la navegación, ya que nunca habían visto una escuadra". El texto del "Libro de las invasiones" sobre leyendas irlandesas es el siguiente: "Posteriormente una ciudad fue fundada por Breogán en España, se llama Brigantia, y también edificó una torre enfrente de la ciudad, la cual se llamó Torre de Breogán".
El texto de Paulo Osorio, del libro "Adversus paganos historiarum libri septem" es el siguiente: "El segundo ángulo de Hispania está orientado al cierzo, donde la ciudad galaica de Brigantia eleva para observación de Britania su faro altísimo y digno de mención entre muy pocas cosas".
El texto de Alfonso X el Sabio, de "Historia de España" es el siguiente: "(...) al final venció Hércules (...) Y mandó (...) hacer una torre muy grande, e hizo meter la cabeza de Gerión en los cimientos, y mando poblar una gran ciudad (...) y el primer poblador (...) fue una mujer cuyo nombre era Coruña".
En cuanto a las cerca de doscientas cincuenta palabras de origen árabe incorporadas al castellano y al gallego, que se han escrito en los azulejos, se encuentran algunas simples y ricas como naranja y aceite; otras tan aromáticas como jazmín; tan importantes como álgebra; tan entretenidas como ajedrez; y tan atractivas como paraíso.
Ahora, tras su recuperación, el espacio interior se divide en cuatro sectores inspirados en los supuestos ríos que dividí­an el mundo para los mesopotámicos, y se ajardinan al más puro estilo islámico con especies como romero, lavanda, hierbabuena y santolina. También se ha instalado una fuente, realizada en mármol blanco.
Te invito a visitar este espacio, un buen ejemplo de lo que debe ser el encuentro de civilizaciones. Cuando lo que sobran son temores y dudas, la Casa de la Palabra ofrece confianza y diálogo.
Y siempre te quedará en la memoria el aroma del prado, la caricia de la brisa marina, el color azul verdoso de la línea del horizonte, y un sabor salado en el paladar, que sin duda te llevarán otra vez a Galicia.

lunes, 11 de enero de 2010

Poetisas almohades de Guadix


Poetisas almohades de Guadix.
11 de enero de 2010
Ana María Rey Merino.

La historia de Al-Andalus fue protagonizada por califas, guerreros y emires. Pero existe otra historia, la de las mujeres andalusíes que, tras el velo, lograron unas cotas de libertad y expresión muy superiores a sus contemporáneas en otros reinos musulmanes, y por supuesto cristianos. Desde luego, no llegaron a ser soberanas o profetas, pero sí místicas, médicas, qabilas (comadronas), profesoras y, sobre todo, poetisas.
El mayor número de escritoras andalusíes de Granada se da en el siglo XII, período que coincide con la invasión almohade, que traerá consigo un auge considerable de las letras, de la poesía, de la música y de las artes. Los almohades eran un pueblo bereber de tradición matriarcal, por lo que la participación activa de las mujeres en la transmisión de la cultura estaba garantizada. En ese tiempo las mujeres andalusíes participaban activamente en la vida cultural, y además se consideraba un signo de distinción y una virtud la declamación poética en fiestas y actos sociales.
Las mujeres de clase acomodada de al-Andalus tuvieron un fácil acceso a la cultura al recibir una educación elemental en sus domicilios, como en el caso que del que hoy nos ocupamos, las poetisas Hamda y Zaynab. Su padre, Ziyad bint Abd Allah bint Baqi al-Awfí al-Muabdid, era profesor de literatura (muaddib), y se debió ocupar de que sus hijas accedieran a la lectura, escritura, caligrafía, el Corán y la poesía, a la que se le daba especial importancia.
Se atribuye a Hamda, hermosura, riqueza, sabiduría y honestidad, y se hace una precisión: su amor por la literatura la lleva a mezclarse con los hombres de letra, pero con un decoro que se hizo famoso y una integridad digna de toda confianza. Porque la participación de las mujeres en las fiestas y veladas poéticas estaba reservada a las viudas de posición acomodada, las solteras que no tuvieran hermanos varones y las prostitutas. La profesora Amelina Correa dice que las mujeres tuvieron “un acceso mediano a estas fiestas literarias e incluso algunas escritoras asistían cubiertas por un velo o tras una celosía y siempre mantenían su decoro”
De Hamda se conservan varios poemas que reproduzco. En el primero describe a una joven que la acompañaba en un paseo a orillas del río que podría ser el Arenal de Guadix. En el segundo, que se considera uno de sus mejores poemas por la belleza y fuerza que transmite, se realiza una crítica a los intrigantes que quieren destruir su buena fama. Finalmente en el tercero nos describe la belleza de un paseo por las orillas del río de Guadix.

I
Las lágrimas revelan mis secretos
junto a este río donde la belleza
deja evidentes huellas:
arroyos que rodean los jardines
jardines que bordean los arroyos,
y hay entre las gacelas un antílope amable
que cautiva mi mente y mi alma posee,
tiene unos ojos lánguidos que cierra
para dar ordenes que el sueño me prohíbe,
y cuando suelta sus cabellos sobre el rostro
es igual que la luna
en la tiniebla de la noche,
y se diría que a la aurora
se le ha muerto un amigo y de tristeza se
ha vestido de luto.

II
Cuando los intrigantes quisieron separarnos
y no podíamos pedir venganza de ellos,
cuando al asalto se lanzaron de nuestra buena fama
y al verlo escasearon mis defensores y aliados,
contestaste a su ataque con tus ojos
y con mis lágrimas y aliento
que eran espada, torrentes y fuego.

III
Del ardor de la tierra calcinada
nos guarda un río que se nutre
con las constantes lluvias generosas.
Bajo sus árboles hicimos alto
y doblaban sus ramas protegiéndonos
igual que las nodrizas con los niños.
Para calmar la sed
nos ofrecía el río un agua fresca
más dulce que la charla del amigo.
Impedían los árboles que el sol
nos viese cara a cara, lo velaban,
y el paso de la brisa permitían.
Los guijarros del río se asustaban
de las doncellas de joyas adornadas,
y estas tocan con sus manos
sus collares de perlas bien colocadas.

La hermana de Hamda se llamaba Zaynab bint Ziyad al Muadbid y tambien nació en Guadix. Participaba, al igual que su hermana en reuniones literarias donde era admirada por su talento y su genio. Escribía poemas y los recitaba, pero no conocemos ninguno de ellos. Debió sin embargo ser una mujer relevante ya que los libros de diferentes autores dan noticias de ella.
Me las puedo imaginar participando en las veladas poéticas que se celebraban al aire libre en jardines o fincas de recreo de los alrededores de Guadix, o más ocasionalmente en las casas de los poetas o en los baños. Estos encuentros eran un homenaje a los sentidos, ya que se recitaban poemas mientras se deleitaba el paladar con dulces y té, sonaba la música a la luz de los candiles y se aspiraba el aroma de los inciensos.

miércoles, 6 de enero de 2010

Imagenes sin comentario

Fijate la colección de personajes que me he encontrado por las calles de Madrid, creo sinceramente que no necesitan comentario.








El día de Reyes.

Esta mañana han venido los Reyes Magos

Han dejado sus regalos debajo de nuestro árbol.


Después de abrirlos preparamos una mesa digna de los reyes y
reinas que somos.

Por la tarde nos juntamos un puñadito de afectos para meterle mano al Roscón de Reyes.

Con chocolate caliente, dulce y espeso, la especialidad de Fernando.






No faltaron las risas y "trampas", para ver a quién le tocaba pagar el roscón y a quien debíamos coronar. Los dos Fernando, fueron los triunfadores de la tarde.




Los pajes de los Reyes Magos volvieron a la cueva para traernos regalos que se habían entregado por equivocación en otros domicilios, y se despidieron hasta el año que viene.




Felicitación de año nuevo



He recibido esta preciosa felicitación de año nuevo de una accitana de nacimiento y un guadijeño por amor. Él es Azagra y ella Revuelta.

El Nacimiento Granadino de casa.




El Nacimiento de la Cueva