domingo, 15 de mayo de 2011

SERENDIPIDAD.

A la memoria del periodista accitano José Requena Espinar.


24 de Abril de 2011

Serendipidad según Manuel Seco en su “Diccionario del Español Actual” es la facultad de realizar un hallazgo afortunado de manera accidental. Es un descubrimiento casual. Es el arte de encontrar algo no buscado. Es la experiencia de hallar algo magnífico, no por realizar una búsqueda metódica sino por una extraña casualidad difícil de explicar racionalmente. En la historia de la ciencia se da con frecuencia la serendipidad, de hecho así descubrió Alexander Fleming la penicilina.
El término serendipidad es un neologismo acuñado en el siglo XVIII a partir del cuento tradicional persa “Los tres príncipes de Serendip” Los protagonistas, unos príncipes de la isla Serendip (que era el nombre árabe de la isla que hoy conocemos como Sri Lanka), solucionaban sus problemas a través de increíbles casualidades. Mi abuela que era amiga de traducirlo todo al lenguaje coloquial llamaría a este fenómeno chiripa.
Cuando me dispongo, como cada mes de abril, a acudir a la cita con la memoria del que fuera director del semanal “El Accitano” José Requena Espinar, recibo un correo electrónico de José Rivera Tubilla por el que me cuenta que ha dado con el expediente matrimonial de nuestro personaje, y lo cierto es que ya sea serendipidad o sea chiripa, salen a la luz una serie de documentos muy ilustrativos.
Rivera dedica parte de su valioso tiempo a colaborar como voluntario en las dependencias del Archivo Histórico Diocesano de Guadix. Allí cuida, ordena y clasifica papeles que en algún momento pueden ser de utilidad para personas curiosas o que se dediquen a la investigación. Sabía de mi interés por Requena, así que cuando se encontró la documentación, en la caja 547, me proporcionó una copia, y no sé si es consciente de lo feliz que me hizo, pero sí quiero que quede constancia de mi gratitud por su generoso gesto. He dedicado muchas de mis horas en los últimos seis los años a intentar componer la biografía de José Requena Espinar y se me resistían la fecha de su nacimiento y algunos datos sobre su familia, que hoy vamos a hacer públicos.


El expediente se inicia en septiembre de 1864 a petición de nuestro protagonista. Desea contraer matrimonio con Ernestina de Alarcón y Torres, a la que tiene dada palabra de matrimonio. Pero surge una dificultad y es que existe entre ellos parentesco de tercero con cuarto grado de consanguinidad.
Para saber un poco sobre este asunto he recurrido a un texto que se publicó en Sevilla en 1864 “Tratado teórico práctico del matrimonio, de sus impedimentos y dispensas” y que escribió León Carbonero y Sol.
La iglesia católica prohíbe el matrimonio entre personas unidas por cierto grado de parentesco. En el caso del parentesco consanguíneo según el Concilio de Trento, que es el que nos ocupa, el impedimento se da entre parientes unidos entre sí con el vínculo de sangre, y se entiende hasta el cuarto grado inclusive. Por ejemplo los hermanos son primer grado; los primos hijos de hermanos son segundo grado; tíos con sobrinos serían primero con segundo grado. Entre Requena Espinar y Ernestina de Alarcón se daba una relación de tercer con cuarto grado, porque el abuelo paterno de Requena que se llamaba Andrés Requena García era hermano Leonor, la bisabuela materna de Ernestina.
A los párrocos, en aquel momento, se les daba la instrucción de confeccionar árboles genealógicos para verificar el parentesco y velar por el cumplimiento de la norma. Para ello debían conocer todas las generaciones de los contrayentes hasta sus terceros abuelos (tatarabuelos) que son el tronco común para los parentescos del cuarto grado canónico, que es el grado desde el que se puede contraer matrimonio entre parientes. Así en este expediente constan partidas de bautismo de varias generaciones en las que se nos proporcionan nombres y apellidos de padres, madres, abuelos, abuelas, bisabuelas, bisabuelos, tatarabuelas y tatarabuelos, de ahí lo enriquecedor que es para conocer a la familia de nuestro personaje.
Lo primero que hice fue buscar la partida de bautismo de José Requena que fue emitida en septiembre de 1864 por Antonio Ortiz Fernández, cura ecónomo de la Iglesia Parroquial de Santa Ana, y que la reproduce del Libro de Bautismos numero catorce, cuaderno segundo, folio once vuelto. En ella dice: “En la Iglesia Parroquial de Santa Ana de esta ciudad de Guadix en veintiséis de dicho mes de diciembre de mil ochocientos y veinte y ocho; yo D. Manuel Ruiz de Ansory cura párroco de dicha iglesia bauticé solemnemente a un niño que nació el día veintitres de diciembre a la una y cuarto de la mañana, y le puse por nombre José María de las Angustias Joaquín, hijo legítimo de D. José Requena Muñoz y Da. Claudia Espinar y Roa, él natural de esta ciudad, Parroquia de Santiago y ella de Jergal, obispado de Almería, donde fueron desposados y velados, y vecinos de esta parroquia. Abuelos paternos D. Andrés Requena y Da. Vicenta Muñoz, maternos D. Miguel Espinar y Da. Rosa de Roa. Fueron padrinos D. Joaquín Requena y Da. Josefa Espinar, a los que advertí el parentesco espiritual y demás obligaciones”.
Debo recordar que el bautismo en aquel momento proporcionaba la identidad social del niño. No era llevado a la iglesia por la madre (ya que se la consideraba impura por la sangre que vertía tras el parto y que la obligaba a guardar una cuarentena hasta que se recuperase) sino por los padrinos que en este caso eran un hermano del padre y una hermana de la madre. Ellos daban el nombre, uno que solía coincidir con el del padre, si se trataba del hijo primogénito, y otro que solía coincidir con los santos más venerados de la localidad. A nuestro periodista siguiendo estas reglas lo bautizaron como José María de las Angustias Joaquín. Sin duda el nombre de bautismo tenía una doble función mágica y religiosa: asegurar de forma concreta el vínculo entre vivos y muertos, haciendo pasar el mismo nombre de una generación a otra, y dotar al nuevo cristiano de de un santo patrón que será para él a un tiempo protector y modelo. José era el nombre de su padre, de uno de sus tíos y de su bisabuelo; María de las Angustias es la patrona de la ciudad por la que él sentirá una sincera devoción a lo largo de toda su vida; y Joaquín es probablemente la legítima vanidad de su tío y padrino, con quien desde ese día estrechaba sus vínculos por adquirir un parentesco espiritual.
Llegando a este punto recuerdo con especial ternura y cariño a Rafael Carrasco, aquel alcalde republicano de la ciudad de Guadix, con el que tantas veces me he encontrado al rastrear la figura de Requena. En el periódico “Guadix y Baza” del 24 de abril de 1927 escribió: “José Requena Espinar era el superviviente de aquel período brillante de la historia literaria de Guadix, que alcanza a los fines de la primera mitad del siglo pasado, era el firme pivote de aquel cenáculo de artistas jóvenes que aquí se formó en 1847 y del que formaron parte Alarcón, Tárrago, García Varela, Argüeta y los muchachos granadinos amigos de Requena, Mariano Vázquez y Soler de la Fuente. ¡Cómo se agiganta esta tertulia, con solo pensar que fue una de las iniciaciones de aquella trabazón de afectos mutuos y comunes aficiones que da sus esplendorosos frutos en los días de la Cuerda y Colonia Granadina” Carrasco tampoco había conseguido confirmar la fecha de nacimiento de Requena y echaba de menos que alguien se ocupara de realizar la biografía del periodista y escritor. Por eso cuando ochenta y cuatro años después de su petición conseguimos avanzar en la construcción biográfica de Requena siento que Carrasco y yo hace tiempo que caminamos cogidos de la mano sin que el tiempo ni la vida se conviertan en un obstáculo.
Por lo demás hay varias cuestiones en el expediente que llaman mi atención. Que Requena Espinar decidiera iniciar los trámites para contraer matrimonio con Ernestina de Alarcón en 1864 y que no se casasen hasta el treinta y uno de marzo de 1867. Que entre ellos haya una diferencia de edad de veintidós años, ya que al casarse él tenía de treinta y nueve y ella iba a cumplir diecisiete. O las dificultades que tuvo al nacer Ernestina, ya que fue bautizada “sub conditione” en el Sagrario de la Santa Iglesia Parroquia Mayor de Baza. Estamos ante un rebautizo, ya que con toda seguridad la niña debió recibir lo que se llamaba agua de socorro en la casa en que nació y eso nos indica que es posible que naciera de nalgas o de piernas o que presentase un brazo y que temiendo por su vida, la partera tuviese que bautizar la parte de la criatura que era visible. Notificado este asunto al cura correspondiente, a este debió asaltarle alguna duda razonable sobre la buena aplicación del sacramento, por lo que se procedió a bautizarla de nuevo.
Pero todo esto exige algunas reflexiones y comprobaciones, por lo que serán objeto de otro articulo.