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miércoles, 2 de octubre de 2013

Esperanza Cascamorrera

Esperanza cascamorrera. 17/7/2013 Le voy a pedir a mi compañera Mª Jesús Ortiz Moreiro que escriba un reportaje sobre Cascamorras y lo publique en cualquier periódico de Berlín, para acabar ya con la polémica respecto a la declaración de Interés Turístico Internacional. Para que una fiesta reciba este titulo, tiene que haberse lucido durante cinco años como fiesta de Interés Turístico Nacional. Ambos títulos son de carácter exclusivamente honorífico y se concede por la Secretaría General de Turismo del Gobierno de España. Suelen recaer sobre las fiestas que supongan manifestaciones de valores culturales y de tradición popular, con especial consideración a sus características etnográficas y con importancia como atractivo turístico. Entre los requisitos para su concesión, se contemplan aspectos diversos, como la antigüedad del evento, el arraigo popular y participación ciudadana, la originalidad, la repercusión en medios de comunicación internacionales o la existencia de servicios turísticos adecuados en la zona. Y la celebración de Cascamorras los reúne todos. La etiqueta, que tanto deseamos, la tienen, por ejemplo las recién terminadas fiestas de San Fermín, que alcanzaron fama internacional gracias a Ernest Hemingway. El escritor llegó por primera vez a Pamplona, procedente de París, el 6 de julio 1923, recién iniciados los encierros. El ambiente de la ciudad y, especialmente, el juego gratuito del hombre con el toro y con la muerte, le impactaron tanto que la eligió como escenario de su primera novela de éxito que en nuestro idioma se tituló "Fiesta”. El estadounidense regresaría a los Sanfermines en ocho ocasiones más, la última en 1959, cinco años después de obtener el premio Nobel de Literatura y dos años antes de poner fin a su vida, precisamente en vísperas de San Fermín. Entre las muchas fiestas que han merecido esta distinción destacaría los Carnavales de Cádiz y Santa Cruz de Tenerife; el festival de Música Celta de Ortigueira, en La Coruña; el Festival de Cante de las Minas en La Unión de Murcia; las Hogueras de San Juan en Alicante; la Feria del Caballo de Jerez de la Frontera; el descenso en piraguas del Sella, en Asturias; las Fallas de Valencia; la Feria de Abril de Sevilla; los Moros y Cristianos de Villajosyosa de Alicante o la Semana Santa de un montón de ciudades, incluida Granada. Sin duda la abundancia de matices que conforman nuestro Cascamorras permitiría enriquecer este amplio catálogo lúdico y festivo que España ofrece al mundo. Yo espero y deseo que el gobierno de nuestro país remueva los obstáculos que ha planteado y no tengamos que esperar que un novelista extranjero nos coloque en el candelero.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Cascamorras, el Rey Sagrado.


Todas las fotos son de Tati.

Cascamorras, el Rey Sagrado.
10.9.08.

Esta semana el protagonista indiscutible ha sido Cascamorras. El martes, concentración, cohetes, carreras, almagra, sudores, agua… Carreras, azulete, calores, sabores, abrazos, más agua… Risas, guiños, carreras, saludos, manchas, más y más agua…
El miércoles comenzaba su andadura un programa en la televisión local, al que han dado el nombre de “Cantarera”, se emite a las nueve de la noche, tiene el formato de tertulia- debate y lo dirige y modera Pepe Jiménez. Cascamorras era el tema que convocó al hombre que más años lo ha representado Samaniego (Sama); al Presidente de la Hermandad de la Virgen de la Piedad en Guadix, Juan López Lechuga; al escritor Antonio Enrique y a mí.
Si lo has visto te sonará lo que voy a contar, si no lo has hecho, tendrás la oportunidad de mirar la fiesta desde otras perspectivas.
Fue Antonio Enrique, que reconoció haberse integrado en la carrera por primera vez en su vida este año, quien aportó una visión que ha despertado mi curiosidad.
Nos contó que el origen de la fiesta tendríamos que buscarlo en el momento en el que la humanidad protagoniza la “revolución agrícola”, así que remóntate doce mil años en la historia. Hasta ese momento nuestros ancestros habían sobrevivido a fuerza de recoger frutos, semillas, raíces, hierbas, setas; de lo que pescaban y de la caza. Pero aquellas tribus nómadas deciden establecerse de forma permanente en un territorio, y se inventaron la forma de sacar partido a la tierra cultivándola. Quienes habían sido depredadores de la tierra se convierten en productores y esto cambia sustancialmente su futuro y el de generaciones venideras. Se acabó el esperar los regalos de la generosa naturaleza, ahora había que trabajar y planificar, además debían coger el paso que marcaba el ritmo de la tierra. ¿Cuándo labrar, sembrar y recolectar? En este proceso de buscar respuestas, las mujeres tuvieron un papel de vital importancia, porque siempre habían sido las recolectoras y habían estado muy cerca de los tiempos de la Madre Tierra. Aparecería en ese momento el matriarcado que trajo consigo una valoración en positivo de todo lo que es femenino, de sus conocimientos y sus habilidades.
Unos y otras aprendieron a mirar al cielo y se dieron cuenta de que hay una estrella muy especial en la constelación de Virgo. Comprobaron que desaparecía en el horizonte del cielo nocturno el quince de agosto, lo que coincide con el agostamiento de la vegetación, y el día que se presenta en sociedad al Cascamorras. Ese era el tiempo de recoger las espigas de trigo, por lo que llamaron a la estrella “Spica” Vieron que reaparecía en el oscuro manto celeste el ocho de septiembre, coincidiendo con el momento de la sementera, y con la carrera del Cascamorras. La mente primitiva asoció el ciclo agrícola, del que dependía la fecundidad de las cosechas, con el de la estrella que mágicamente regía la alternancia estacional que hace crecer el cereal.
La fuerza productiva de la tierra, y la capacidad reproductora de las mujeres, sujetas a los ritmos de la Luna y las estrellas, tomaba cuerpo en la imagen de la Diosa Madre. Cada pueblo, se encomendó a su diosa, y el nuestro lo hizo venerando a Isis, representante de Spica, la dispensadora de fecundidad.
La tierra, las mujeres y la Diosa debían ser fecundadas, y así aparece un nuevo personaje, el Rey Sagrado que, siguiendo esta línea argumental, sería Cascamorras. Un personaje que se hace presente cada año en la ciudad en el tiempo de sembrar, pero que hecho su trabajo debe morir. Y el ritual de sacrificio se realiza con el baño, con el agua, de la misma forma que se muere al pecado cuando una persona es bautizada. En el siglo XIII aparece la Virgen de la Piedad, para suplantar a la Diosa, pero en nuestra comunidad, los papeles asignados son los mismos, solamente se les cambia el nombre.
Aunque las ideas han sido tejidas por Antonio Enrique, el fenómeno ha sido estudiado por el erudito de historia antigua Robert Graves en “El vellocino de oro”, “Los mitos griegos” y “La Diosa Blanca”.

martes, 9 de septiembre de 2008

Bayeta verde sembrada de motas amarillas.



Cascamorras siglo XIX



Cascamorras siglo XX



Cascamorras siglo XXI


Bayeta verde sembrada de motas amarillas
5 de septiembre de 2004.

La Feria y el Cascamorras están estrechamente vinculadas. Al comenzar la fiesta grande de Guadix, se inician las cuestaciones del Cascamorras para sufragar gastos. Entonces lo vemos de guapito y limpio con su bandera y su tamborilero, ambos relajados y sonrientes, llamándonos a colaborar.
Cuando termina la Feria, el día cinco, próximo a dar las doce de la noche, le despedimos en un familiar paseo desde el compás de Santo Domingo hasta el puente del río Verde, y esperamos que cumpla con buena fortuna la misión que se le ha encomendado. Estará en Baza durante tres días, y mientras le esperamos, prepararemos nuestras peores galas para ir a recibirlo la tarde del día nueve.
Esta fiesta es sorprendente porque queriendo tener una raíz religiosa, termina siendo una manifestación popular en la que la gente rompe los moldes de lo cotidiano. Si normalmente nos arreglamos para salir a la calle, nos lavamos, nos peinamos, nos perfumamos y vestimos de limpio, en este día nos despeinamos, rompemos nuestra ropa, la manchamos de almagra y azulete, y engrasamos nuestros cuerpos. Si normalmente circulamos por las aceras, este día invadimos las calzadas. Si normalmente evitamos que nos caiga encima cualquier gota de agua procedente del riego de las macetas de los balcones o de los desagües de los aparatos de aire acondicionado, este día gritamos bajo las ventanas pidiendo cubos de agua. Si normalmente paseamos en pareja o grupos reducidos, ese día parecemos la gran ola escindida del maremoto que cruza alegremente con fuerza y energía la ciudad de un extremo a otro. Si normalmente nos cuesta tocarnos y mantenemos las distancias, ese día nos ponemos encima las manos llenas de pintura y nos damos estrechos abrazos, sobre todo con aquellas personas conocidas que lucen inmaculadas y es que la huella de la fiesta tiene que purificarnos a todos y a todas.
Somos conscientes de que en nuestra vida cometemos muchos errores que se van adhiriendo al cuerpo y al alma como una mancha de almagra, pero también somos conscientes de que todos nuestros pecados merecen el perdón y que disponemos de los recursos personales que nos permitan enmendarnos, de la misma forma que al dar por terminada la carrera volvemos a quedar limpios y limpias con una buena friega de detergente en polvo y abundante agua tibia. Asumir que no somos la perfección andante, tomar conciencia de que errar es humano y conseguir que eso no amargue nuestra breve existencia, es una de las funciones de esta fiesta.
La otra es la toma de conciencia de que un pueblo es el conjunto que forman las gentes y las calles, por eso cuando un alcalde prepotente ha querido limitar la capacidad de libre circulación de la fiesta por la ciudad, la participación ha sido mayor y más trasgresora, y es que sabiéndolo o sin tener conciencia de ello, la gente quiere manifestar con libertad su propia fe y elegir su camino.
Considero que sería enriquecedor montar una sala de exposición permanente con fotografías de todos los Cascamorras, sus biografías y los motivos por los que encarnaron al personaje. Las arroparían las de las gentes que participan en las carreras. Deberíamos iniciar una labor de recuperación de las distintas vestimentas que a lo largo de los años ha utilizado el protagonista de esta fiesta tradicional y para eso nos puede ayudar las descripciones de algunos autores como Torcuato Tarrago y Mateos que en 1883, escribía “va vestido de bayeta verde, sembrado de motas amarillas. Una dilatada capucha cubre su cabeza, una carátula (o máscara) cubre su rostro, un chaquetón colosal envuelve su cuerpo, unos pantalones espaciosos abrigan sus piernas”. El Magistral Domínguez con un dominio exquisito del lenguaje y sus significados nos hace otra descripción: “Trae ropilla y gregüescos, mitad amarillos, mitad rojos, con varios golpes de verde lagarto, haciendo dibujos aquí y allí sin ton ni son”.
Finalmente se debería organizar un ciclo de conferencias en el transcurso de las cuales las personas que han estudiado la fiesta nos dieran su versión y pudiésemos contrastarlas y enriquecer el conocimiento que tenemos de ella. De esta forma conseguiríamos hacer de esta manifestación cultural un motivo de orgullo colectivo y un atractivo turístico más.
Comparto el sentimiento de Torcuato Tarrago cuando escribió que “el Cascamorras es la esencia de las costumbres de nuestros mayores, en su figura hay algo que conmueve y enternece”.

Buenos Aires, Cascamorras.














Buenos Aires, Cascamorras.
12 de septiembre de 2006.

El hecho de que la Fiesta del Cascamorras coincidiera con el sábado ha permitido que participasen en ella muchas más personas que cuando el calendario la sitúa en un día ordinario de semana. A este hecho hay que añadir que se celebraba su reciente reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico Nacional, con el consiguiente esfuerzo de las distintas administraciones por promocionarla, repartiendo para ello camisetas, pañuelos y banderas de balconada lo que ha convertido un manifestación cultural que es alegre de por sí, en todo un acontecimiento social.
Durante mi rutinario paseo por el “ mercadillo del sábado” puede ver a muchos vecinos y vecinas que ya se estaban preparando para la cita de la tarde. Llevaban puestas las camisetas blancas con dos manos negras dibujadas a la espalda. Entre las compras obligatorias estaban las bolsas de almagra y azulete; los guantes de crin, para restregar los cuerpos después de las carreras; y grandes botes de cremas hidratantes grasas para embadurnar cada centímetro de piel y evitar que sean los tintes quienes invadan cada poro.
Sobre las cinco de la tarde había un continuo trasiego de gentes que se dirigían al tradicional punto de salida en la Estación. Estoy convencida que los cientos de balcones que se asoman a la Avenida de Buenos Aires, se hicieron para disfrutar de esta fiesta, porque nunca se encuentran tan abarrotados de personas como este día. En ellos se instalan unas voluntarias fuerzas de orden que vigilan para que la fiesta no pierda su sabor. Estos vigilantes controlan que se desarrolle una técnica de investigación que en Antropología se denomina “observación participante”, de tal manera que no basta con ir a “goler”, hay que integrarse. Por eso a quienes circulan por la Avenida vestidos de limpio, intentando no mancharse, esquivando el rozarse con alguien sucio, manteniéndose al margen con la sola intención de ver lo que pasa, los vigilantes de la fiesta les obsequian con un buen chorreón de agua que a partir de entonces los convierte en seres muy vulnerables a las manchas por polvo de almagra. Los hay concientes de que la fiesta exige participar y al recibir su bautismo se ríen y saludan. Pero también los hay de carácter agrio y mal encarado que miran desafiantes a los balcones y lo más bonito que sale pro su boca es “hijo de puta”, estos individuos deberían pensar en ver el Cascamorras por televisión. Solo hay dos categorías de excepción en los bautismos: los niños y niñas muy pequeñitas; y las personas muy mayores, que en vez de un cubo de agua solo reciben un leve rociado. Me encanta escuchar el chasquido del liquido elemento al estrellarse contra el suelo, tiene algo que resulta evocador.
Los cohetes anuncian que se inicia la carrera. Al cabo de unos minutos comienza a escucharse el rugido de la marabunta por la Avenida Buenos Aires. Muy pronto cientos y cientos de seres de un indescriptible color caldero bien tiznado, se sitúan bajo los balcones pidiendo agua, a lo que el vecindario responde lanzando cubos y cubos de este precioso liquido que suele estar templado porque se ha tenido al sol toda la mañana. Con alegría, los recién bañados, gritan “bastetano el que no bote” y tanto ellos como quienes están en los balcones botan y rebotan. Acto seguido se escucha de forma atronadora “esto sí que es un Cascamorras” que sigue a coro todo ser presente. Se inicia nuevamente la carrera, cruzando de lado a lado la calzada, hasta que se sitúan bajo otro grupo de balcones y se repite la escena. Delante del Menzeto hicieron otra parada, desde el segundo piso deslizaron una botella de cava con una cuerda que recogió Cascamorras subido sobre los hombros de uno de los hombres de su guardia pretoriana, la descorchó, la batió y la brindó como un campeón a sus seguidores que recibieron un baño de espuma y de burbujas.
Así llegó Cascamorras y toda su multitudinaria comitiva hasta el puente sobre el río Verde. Allí le esperaban otros cientos de seguidores ocupando el total de la rotonda y la Plaza de las Américas, imagino que cuando la Fontana esté funcionando será inevitable que el personal la tome para un primer baño iniciático. La carrera siguió por su recorrido tradicional hasta San Miguel.
El tiempo acompañó, el cielo amenazaba chaparrón, pero sólo de vez en cuando dejaba caer unas delicadísimas gotas de lluvia para participar de la fiesta. Y cuando por fin terminó aplaudió con relámpagos, rayos y truenos, y una fuerte descarga de agua, que supongo ayudaría a limpiar las calles.

Esto sí que es…







Esto sí que es…
10.9.07.
Los edificios que escoltan las calles por las que Cascamorras realizaría su carrera lucían elegantes trajes, unos de plástico negro o amarillo, y otros de malla verde o gris. Las fuentes se colgaron de la cintura enormes guardainfantes para marcar sus formas y establecer los límites, y mudas, señalaban los camiones de bomberos que estaban llamados a verter agua sobre quienes acompañaban al heredero de la causa de Juan Pedernal.
Hombres y mujeres de todas las edades, niños y niñas con dientes y sin ellos, participaban de la fiesta. Ellas con el cabello cubierto por los más curiosos tocados, desde la bandana multicolor al gorro de ducha, pasando por la recién cortada manga de la camiseta o la visera playera. Ellos, con menos pelo, lo llevaban al aire aunque los más cuidadosos se cubrían con gorros de cirujano.
En cuanto a los colores con los que la gente se pinta, siguen predominando la almagra y el azulete, aunque este año he visto pandas de un color negro muy parecido al que se usa en Baza, y me sorprendió ver al “Maestro del Arco Iris” con una botella llena de un tinte de ¿rosa fucsia?
Es evidente que son muchas las perspectivas desde las que se puede observar esta fiesta y su personaje protagonista, y hoy quiero proponerte la literaria, que sin dudas hará que el año que falta para reencontrarnos con Cascamorras discurra de forma entretenida.
Desde que Miguel de Cervantes, cuando trabajaba como recaudador de impuestos, disfrutara de la fiesta en 1594, hasta Carlos Asenjo, son varios los autores y autoras que se han sentido atraídas por su historia y su significado, incorporándolo a sus creaciones.
Cervantes lo inmortalizó en las aventuras de don Quijote: “...quiso la suerte que llegase uno de la compañía, que venía vestido de bojiganga, con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas; el cual moharracho, llegándose a don Quijote, comenzó a esgrimir el palo y a sacudir el suelo con las vejigas, y a dar grandes saltos, sonando los cascabeles…”.
Tarrago y Mateos, un tipo muy interesante en el que me detendré otro día, escribió el texto de una conferencia “La Piedad y el Cascamorras” que tenía como protagonista al que él llamaba Pedro Lagarto ya que, según este escritor, así se le conocía por el color de la indumentaria. Parte de los datos de esta conferencia se reflejaron en un artículo publicado en el periódico “El Porvenir de Guadix” de diciembre de 1883 que puedes consultar en la hemeroteca de “La Casa de los Tiros” de Granada.
En el año 1902 Cascamorras aparece en las páginas de la novela “Nieve y Cieno” de José Joaquín Domínguez Rodríguez, más conocido como El Magistral. La ciudad en la que se desarrolla la historia se llama Iberuela:“…entregan el estandarte al zarrapastroso arlequín, y el clérigo, con su manteo de alto cuello y el largo sombrero de canal, los cofrades, con la mejor ropa del arca, el tamborilero repiqueteando el parche, el polvorista disparando cohetes, y el derrengado Cascamorras con la multicolor bandera coronada de cintas, entran pausadamente en el pueblo, recogiendo aquí una blanca, allí una horrura, entretanto que llega la noche, y con ella la ceremonia de velar la bandera en la casa tradicional, que no es sino la del sencillo y adinerado don Juan Clímaco” Puedes conseguir este libro en la Biblioteca Municipal, solo tienes que pedírselo a Luis Muriel, y de paso charlar un rato con él y que te cuente cosas del Magistral, su novela y su herencia.
En el año 1995 Carlos Asenjo publicó “Judit y el Cascamorras”, que nos cuenta el proceso de la transición del franquismo a la democracia en la ciudad de Ítaca, en la que se celebra una arcaica tradición ¿adivinas cuál es? Puedes encontrar este libro en la Colección de Temas Accitanos que editaba el Ayuntamiento de Guadix, es el número 5.
Pero si te interesa acercarte a la fiesta desde el punto de vista de la antropología cultural, te recomiendo el texto de Salud Andrés y Ana Granados, editado en 1990 por la Universidad de Granada y los ayuntamientos de Guadix y Baza. En él se analizan paralelismos con otros personajes de la antigüedad clásica como los “pharmakoi”, víctimas expiatorias, que representaban los males de todo tipo que afectaban a la ciudad, que quedaba limpia de ellos mediante la expulsión de estas víctimas.
Lo cierto es que terminado el Cascamorras ha llovido y la ciudad luce limpia y fresca para comenzar con las tareas del otoño.