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jueves, 21 de enero de 2010

La Casa de las Palabras.




La Casa de las Palabras
Ana María Rey.
22 de enero de 2010

En el Parque de Punta Herminia de La Coruña se integran sitios con nombres tan evocadores como los deliciosos paseos que se pueden dar por ellos: El jardín del Moro, El Huerto y El rincón del viento.
Precisamente en El jardín del Moro se encuentra “La Casa de las Palabras” y mientras caminaba a su encuentro recordaba un poema de Eduardo Galeano:

A la casa de las palabras, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las lamieran.

Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.

En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...


“La Casa de las palabras” es el nombre de un antiguo Cementerio Moro construido durante la Guerra Civil, situado en la costa de Adormideras de La Coruña. En él se enterraban los efectivos marroquíes de las tropas golpistas. A finales de los años cincuenta, con la independencia de Marruecos, se repatriaron muchos de los cadáveres, y en los años sesenta, los restos que quedaban, se trasladaron al cementerio de San Amaro Durante años sufrió abandono y un gran deterioro. Hace unos años que se ha recuperado como lugar de encuentro de civilizaciones.
El espacio pretende devolver el protagonismo a la palabra, al diálogo, como argumento fundamental en el intercambio y en las relaciones entre culturas.
Con este objetivo, utiliza murales de azulejos grabados con distintas referencias históricas escritas en su idioma original, que describen la ciudad desde su nacimiento y que ponen en valor la huella que el mundo árabe ha dejado en las lenguas castellana y gallega.
En este contexto la palabra es sinónimo de diálogo, de encuentro, el germen de las relaciones y este espacio exalta el valor de las palabras, de la cultura y de las civilizaciones, porque la palabra es el nexo de unión de la Historia.
Ahora que el mundo árabe se ve con controversia y se vincula con la violencia es buen momento para poner en valor su cultura, su riqueza y la influencia que ha tenido en la cultura, en la española y en la gallega.
Leo detenidaente las palabras de murales de azulejos. La cita de Dion Casio (historiador griego), que señala el momento en que Brigantio entra en la historia de Roma; la leyenda irlandesa sobre Breogán y la Torre de Hércules, recogida en el "Libro de las invasiones" o "Leabhar Gabhala". También hay una cita de Paulo Orosio, de principios de siglo V después de Cristo, donde por primera vez se nombra a la Torre de Hércules, y su versión traducida en su día al árabe. Otra cita es de Alfonso X el Sabio, en la que se narra el combate entre Hércules y Gerión, la construcción de la Torre y la llegada de la mujer de nombre Crunna que da nombre a la ciudad. Es la leyenda fundacional de la ciudad y de la Torre de Hércules.
El texto de Dion Casio, extraí­do de la "Historia Romana", es el siguiente: "César (...) desde allí­, navegando a lo largo de la costa hacia Brigantio, ciudad de la Gallaecia, los atemorizó y los sometió por el rugido de la navegación, ya que nunca habían visto una escuadra". El texto del "Libro de las invasiones" sobre leyendas irlandesas es el siguiente: "Posteriormente una ciudad fue fundada por Breogán en España, se llama Brigantia, y también edificó una torre enfrente de la ciudad, la cual se llamó Torre de Breogán".
El texto de Paulo Osorio, del libro "Adversus paganos historiarum libri septem" es el siguiente: "El segundo ángulo de Hispania está orientado al cierzo, donde la ciudad galaica de Brigantia eleva para observación de Britania su faro altísimo y digno de mención entre muy pocas cosas".
El texto de Alfonso X el Sabio, de "Historia de España" es el siguiente: "(...) al final venció Hércules (...) Y mandó (...) hacer una torre muy grande, e hizo meter la cabeza de Gerión en los cimientos, y mando poblar una gran ciudad (...) y el primer poblador (...) fue una mujer cuyo nombre era Coruña".
En cuanto a las cerca de doscientas cincuenta palabras de origen árabe incorporadas al castellano y al gallego, que se han escrito en los azulejos, se encuentran algunas simples y ricas como naranja y aceite; otras tan aromáticas como jazmín; tan importantes como álgebra; tan entretenidas como ajedrez; y tan atractivas como paraíso.
Ahora, tras su recuperación, el espacio interior se divide en cuatro sectores inspirados en los supuestos ríos que dividí­an el mundo para los mesopotámicos, y se ajardinan al más puro estilo islámico con especies como romero, lavanda, hierbabuena y santolina. También se ha instalado una fuente, realizada en mármol blanco.
Te invito a visitar este espacio, un buen ejemplo de lo que debe ser el encuentro de civilizaciones. Cuando lo que sobran son temores y dudas, la Casa de la Palabra ofrece confianza y diálogo.
Y siempre te quedará en la memoria el aroma del prado, la caricia de la brisa marina, el color azul verdoso de la línea del horizonte, y un sabor salado en el paladar, que sin duda te llevarán otra vez a Galicia.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Cañada de los Ingleses.














Cañada de los Ingleses.
3.11.08


En noviembre nos encontramos emocionalmente preparadas para visitar los cementerios, es de los pocos momentos en que nos damos permiso para mirar a la muerte de frente, fundamentalmente para recordar a quienes han cruzado la frágil línea que nos une con la vida. Considero que son espacios urbanos de visita obligada si queremos conocer una ciudad, porque en las tumbas dejamos constancia de ideologías políticas, posición social o económica, además de reflejar sentimientos y emociones. Un sepulcro, un mausoleo, un túmulo pueden ser el espejo en el que se releja una sociedad. Es por esto que acabo de visitar el Cementerio inglés de Málaga. Se trata de un interesante espacio funerario en el centro de la ciudad. Había escuchado muchas historias sobre él y quería experimentar una vivencia nueva.
Al cruzar la verja custodiada por dos leones de mármol blanco y un coqueto edificio en el que destacan las ventanas apuntadas y el tejado a dos aguas, que era la casa del guarda, iniciamos un pendiente camino con exuberante vegetación a izquierda y derecha, anunciando que entrábamos en un jardín romántico. Mientras caminábamos mi hermana Marta nos contaba que en el siglo XIX las personas no católicas eran enterradas en las playas de la ciudad, a la luz de la Luna y en posición vertical. Era en la orilla, por encima de la línea de pleamar, con la compañía de una antorcha y dos soldados que hacían cumplir las normas vigentes. Los cuerpos se convertían en alimento de animales carnívoros, y podían ser barridos por las mareas para ser devorados por los peces. Aquellos cuerpos descomponiéndose en la arena no era visión grata para nadie. Fue un inglés llamado William Mark, que llegó a Málaga en 1816, quien decidió encontrar un espacio decente para el descanso eterno de su compatriotas. Era un hombre hecho a sí mismo que pasó de aprendiz de comercio a marino de la Armada británica y de ahí a Cónsul británico en el reino de Granada, amigo de Nelson y casado con su querida Emma Woodin, el amor de su vida. Tardó catorce años pero consiguió el cementerio que pasó a llamarse “Cañada de los Ingleses” Fernando VII le puso condiciones: no se podía construir templo, ni celebrar oficios. Recuerda que vivíamos tiempos de intolerancia religiosa e integrismo católico.
Mark realizó su sueño de convertir el cementerio en un jardín. Su estilo romántico los definen la desordenada disposición de plantas que acogen las tumbas armoniosamente. El terreno escalonado, en tres terrazas, es caprichoso e irregular, articulado por serpenteantes caminitos de tierra, y en él hunden sus raíces ficus, araucarias, jacarandas, palmeras, mimosas, falsos pimenteros, algarrobos, naranjos amargos, olivos y moreras, algunos de ellos centenarios.
Dispone de siete recogidos recintos en los que encontramos lápidas de personajes muy conocidos como el hispanista Gerald Brenan y su esposa la escritora Gamel Woolsey; Marjorie Grice-Hutchinson gran historiadora del pensamiento económico y Jorge Guillén poeta de la generación del 27.
Me impresionó el cenotafio de Robert Boyd, héroe liberal que luchó junto al General José María Torrijos. Se sabe que descansa aquí porque de ello se encargó el propio Mark, que rescató su cadáver de la playa de San Andrés en la que fueron ejecutados. Si tienes curiosidad puedes verlo en el lienzo de Gisbert, que representa ese fusilamiento, es el joven pelirrojo con chaleco de rayas amarillas y ojos cerrados, en la ampliación del cuadro es el joven de la izquierda. Boyd había sido oficial del ejercito inglés, participando en la guerra de independencia de Grecia. Se unió en Londres a Torrijos, aportando su joven corazón de 26 años y su fortuna a la causa liberal.
Bellísima la diminuta tumba de mármol blanco con una cruz celta incrustada en un círculo, simbolismo cósmico de la vida, y un nombre Violette. Nos indican que vivió un mes, y leemos ”ce que vivent les violentes” (lo que viven las violetas) la evocación de esta delicada flor simboliza la fugacidad de la vida y su extrema fragilidad.
Espectacular el túmulo “en la sagrada y querida memoria de Annie Plews” con un imponente ángel de mármol blanco y grandes alas, coronado con una estrella, que la acompañará al cielo que señala con el índice. Es una póstuma declaración de amor de su esposo que hizo tallar unas manos estrechándose tiernamente, y donde se lee “we partit to meet againt” (marchamos para volver a encontrarnos).
Después del paseo participé en los oficios de la acogedora iglesia anglicana de Saint George. La luz se teñía de mil colores a su paso por las vidrieras, y la música del piano se fundía con el cántico de los himnos transformándose en emoción. Alcancé un agradable estado de sosiego.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Ici reposent.
















Ici reposent
27.10.2003

La historia del accitano cementerio comienza en 1805 (por lo que cuenta mi compañero de tertulia Antonio Lara en el número 9 del Boletín Pedro Suárez) con una larga e intensa trifulca mantenida entre el poder civil representado por el corregidor Rafael Aynat y el poder religioso personificado en el obispo Marcos Cabello. Primero hubo gran desacuerdo sobre los terrenos elegidos, ya que el proyecto inicial del corregimiento lo ubicaba cerca del Caño de San Antón. Por parte del cabildo se alegaron cuestiones de falta de salubridad pública y propusieron un cerro en el Colmenar, por encima de la Ermita del Conde. La contrapropuesta pareció razonable al regidor público que la aceptó. Resuelto este tema apareció el asunto de la financiación, que se estimaba en 58.210 reales, con ellos allanarían el cerro, erigirían la capilla y cercarían el recinto. El disenso monetario sobre la aportación del corregimiento y la del cabildo fue tan notable que pasaron 55 años, se construyó en 1860 siendo alcalde Torcuato Martínez de Dueñas, abogado de los Tribunales de la Nación y Secretario Honorífico de su Majestad, podemos leerlo en la parte posterior del segundo arco de acceso. Las nuevas instalaciones sustituían a las que según Pascual Madoz se encontraba en “una antigua y destruida fortaleza llamada la Alcazaba, en un punto elevado, casi en el centro de la ciudad”.
Quiero despertar tu curiosidad para que te acerques a este espacio urbano al que, con intención o sin ella, solemos ignorar. En los laterales de la capilla veras un grupo de nichos del siglo XIX y principios del XX. El diseño y el lenguaje con que están talladas las lápidas es diferente a los que hemos visto en las calles nuevas. Pondré varios ejemplos que no te eximirán de visitarlos para su comprobación sobre el terreno.
En la lápida de Dolores Vigil Pérez, que falleció en 1880, se lee: Digna esposa, de virtud modelo, cariñosa madre, de amistad sincera, a los suyos en amargo desconsuelo deja y la vida fugaz, no duradera, abandona para dicha gozar, allá en cielo, del ser potente que a todos el ser diera. Ayúdele tu aliento delicioso. Pídelo, oh lector, te lo ruego, su reposo.
Por el contrario podemos encontrar la austeridad en una lápida de mármol blanco con fecha 1893: Ici reposent Victor Savy y Roger Savy.
Nos proporcionan información de las profesiones y estudios de los difuntos. José de Palma Rivas subdirector de telégrafos, licenciado en medicina y cirugía, falleció en 1895. Francisco Adolfo Kohl Rodríguez, nació el 14 de marzo de 1907 y murió el 28 de enero de 1909, sus padres Guillermo Kohl director de la azucarera San Torcuato y doña Cándida Rodríguez.
Como no podía ser de otra manera disponemos de una sección de laureados: Juan José Salmeron Garzón comendador de la Real y Distinguida Orden de Isabel la Católica fechada en 1899; José Muñoz Gualda Caballero de la Real Orden Americana de Isabel la Católica de 1884, o Torcuato Ochoa Zurana Comandante de Infantería retirado, Caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo que data de 1887.
Hay dos que me resultaron curiosas, la una por la procedencia del infante y el idioma: Cigît Gustave Pêgulu nê â Puerto Rico le 6 juin 1890 décede le 25 juin 1896. La otra porque se intuye una historia trágica y penosa: El infortunado señor Don Antonio Arenas Ortiz murió alevosamente el día 14 de mayo de 1914. Su viuda e hijos suplican una oración.
Las hay que rinden honores: Aquí yacen los restos de aquel caballero cumplidísimo y ejemplar que se llamó en vida Don Lorenzo Molina Martínez Dueñas, murió con sentimiento general de los accitanos el día 7 de febrero de 1913 a los cuarenta años de edad.
Y otras que pasan desapercibidas a pesar de la importancia del personaje, este es el caso de la sepultura del abogado, escritor y fundador en 1891 del semanal “El Accitano”, José Requena Espinar.
Ultima invitación, en tu visita reflexiona con Tagore: Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.

Una caricia, un llanto, una plegaria.









Una caricia, un llanto, una plegaria.
23.10.2007

Todos los cementerios de la comarca presentan en estos días un especial bullicio de gentes que entran y salen con la intención de preparar las tumbas de sus seres queridos para que, el día dedicado a las personas difuntas, luzcan impecables.
Desde la civilización egipcia hemos visto como, en el ámbito mediterráneo, surge toda una cultura, una forma de vida que gira en torno a la idea de la muerte entendida como tránsito hacia una dimensión distinta de la terrenal y no como el fin de la vida. Esto se traduce en unas prácticas, en unos ritos y en unas actitudes frente al fenómeno de la muerte que, a su vez generan la aparición de profesiones y artesanías vinculadas con el mundo funerario.
A mi los cementerios me resultan espacios particularmente interesantes. En cada ciudad que visito como viajera curiosa, insisto en visitar el camposanto más antiguo que posea. A mí me ayuda a comprender la forma de ser de una comunidad. Muchos de los miembros de mi familia no comparten esta faceta mía, salvo mi hermano que participa de ella, pero la respetan y suelen acompañarme.
Tú como yo, visitaremos estos días el cementerio, y es por eso que quiero llevar tu atención a los elementos que constituyen su jardín.
Cuando comiences la visita intenta recordar unos versos de la poetisa granadina Hafsa al Rakuniya, concretamente los que dedicó a su amado Abú Yaáfar Ibn Saíd, tambien poeta que murió asesinado a manos de los almohades den 1164: ¡Las nubes del crepúsculo rieguen su tumba,/ allí donde se halle,/ con la misma generosidad que tenían sus manos!. Creo que la poesía prepara nuestro espíritu para iniciar el recorrido, y solo conozco una manera mejor de hacerlo, deleitándose con un concierto de música clásica delante de la capilla, una idea que ya puso en práctica la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Guadix hace muchos años y que debería repetir coincidiendo con estas fechas.
Las plantas, las flores, los árboles son elementos comunes para los vivos y los muertos y en cierto modo creo que son elementos que permiten la mediación, la comunicación espiritual de los unos con los otros. La vegetación del camposanto forma un entramado relativamente armónico con las construcciones del recinto y las sepulturas. En realidad tienen una vocación de representar los antiguos bosques sagrados con una importante carga simbólica.
Veámoslo con detenimiento empezando por la simbología del color verde, que nos transmite un sentimiento de paz y serenidad. Y es que el verde es el emblema de la regeneración primaveral y representa la inmortalidad del alma. Este es el mensaje de las hileras de cipreses que conducen a la capilla. Algunos olmos, que han dejado de utilizarse por sufrir de grafiosis que termina matándolos, se han utilizado para representar la muerte como un sueño, este árbol es atributo de los dioses Morfeo y Mercurio y por tanto su misión es la de intermediar entre el mundo terrenal y el espiritual. Comparten protagonismo y simbolismo con los setos de arrayán, aligustre y romero que al ser rozados desprenden una delicada fragancia.
Las flores tienen un papel importante en la botánica funeraria, ya que tienen encomendada la misión de consolar el ánimo entristecido de quienes recordamos a las personas queridas que ya no están aquí. Su riqueza cromática y sus suaves aromas hacen que se aleje la melancolía. Vemos en cada esquina un grupo de crisantemos, que la naturaleza nos regala con toda su exhuberancia en esta estación. A medio camino entre los árboles y las flores están las grandes adelfas que, como fieles guardianas, crecen ante cada grupo de nichos. Tambien encontramos siemprevivas, que simbolizan el recuerdo, y que tienen la particularidad de mantenerse hermosas una vez secas.
Todas las plantas con espinas deben excluirse de los cementerios, ya que los pinchos rompen la paz, la tranquilidad y la quietud de los cementerios, solo se excluirían de esta norma los rosales y el espino albar por su aroma suave, tenue y agradable, en nuestro cementerio no lo he visto pero sí en el civil de Madrid, concretamente en la tumba de Pablo Iglesias.
Me gustaría hacer una sugerencia, y a lo mejor los Hermanos Fosores lo tienen en cuenta. Echo de menos la presencia de sauces llorones, que en la mitología celta son símbolo de melancolía por la ausencia de aquellos a quienes amamos, sus ramas inclinadas hacia la tierra son una caricia, un llanto y una plegaria, pero además, por ser un árbol dedicado a la Luna, tambien representa dos aspectos importantes el de la oscuridad de la muerte y la luz del renacimiento.