martes, 28 de octubre de 2008

Otoño en Jérez del Marquesado

Otoño en Jérez del Marquesado.
















Otoño en Ferreira.

Otoño en Ferreira.











Un poema de otoño

Un poema de Gabriela Genta

Un poema de otoño.
Otoño de pies dorados
¿qué traje te has puesto hoy?
Mi pantalón de hojas rojas
y mi galera marrón.
Otoño de andar travieso
¿qué saco te has puesto hoy?
Mi saco de hojitas secas
que al correr hacen clic cloc.
¡Qué lindo que estás, otoño!
de amarillo y de marrón,
si hasta pareces un niño
despeinado y juguetón.

Poema De Otoño

Un poema de Rubén Darío



Poema de otoño.

Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Ésos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.
Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!



domingo, 26 de octubre de 2008

Octubre se tiñe de rosa.













Octubre se tiñe de rosa.
22. 10. 08

Porque este es el color clave en la lucha contra el cáncer de mama en el mundo. Son muchas las iniciativas solidarias que se llevan a cabo a lo largo de estas semanas para tomar conciencia de que esta enfermedad ataca a una mujer cada media hora. Numerosos son los rostros famosos que colaboran con los proyectos divulgativos y benéficos, como el que ha puesto en marcha la Fundación MD Anderson bajo el lema “Cada gesto cuenta” y cuyos objetivos son concienciar a la sociedad y recaudar fondos para seguir investigando. La iniciativa ha unido a mujeres muy populares en un anuncio televisivo en el que, vestidas con una camiseta con mensaje y lazo rosa, hacen hincapié en la importancia de la información, la prevención y la investigación.
Contra el cáncer cada gesto cuenta, por ejemplo los que tienen que ver con la prevención, porque el porcentaje de curación del cáncer de mama es del 90% si se detecta a tiempo; o los que contribuyen a recaudar dinero para investigar sobre esta enfermedad; o los que contribuyen a erradicar la idea de que las palabras “cáncer de mama” son un agujero negro que se lo lleva todo, porque si no acabamos con ella, seguiremos alimentando el círculo vicioso del miedo. Para lograrlo trabajan muchas personas en organizaciones no gubernamentales, asociaciones y fundaciones que saben que la enfermedad ya no es un equivalente de muerte.
En este sentido es interesante el libro escrito por la periodista Beatriz Iraburu "Cáncer de mama. Claves y relatos" en el que se plantea que la información es vital, lo sabe porque lo ha vivido en sus carnes. Las mujeres mejor informadas se curan más, porque el conocimiento es un arma terapéutica. Sabiendo que los tratamientos en el sistema sanitario público español están entre los mejores del mundo, ella plantea que podríamos mejorarlos adoptando algunas medidas: creando en los hospitales más unidades de mama donde intervengan diferentes disciplinas del saber científico; aumentando la cirugía conservadora para evitar la mastectomía radical, recuerda que hace pocos años se realizaba en un 66% de casos, cuando su indicación debería rondar el 25%; abrir más servicios de medicina nuclear para detectar ganglios centinela y prevenir linfedemas... En este sentido, el Congreso de los Diputados ha aprobado una proposición por la que se insta al gobierno a garantizar la adecuada atención psicológica y social a las personas afectadas por el cáncer y sus familias.
Por otro lado es preciso contrastar la visión social del cáncer como una enfermedad maldita, con la que tienen las pacientes, que se sienten vivas y con ganas de luchar. Lo comprobamos viendo como evolucionan, superando el disfrute de la vida cotidiana y sus pequeñas cosas, como pasear en la tardes de otoño, salir a tomar un café con las amigas una vez superada la enfermedad, para avanzar en algo más importante a medio y largo plazo como es el redescubrimiento de las personas, incluida la propia mujer que lucha por su vida. Esta actitud tiene la virtualidad de abrirse hacia el interior, en un proceso que le permite escucharse a sí misma y que la lleva a quererse y mimarse; y hacia el exterior desplegando su sensibilidad ante los problemas de otras personas, manifestando su vena solidaria. Solo tienes que repasar la lista de voluntarias de la Asociación Española Contra el Cáncer en nuestra ciudad y en los pueblos de la comarca para comprobarlo.
Las armas principales en una lucha con horizontes de victoria son el ansia de vivir y la fe en una misma. Por eso debemos abandonar el temor irracional a la enfermedad en la puerta de la consulta y acercarnos a quienes practican la medicina con la actitud firme y positiva de quien tiene derecho a saber, a preguntar y a escuchar un lenguaje comprensible…
Pedro Ferreira Páez escribió un poema que ha dedicado a todas las mujeres que padecen cáncer de mama, del que reproduzco los versos finales que para mí son un grito de esperanza, de fuerza, de indomable voluntad para iniciar ese duro combate que nos permita seguir gozando de la vida.
“Has entrado sin permiso a mi cuerpo,/intruso, aprovechando/ la única rendija que dejé abierta./ Has comido de mi carne, bebido/ de mi leche y consumido de mi tallo./ Pero mi alma permanece impecable/ y mi voluntad íntegra./ No conseguirás quebrantar el vuelo/ libre del cóndor que en mi pecho/ anida:/ destruirá la carroña/ que dejas a tu paso por mi cuerpo/ y limpiará de minas/ el rastro vil de tus negros caballos./ Ganaré, te lo prometo, esta batalla,/ renacerá el beso al borde del labio.

domingo, 19 de octubre de 2008

Viento del olvido


Viento del olvido.
15.10.2008

Hay un viento que no es viento/ y es el viento del olvido./ No ulula, ni tiene silbido./Es gélido, sin llanto ni lamento./ ¡No me digas que el viento/ el amor tuyo abatió!...
Se equivocó radicalmente José Artero Rodríguez, el autor de estos versos, si al escribirlos pensaba que con el paso del tiempo, las personas que amaba y que le amaban, dejarían que el sentimiento se diluyese en le fluir de la horas y los días.
El doce de octubre, al cumplirse cien años de su nacimiento, congregó a su familia en el cementerio barcelonés de Palau-solitá i Plegamans. Depositaron en su tumba un centenar de claveles y recitaron sus poemas.
Lo sé porque su nieta Teresa Artero es mi confidente. Con ella me reúno al menos una vez al año, y nos tomamos un “café paliqueado” de esos que duran toda la tarde, que es lo que necesitamos para ponernos al corriente de nuestras respectivas vidas.
Ella me ha regalado una grabación de los poemas de José Artero recitados por él mismo. Y ha sido un gozada para mis sentidos. Ya sabes que me encanta la poesía, que gracias a ella la vida se llena de ritmo, de belleza… Tomar posesión de mi sillón de madre, cerrar los ojos y dejar que el poeta acaricie mi corazón con su palabra, es un buen broche para cerrar un día de afanes y trajines.
La madre de José se llamaba Consuelo Rodríguez Matarin, su padre Pedro Artero Campos, y vivieron en las “Casas de Tarifa” del barrio de la Estación. Él era maquinista de primera, uno de los que inauguraron la línea Guadix-Almendricos en el año 1907. Recordemos que el tramo que unía nuestra ciudad con la vecina Baza se puso en funcionamiento en ese año, con lo que se materializó la conexión ferroviaria con el Levante, treinta y un años después de la concesión para su construcción. Pedro participó en la huelga general revolucionaria de los ferroviarios de agosto 1917, que fue convocada conjuntamente por UGT y CNT como protesta por la grave situación social que se vivía en España, y que terminó con más de dos mil ferroviarios detenidos y muchos muertos. Él experimentó, como consecuencia, muchas dificultades laborales en años posteriores. No es de extrañar, por tanto, que por las venas de José Artero circulase una sangre roja y oxigenada, que se movía entre el socialismo y el comunismo y que le llevó a tener una clara conciencia de clase. José admiraba profundamente a su padre, y en una entrevista que le hicieron en Radio Juventud de Almería en otoño de 1978, contaba que aunque nunca le dijo que leía su escritos, supo por los amigos, que los reunía para comentarlos, por lo que se sintió respaldado e íntimamente orgulloso. Pedro inspiró con su ejemplo el cuerpo de valores que iluminarían la vida de su hijo, lo que se refleja en muchos de los poemas que construyen el libro “Arena y Horizonte”: ¿Quiénes andan por senderos malditos?/ ¿Quién a lomos del semejante cabalga?/ ¿Quién la miel de la vida hace amarga?/ ¿Quiénes se tienen por santos y benditos? O estos otros: Seres que se debaten/ y solo quieren vivir/ sin que el hambre los mate/ y el odio los haga sufrir.
Con un alma sensible y sedienta, bebía en la fuente de los poetas andaluces Bécquer y Antonio Machado. Es evidente que su corazón destilaba tinta de sangre en los artículos periodísticos que publicaba en Almería, y el hecho de que fuese Jefe de la Policía Municipal afecto a la República, provocó su detención y condena por el régimen fascista de Franco. Volvió a Guadix como desterrado.
José Artero desde muy joven estuvo unido al amor de su vida, Teresa Verdegay, a la que admiraba por haber sido compañera y “bálsamo que curó mis sinsabores” Muchos años antes de que ella falleciese, le dedicó el poema ¡Mi musa hasta la muerte!, en el que hacía una petición: ¡Antes que tú, la frialdad de la muerte,/ me haga sentir ese frío lacerante! Para su desgracia ella falleció antes y él tuvo que vivir algunos años con esa tremenda ausencia. Le ayudaron a sobrellevarlo sus hijos: Pedro, José, Julio y Teresa.
Como abuelo ejerció sobre Tere gran influencia, fue guía en su comprensión del mundo, y fuente constante de cariño, lo que sin duda es un buen legado. Me gustan las personas que hunden sus raíces en los afectos familiares. Por eso hoy quiero brindar por el centenario del nacimiento de José Artero y desearle una larga vida en nuestro recuerdo.


El intruso

Poema de Pedro Ferreira Páez.




El intruso

Soy quien reclama impuestos a
tu sangre.
Intruso. Soy quien mama
ahora de tus senos, antes
fértiles
altares de la dicha.
Soy quien corroe los labios que
amaron
en vuelo, extasiados, otros
vergeles.
Soy ese mal que robará tu
tiempo
al tiempo de los tuyos,
implacable emisario de la
muerte.
Romperé tus barreras: eres
débil.
Porque crees ser débil
Porque siendo débil me abres
tus venas,
para creciendo en ti
consumir la savia de tus hojas.

Has entrado sin permiso a mi cuerpo,
intruso, aprovechando
la única rendija que dejé abierta.
Has comido de mi carne, bebido
de mi leche y consumido de mi tallo.
Pero mi alma permanece impecable
y mi voluntad íntegra.
No conseguirás quebrantar el vuelo
libre del cóndor que en mi pecho
anida:
destruirá la carroña
que dejas a tu paso por mi cuerpo
y limpiará de minas
el rastro vil de tus negros caballos.
Ganaré, te lo prometo, esta batalla,
renacerá el beso al borde del labio.

lunes, 13 de octubre de 2008

Requiem por la hermana muerta.

Réquiem por la hermana muerta.
7 de octubre de 2008.

El sábado pasado volví de Baeza. Quería relajarme y disfrutar del fin de semana. Como es mi costumbre me dispuse a saber lo que pasaba por el mundo. Al coger el periódico Ideal me quedé emocionalmente desarmada, total y absolutamente perpleja. No podía apartar mis ojos de la fotografía que aparecía en primera plana.
Tres mujeres jóvenes en fila, vestidas con el uniforme color caqui del Ejercito de Tierra, la cabellera sobriamente recogida en moño, el gesto roto de dolor, los ojos hirviendo en lágrimas, el porte marcial, su mejilla izquierda apoyada sobre el rojo y gualda de la bandera nacional, sobre sus hombros el féretro de Encarna García, soldado profesional de 34 años, su compañera.
Mirándola pensé que se trataría de otra víctima del terrorismo. Pensé que estas sufrientes mujeres trasladaban el ataúd mientras escuchaban cantar, al resto de la tropa y del mando “La muerte no es el final” Esa que dice: “Cuando la pena nos alcanza, del compañero perdido. Cuando el adiós dolorido, busca en la fe su esperanza. En tu palabra confiamos, con la certeza que Tú, ya lo has devuelto a la vida, ya lo has llevado a la luz”
Fue entonces cuando leí el pie de la fotografía: “Despedida. Amigas y compañeras no pudieron contener las lágrimas en el entierro de Encarna, asesinada por su compañero”
No supe como interpretar la palabra compañero, ¿se refería a un soldado que había resuelto un conflicto personal o laboral a tiros? o por el contrario ¿estábamos ante otro brutal marido, novio o amante que la mató porque era suya?
Fuese cual fuese la interpretación definitiva y correcta de la palabra “compañero” me encontraba ante una nueva víctima del terrorismo machista.
Yo considero terrorismo contra las mujeres lo que se ha dado llamar violencia de género, cuando esta termina con una mujer muerta. Es violencia de género la que se ejerce hacia las mujeres por el hecho de serlo, y bajo este paraguas se incluyen la violencia física, la psicológica, la sexual y la económica.
Porque no solo hablamos de golpes, puñetazos, patadas, quemadura, mordiscos, cortes, puñaladas, asfixias… También hablamos de amenazas, insultos, humillaciones, desprecio hacia la mujer, a sus opiniones, hacia lo que hace, al trabajo que realiza... Un trabajo remunerado que el agresor quiere impedir para controlar el acceso de la víctima al dinero, y si no lo consigue la obliga a entregarle sus ingresos, haciendo él uso exclusivo de los mismos. Por supuesto el “señor” limita los contactos sociales y familiares de su pareja, aislándola de su entorno y privándola así del imprescindible apoyo social. Y convierte a la dama en un objeto sexual, mediante presiones físicas y psicológicas, que pretenden imponer una relación carnal no deseada, recurriendo a la coacción, intimidación o indefensión.
La violencia contra las mujeres está vinculada al desequilibrio en las relaciones de poder entre los sexos en los ámbitos social, económico, religioso y político, a pesar de todos los esfuerzos de las legislaciones en favor de la igualdad. Constituye un atentado contra la seguridad, la libertad, la dignidad y la integridad física y psíquica de la víctima y todo ello supone, por lo tanto, un obstáculo para el desarrollo de una sociedad democrática.
La perplejidad de la sociedad ante tanta violencia no deja de sorprenderme, cuando las agresiones familiares no son un fenómeno producto de nuestros días, sino una tragedia que ha estado siempre presente en muchas familias y que ha sido silenciado bajo el pretexto de que la violencia contra las mujeres es un asunto privado. Con esta actitud, nuestra sociedad está siendo cómplice de esas muertes. Tampoco debemos olvidar que, por esta violencia, la mortalidad de mujeres, supone diez veces más que el número de víctimas que se cobra el terrorismo político, y la sociedad no reacciona. ¿Es que la vida tiene diferente valor si quien es enterrada es una mujer?
Como comunidad debemos mostrar la misma capacidad de respuesta que, afortunadamente, manifestamos cuando se produce un acto de terrorismo político, y suficiente sensibilidad y colaboración para que, con su denuncia, se eviten agresiones y muertes. Estamos ante un gravísimo problema con entidad política, fruto de una ideología sexista, que vulnera los derechos fundamentales y humanos de las mujeres, obviando su condición de persona, limitando su libertad y autonomía hasta el extremo de disponer de sus vidas.
Hoy solo nos queda entonar un réquiem por la hermana muerta, y trabajar tejiendo redes de sororidad que nos ayuden a conseguir una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Arena y Horizonte




Arena y Horizonte.
20 de diciembre de 2005.

En algunas ocasiones mi falta de concentración invita a participar de cuanto hago a los Martinicos. Esos duendes traviesos hicieron que la semana pasada se publicase un artículo antiguo. Te pido disculpas e incluyo la colaboración que tenía preparada.
Se cumplen catorce años del fallecimiento en Palau de Plegamans de un hombre bueno, que en un tiempo vivió y trabajó en la ciudad de Guadix aportando lo mejor de sí mismo.
Me interesé por él a raíz del correo electrónico que me envió una fiel suscriptora de este periódico, y digo fiel porque ya nos leía en el formato de revista mensual. Teresa Artero Cruz es barcelonesa, y la primera vez que pisó las arcillas de Acci tenía un mes, desde entonces vuelve cada año, y me comenta que es este semanario el que la mantiene conectada a la tierra de su madre. No conozco su rostro, no he oído su voz, no he visto su letra, pero somos cómplices en el intento de rescatar, para ti, el recuerdo de su abuelo.
Tere dice que conocía a mi suegro. Así que me dirigí a las fuentes. Torcuato volvió a sorprenderme. No solo recordaba a José Artero Rodríguez, lo definió como un amigo, periodista de vocación y poeta de corazón. Puso en mis manos su libro de poemas dedicado “Arena y Horizonte”, y una carpeta con la correspondencia que mantuvieron, la primera carta está fechada en septiembre de 1978 y la última en diciembre de 1991, días antes de su muerte. Pasé varias tardes enfrascada en la lectura.
Pepe Artero nació en 1908 “en la blanca y morena Almería”. Con dieciocho años llegó a Guadix. Conoció a Juan Aparicio que llegaría a ser Director General de Prensa, y que ejerció sobre él gran influencia, “hacíamos pinitos con nuestras plumas, en prosa y verso, después él tiró por la derecha y yo por la izquierda pero la amistad es inquebrantable”. Durante ese tiempo trabajó en la imprenta de José Bocanegra. Comienza su relación con Ruiz Ferrón que le anima a participar en el opúsculo anual que honra al Magistral Domínguez, su primera colaboración se produjo en 1930.
Retornó a su tierra natal para tomar posesión del cargo de Segundo Jefe de la Policía Municipal. Simultáneamente ejerció como periodista utilizando el seudónimo “Juan de Almería”. Sus ideas, sus escritos y su lealtad a la República le condujeron al callejón oscuro en que se vieron acorralados los perdedores de la contienda. Fue condenado a muerte. Por fortuna la pena fue conmutada por la de prisión. Finalmente lo sacaron de la cárcel pero fue desterrado, era 1943. Superó esa etapa gracias al inmenso amor que le regaló su compañera Teresa Verdegay.
Volvió a Guadix que considerará su segunda patria chica. Vivió con tristeza que los golpistas le quitaran la libertad y le hirió profundamente la retirada del carné de periodista, por eso cuando logró recuperarlo, en el año 1982, lo hizo público a los cuatro vientos. Se inscribió en el Registro Oficial de Periodistas Profesionales de España, le asignaron el número 10.550 y desde ese momento apareció en el papel timbrado en que escribía.
Fue el precursor de nuestros pregones de Feria. En el año 1952 el alcalde José Vega García, decidió incorporar un texto anunciando la fiesta en el programa. En principio se le encargó al canónigo Juan José Valverde, gran amigo de Artero, pero este se puso enfermo y no pudo atender el requerimiento municipal. Nuestro protagonista trabajaba como tipógrafo y recibió de su jefe la proposición de redactarlo. “Me puse a la máquina, saqué una prueba, Bocanegra (q.e.p.d.) se la llevó al alcalde. Cuando volvió ¡pásmate!, me dijo que quitara mi firma, le contesté que sin mi firma no había pregón.” Tras idas y venidas, lo publicó como “Pepe de Almería”, en recuerdo del condenado “Juan de Almería” que tantos quebraderos de cabeza le había proporcionado. Fue un nuevo paso para la reconciliación. Artero lo pone de manifiesto en sus cartas y reconoce que los franquistas, pasaron del recelo, por su condición de rojo, a la amistad, tras descubrir en él a un hombre honrado.
Sus palabras de entonces me servirán para desearte a ti y a quienes vuelven a casa, como el turrón, “paz” en estos momentos en que iniciamos la cuenta atrás del 2005. “¡Bienvenidos todos! Guadix os recibe en estas horas alegres con todos los honores de los dignos visitantes y os vaticina que estos días jubilosos inyectarán en vosotros el más sano optimismo que os llenará de felicidad”.

lunes, 6 de octubre de 2008

La tercera de sí misma.


La tercera de sí misma.
1 de octubre de 2008.

Tenía curiosidad por leer algunos trabajos de uno de los mejores dramaturgos del Siglo de Oro de las letras españolas: Antonio Mira de Amescua. Y este verano he dispuesto del tiempo necesario.
En la Biblioteca municipal, Luis Muriel me proporcionó varios volúmenes con biografía, bibliografía, actas de coloquios, comedias, autos sacramentales, dramas... en fin que si no conocemos a este personaje, será porque no le hemos pedido a nuestro bibliotecario favorito información.
Empecé mi lectura por las comedias, en las que las mujeres son protagonistas indiscutibles: “La tercera de sí misma” y “La Fénix de Salamanca”. Muy parecidas ambas y e incluso con partes comunes.
Es evidente que al doctor Mira le entusiasmaban los juegos de confusión y malos entendidos, aderezados con los ingredientes de la comedia de enredo, la doble acción amorosa, una dama vestida de hombre...
En “La tercera de sí misma” descubro un escritor de fina ironía y gran agudeza, que invita a quien lee, y supongo que cuando se representaba, a quien observa, a enfrentarse con los problemas sociales dentro del contexto limitado del escenario de un teatro y a participar con alegría y libertad de los engaños que proporciona el cambiar de personalidad con solo cambiar de ropas.
Mira nos coloca ante dos mujeres que se resisten a que se tomen decisiones por ellas, negándose a ser solo objeto de las mismas. Firmemente decidas a hacerse con el timón que dirige el rumbo de sus vidas y navegar con libertad, así conmocionan la realidad que les envuelve. Ese deseo de ser dueñas de sus sentimientos, de sus deseos, las acerca a las mujeres concienciadas de todos los tiempos. Te gustarán Lucrecia, la duquesa de Amalfi, y Porcia, la Condesa de la Flor.
Son muchos los personajes que intervienen en esta comedia en verso. Los femeninos son, además de las susodichas, la dama de compañía de Porcia que se llama Marcela, y una pastora a la que Mira bautiza como Gila. Los masculinos son el Duque de Mantua; su criado Octavio; el Conde Arnesto, hermano del duque; Fisberto y Camilo, cortesanos que acompañan al Duque; los criados Fabio y Floro; el escudero de Lucrecia que responde por Ricardo; Cosme el pastor y su tío Lisardo que es labrador.
Lucrecia, la bella duquesa, es protagonista indiscutible. Desde el principio nos sorprende, vistiéndose de hombre y haciéndose llamar César. Pretende perseguir, alcanzar y lograr el amor del Duque de Mantua al que solo ha visto en una ocasión. Se pone en camino con su criado Fabio hacia Mantua, por el camino el sirviente quiere convencerla de que es insensata su postura y que con ello arriesga honra, fortuna y un futuro amor. Ni corta ni perezosa Lucrecia le dice que “nunca dieron fabor/ la Fortuna y el Amor/ al que ha nacido cobarde”. Y acto seguido realiza una declaración de intenciones “los astros y los cielos,/ aunque adversos, an de ver/ lo que pude una muger,/ con ingenio, amor y celos” Durante su encuentro con el Duque, y en su papel de varón, Lucrecia me recuerda a los chismosos y cotillas que tan de moda están en nuestra sobremesa televisiva, ya que se dedica a levantar falsos testimonios sobre la mujer que sabe su rival, la bella Porcia.
Ella, la Condesa de la Flor, también tiene graves problemas. Le han concertado matrimonio con el Duque, a quien no conoce, y tiene muchas dudas sobre el futuro de esta relación.
La trama se desarrolla en múltiples triangulaciones donde el honor, y lo que es más importante, la honra de las mujeres entra y sale de la escena.
Intento por un momento imaginarme a las mujeres que asistiesen en las corralas a la representación de esta obra. ¿Cómo interiorizarían el papel protagonista de la mujer sobre el escenario? ¿De qué manera afrontarían la posibilidad de ser dueñas de su destino? ¿Se plantearían la posibilidad de rebelarse ante estructuras sociales que las oprimían?
Mira de Amescua rompe moldes, obliga a reflexionar sobre el amor, sobre el derecho de las mujeres a manifestar sus sentimientos, sobre su derecho a decidir, explora opciones para afrontar el cambio, como cuando pone en boca de Lucrecia “no quiere marido sin amor”, y sobre todo cuando nos deja disfrutar de una mujer conocedora de su realidad y de la de los hombres, dueña de si misma, con valor y coraje para luchar por lo que cree. Y para mí es aún más interesante porque estamos hablando de un modelo que se definió el 7 de agosto de 1626.

domingo, 5 de octubre de 2008

Potro de herrar




Potro de herrar
3 de abril de 2005.

Decían que Osiris creó la agricultura que era fuente principal de la riqueza en Egipto. A su muerte el pueblo creyó que el alma de su rey había pasado al cuerpo de un buey, que es el animal indispensable para realizar las labores del campo y, por ello, le prestaron completa adoración y le llamaron Apis. Pero para ser sagrado el buey debía cumplir unos requisitos: sería negro, con una mancha en la frente, media luna sobre el costado derecho (ambas blancas) y además un águila tatuada en la espalda. El pueblo creía que estas señales era naturales y no obra de los sacerdotes. Hallado el animal, lo protegían y alimentaban cuarenta días, quedando al cuidado de un grupo de mujeres, que eran las únicas autorizadas para verlo. Cumplido el plazo, equipaban lujosamente un barco y el Buey Apis, navegaba por el Nilo hasta Menfis, dónde era recibido por los sacerdotes con un gran ceremonial en medio de las aclamaciones del pueblo. Entonces lo conducían al santuario de Osiris, en el que había dos establos y lo colocaban al frente de ellos, y según el establo que eligiera para entrar (el de la izquierda o el de la derecha) anunciaba buenos o malos augurios. Según los libros sagrados Apis solo podía vivir un determinado número de años y cumplido el plazo, el animal era ahogado en el Nilo, dentro de un respeto reverencial. Luego lo embalsamaban y celebraban magníficos funerales, mientras el pueblo lloraba como si otra vez hubiera muerto el dios Osiris. El duelo duraba hasta que los sacerdotes consagraban a otro Buey Apis y, entonces, había animadas celebraciones, durante toda una semana. Y es que Osiris, el Buey Apis, guardaba de nuevo la suerte de Egipto.
Sean los bueyes dioses o no, lo cierto es que han sido colaboradores necesarios en la vida cotidiana. Hasta los años cincuenta del siglo XX, los animales constituían un elemento fundamental en el desarrollo de las tareas agrícolas y en la supervivencia de las gentes de nuestros pueblos, por tanto había que cuidarlos lo mejor posible. El herraje era uno de estos cuidados. Para que pudieran caminar cómodamente había que ponerles, de vez en cuando, herraduras a sus cascos. Herrar al ganado asnal, mular y caballar, no resultaba, salvo excepciones, excesivamente complicado. Mucho más peligrosa se hacía esta operación cuando se trataba del ganado vacuno porque no aguantan de pie sobre tres patas. Lo mejor era inmovilizar al animal para hacer el trabajo sin miedo a coces y cornadas. Para eso se inventó el potro de herrar.
Estaba formado por cuatro o seis troncos de madera clavados en el suelo, formando un rectángulo, de tal manera que dentro de él cupiera el animal que habría de herrarse. A su vez, los pilares de los lados más largos estaban unidos con dos vigas horizontales, de las que colgaban unas cinchas de cuero con las que se inmovilizaba al animal. En el frente, se colocaba un yugo (algunos le llamaban ubio) de madera, donde se sujetaba la cabeza de la bestia, estando curvado en su parte central para adaptarse al cuello. En la parte superior de los dos postes traseros, existía un travesaño para sujetar el rabo. Si dividíamos en cinco partes los postes verticales, de la más próxima al suelo, salían los caballetes (algunos les llamaban apoyamanos) en los que, de forma alternativa, se ataban las patas de los animales, con cinchos de soga o cuero, para proceder al cambio de herraduras.
El herrador necesitaba un fogón. Sobre el yunque cortaba las platinas de hierro en tamaños adecuados para bueyes y vacas. Su herramienta principal era el pujavante o pala de hierro acerado y afilado, con él se arreglaba el casco de las bestias, se perfeccionaba con las tenazas y con las cuchillas.
Quizá estas explicaciones resulten un poco farragosas, así que lo mejor es que te acerques esta tarde a las siete, a la calle Pachecos, se va a proceder a la presentación del monumento escultórico “Potro de Herraje”, obra del autor cubano Sixto Bosmenier Cabrera. Con él han colaborado estrechamente la escultora Mª Ángeles Lázaro Guill que ha puesto ilusión y Thomas Jakel que ha proporcionado técnica y corazón. El potro de herrar es una de las frágiles reliquias que quedan en Guadix para recordar la vida ganadera de antaño, y debemos mantenerlo con respeto entre los tesoros de nuestro patrimonio etnográfico.