lunes, 24 de noviembre de 2008

Espacios del miedo y la ciudad prohibida.
















Espacios del miedo y la ciudad prohibida.
19.11.08

Quiero empezar lamentando que la Universidad de Granada pierda a uno de los más demandados profesores de literatura que ha tenido jamás. Va a ser horrible no poder escuchar las magistrales clases de Luis García Montero en los auditorios de la facultad de Filosofía y Letras. Es el único profesor que necesita un espacio tan inmenso para dar sus clases, pero es que la gente no duda en sentarse en el suelo para recibir su magisterio a pesar de que lo imparte a las tres y media de la tarde. Aunque no tendremos su voz siempre nos quedarán sus versos.
Leo en el número anterior de este periódico tres informaciones que dan pie a esta columna. La primera nos proporciona datos del funcionamiento de distintos servicios de la ciudad desagregados por sexo, y solicitados al Ayuntamiento por las asociaciones de mujeres, que se comprometen altruistamente con el desarrollo de una ciudad más justa. El editorial en el que se manifiesta cierta sorpresa por el deseo de las mujeres de conocer e intervenir en el Plan General de ordenación Urbana de la ciudad, y donde se asocia esta reivindicación a una forma de representar a los niños que no tienen quien les represente. Y finalmente un anuncio de la Concejalía de Deportes sobre la puesta en marcha de una guardería para los hijos e hijas de las asistentes al aeróbic.
Y entonces me pregunto ¿por qué se pone guardería en la escuela deportiva a la que acuden las madres y no durante el tiempo en que los padres juegan al fútbol?¿Por qué se cree que los niños no están representados, quizá porque los varones cuando hacen su trabajo nunca piensan en sus hijos?
Las mujeres reivindicamos nuestro legítimo derecho a la ciudad, a todos los lugares que conforman el espacio público y a todas las horas en que puede disfrutarse. El derecho a una ciudad segura, en la que no sintamos miedo al pasear por determinadas calles, plazas o equipamientos. Para ello hemos de hacer frente a varias inercias culturales, de género, incluso de imagen de nosotras mismas. Conseguir una ciudad segura no ha sido un tema prioritario del urbanismo. Es un aspecto de la realidad al que nosotras somos especialmente sensibles, porque no solemos utilizar la violencia como modo de defensa en la calle y por nuestra vulnerabilidad a las agresiones sexuales. Pero estarás de acuerdo conmigo en que afecta a toda la sociedad: una ciudad más segura, con más gente en las calles, con mayor control por parte de la ciudadanía es algo positivo para toda la comunidad.
Afortunadamente, el urbanismo presenta signos de cambio y empiezan a brotar nuevos planteamientos, empujados, en este caso, por las asociaciones de mujeres, que intentan incorporar a los proyectos urbanos la cualidad de estar pensados para la gente. El término gente incluye una visión lo más amplia posible de los distintos grupos que componen la ciudadanía: mujeres y hombres, niños, jóvenes y mayores, personas sin muchos recursos económicos y las afectadas por discapacidad de cualquier tipo. El proceso de incorporar objetivos sociales desde este planteamiento democrático a los proyectos urbanos se traduce en un proceso que empieza por reflexionar, por ser consciente de su necesidad, por analizar la realidad; continua asumiendo el compromiso de escuchar opiniones, los problemas que se tienen en el uso de la ciudad y tomar nota de sus necesidades insatisfechas; y remata incorporando la información adquirida a los proyectos y políticas que se están llevando a cabo.
Otro tipo de inercias no corresponden a los y las profesionales del urbanismo, sino a la sociedad. Debemos romper un prejuicio arraigado que asocia a la mujer con el espacio doméstico. El lenguaje común traiciona los pensamientos más profundos y, por ejemplo, la denominación de ‘mujeres de la calle’ se sigue asociando a la prostitución.
Hemos de romper con los mapas que vamos construyendo desde pequeñas, ayudadas por la familia, basadas en las prohibiciones sutiles de ir a determinado lugar a determinada hora. Reaccionemos ante el hecho de que haya una parte de la ciudad vedada para una parte de la población. Por eso es tan importante definir los mapas de “la ciudad prohibida para las mujeres” y “los espacios del miedo” para poder actuar eliminando estos puntos negros. Comparto al idea de la geógrafa Marta Román Rivas, de que la sensación de inseguridad es un líquido amargo que mata la vida ciudadana, que quita alegría a la vida y que retiene a muchas personas en casa a causa del miedo. Por eso aplaudo a las representantes de las asociaciones de mujeres que luchan para que Guadix sea una ciudad bella y habitable, para todos y todas, ahora y en el futuro.

martes, 18 de noviembre de 2008

El paisaje industrial del Marquesado.





El paisaje industrial del Marquesado.
12.11.08

El otoño que invita a la naturaleza a desvestirse, es un tiempo en el que añoro el magosto. Esa celebración celta arraigada en los castaños, árboles robustos, frondosos, acogedores y fecundos. Los magostos se realizan entre la festividad de Todos los Santos y la de San Martín (el 11 de noviembre) y han mantenido desde antiguo un halo mágico. Las nieblas otoñales, el humo de las hogueras y la castaña como símbolo de la inmortalidad, han traído a mí los recuerdos de la cándida adolescencia cuando, a la luz de la Luna y al son de gaitas, los mozos y las mozas danzábamos alrededor de las llama. En el magosto nos conjurábamos para evitar los “castañazos” de la vida y para sobrevivir sin necesitar que “nos sacaran las castañas del fuego” Para ello, con las cenizas de la hoguera, marcábamos nuestras mejillas y el mentón.
Para sacudirme la morriña me inscribo en la visita organizada por el Gabinete Pedagógico de Bellas Artes de la Delegación Provincial de Cultura, con motivo de las Jornadas Europeas del Patrimonio, titulada “El paisaje industrial de Andalucía” Embarco en la aventura a Fernando y a Tati. Así iniciamos un otoñal y enriquecedor paseo por las minas del Marquesado del Zenete.
Tuvimos un guía de lujo, el incombustible y siempre ameno José María Martín Civantos. Interesante y atípico profesor de la Universidad de Granada muy vinculado a nuestra zona. Comparto con él la ilusión de llegar a conocer todos los secretos que esconde celosamente la Alcazaba de Guadix, y la pasión por recuperar la mayor parte del rico patrimonio de la comarca. El año pasado nos enseñó mucho sobre el legado de la arquitectura árabe, y de hecho es el ideólogo del Centro de Interpretación de Ferreira. Lo dicho todo un lujo.
Habíamos quedado a las diez y media de la mañana en las Minas de Santa Constanza, en el municipio de Jérez del Marquesado, y puntualmente aparecieron un autobús procedente de la capital, y varios vehículos particulares de la comarca.
La primera pregunta era de examen ¿qué es el paisaje industrial? La ley de Patrimonio histórico de Andalucía define el patrimonio industrial como el integrado por el conjunto de bienes vinculados a la actividad productiva, tecnológica, fabril y de la ingeniería, en cuanto son exponentes de la historia social, técnica y económica de nuestros pueblos. Y también considera que el paisaje asociado a dichas actividades es parte integrante de nuestro patrimonio, por lo que incluye su protección en la figura de “Lugar de interés industrial”
Dejamos que la mirada se impregnen de cuanto nos rodea. Restos de una fundición con tres enormes chimeneas, conductos de ventilación, escombreras, montículos de escoria, un oxidado y desvencijado castillete sobre el Pozo Josefina, el poblado habitado por vacas, la original iglesia invadida por zarzas, almacenes, pequeñas edificaciones adosadas con patio posterior que ya tienen el cielo por tejado y el suelo cubierto por una exuberante alfombra de brezo rosa, el verde bosque de pinos, la deslumbrante nieve de la sierra, la silueta de algunos pueblos… Pero también percibimos el mugir de vacas de cuernos retorcidos, ladridos de asustados perros, trinar de pájaros que nos contemplan con indiferencia, silbidos del aire en las alambradas, el zumbido de abejas y nuestros pasos sobre la roca… Al caminar liberamos el agradable olor a tomillos… Y la voz de Martín Civantos llama de nuevo nuestra atención, cuenta que estas minas de cobre pueden explicar por sí solas toda la historia de la minería desde sus inicios en la Edad de los Metales hasta su máximo esplendor en el siglo XIX. Hay restos de un poblado del período calcolítico, vestigios ibéricos, se sabe que fue explotada en época romana, y en la nazarí estuvo en pleno apogeo según se deduce de los “Documentos árabes del Zenete” publicados por González Palencia. Nos recuerda que en estos períodos la gente del Marquesado solo trabajaba en las minas cuando se lo permitía la agricultura y como una actividad complementaria. En 1865 se levanta la fundición de Santa Constanza que cerrará en 1874. Vuelve a producir en 1888 y a pesar de su originalidad tecnológica (Jérez figura entre las primeras de España en que se introdujo la perforación de aire comprimido) el fracaso fue estrepitoso debido, sobre todo, al empobrecimiento de las menas, cerrando seis años después. Tras la Guerra Civil, en 1944, se inició el último período de actividad que centró su atención en el aprovechamiento de las antiguas escombreras, el acondicionamiento de las instalaciones y el desagüe de la mina. En 1955 se desmontaron definitivamente las instalaciones.
Después visitamos las minas de Alquife, pero esa ya es otra historia.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Cañada de los Ingleses.














Cañada de los Ingleses.
3.11.08


En noviembre nos encontramos emocionalmente preparadas para visitar los cementerios, es de los pocos momentos en que nos damos permiso para mirar a la muerte de frente, fundamentalmente para recordar a quienes han cruzado la frágil línea que nos une con la vida. Considero que son espacios urbanos de visita obligada si queremos conocer una ciudad, porque en las tumbas dejamos constancia de ideologías políticas, posición social o económica, además de reflejar sentimientos y emociones. Un sepulcro, un mausoleo, un túmulo pueden ser el espejo en el que se releja una sociedad. Es por esto que acabo de visitar el Cementerio inglés de Málaga. Se trata de un interesante espacio funerario en el centro de la ciudad. Había escuchado muchas historias sobre él y quería experimentar una vivencia nueva.
Al cruzar la verja custodiada por dos leones de mármol blanco y un coqueto edificio en el que destacan las ventanas apuntadas y el tejado a dos aguas, que era la casa del guarda, iniciamos un pendiente camino con exuberante vegetación a izquierda y derecha, anunciando que entrábamos en un jardín romántico. Mientras caminábamos mi hermana Marta nos contaba que en el siglo XIX las personas no católicas eran enterradas en las playas de la ciudad, a la luz de la Luna y en posición vertical. Era en la orilla, por encima de la línea de pleamar, con la compañía de una antorcha y dos soldados que hacían cumplir las normas vigentes. Los cuerpos se convertían en alimento de animales carnívoros, y podían ser barridos por las mareas para ser devorados por los peces. Aquellos cuerpos descomponiéndose en la arena no era visión grata para nadie. Fue un inglés llamado William Mark, que llegó a Málaga en 1816, quien decidió encontrar un espacio decente para el descanso eterno de su compatriotas. Era un hombre hecho a sí mismo que pasó de aprendiz de comercio a marino de la Armada británica y de ahí a Cónsul británico en el reino de Granada, amigo de Nelson y casado con su querida Emma Woodin, el amor de su vida. Tardó catorce años pero consiguió el cementerio que pasó a llamarse “Cañada de los Ingleses” Fernando VII le puso condiciones: no se podía construir templo, ni celebrar oficios. Recuerda que vivíamos tiempos de intolerancia religiosa e integrismo católico.
Mark realizó su sueño de convertir el cementerio en un jardín. Su estilo romántico los definen la desordenada disposición de plantas que acogen las tumbas armoniosamente. El terreno escalonado, en tres terrazas, es caprichoso e irregular, articulado por serpenteantes caminitos de tierra, y en él hunden sus raíces ficus, araucarias, jacarandas, palmeras, mimosas, falsos pimenteros, algarrobos, naranjos amargos, olivos y moreras, algunos de ellos centenarios.
Dispone de siete recogidos recintos en los que encontramos lápidas de personajes muy conocidos como el hispanista Gerald Brenan y su esposa la escritora Gamel Woolsey; Marjorie Grice-Hutchinson gran historiadora del pensamiento económico y Jorge Guillén poeta de la generación del 27.
Me impresionó el cenotafio de Robert Boyd, héroe liberal que luchó junto al General José María Torrijos. Se sabe que descansa aquí porque de ello se encargó el propio Mark, que rescató su cadáver de la playa de San Andrés en la que fueron ejecutados. Si tienes curiosidad puedes verlo en el lienzo de Gisbert, que representa ese fusilamiento, es el joven pelirrojo con chaleco de rayas amarillas y ojos cerrados, en la ampliación del cuadro es el joven de la izquierda. Boyd había sido oficial del ejercito inglés, participando en la guerra de independencia de Grecia. Se unió en Londres a Torrijos, aportando su joven corazón de 26 años y su fortuna a la causa liberal.
Bellísima la diminuta tumba de mármol blanco con una cruz celta incrustada en un círculo, simbolismo cósmico de la vida, y un nombre Violette. Nos indican que vivió un mes, y leemos ”ce que vivent les violentes” (lo que viven las violetas) la evocación de esta delicada flor simboliza la fugacidad de la vida y su extrema fragilidad.
Espectacular el túmulo “en la sagrada y querida memoria de Annie Plews” con un imponente ángel de mármol blanco y grandes alas, coronado con una estrella, que la acompañará al cielo que señala con el índice. Es una póstuma declaración de amor de su esposo que hizo tallar unas manos estrechándose tiernamente, y donde se lee “we partit to meet againt” (marchamos para volver a encontrarnos).
Después del paseo participé en los oficios de la acogedora iglesia anglicana de Saint George. La luz se teñía de mil colores a su paso por las vidrieras, y la música del piano se fundía con el cántico de los himnos transformándose en emoción. Alcancé un agradable estado de sosiego.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Ici reposent.
















Ici reposent
27.10.2003

La historia del accitano cementerio comienza en 1805 (por lo que cuenta mi compañero de tertulia Antonio Lara en el número 9 del Boletín Pedro Suárez) con una larga e intensa trifulca mantenida entre el poder civil representado por el corregidor Rafael Aynat y el poder religioso personificado en el obispo Marcos Cabello. Primero hubo gran desacuerdo sobre los terrenos elegidos, ya que el proyecto inicial del corregimiento lo ubicaba cerca del Caño de San Antón. Por parte del cabildo se alegaron cuestiones de falta de salubridad pública y propusieron un cerro en el Colmenar, por encima de la Ermita del Conde. La contrapropuesta pareció razonable al regidor público que la aceptó. Resuelto este tema apareció el asunto de la financiación, que se estimaba en 58.210 reales, con ellos allanarían el cerro, erigirían la capilla y cercarían el recinto. El disenso monetario sobre la aportación del corregimiento y la del cabildo fue tan notable que pasaron 55 años, se construyó en 1860 siendo alcalde Torcuato Martínez de Dueñas, abogado de los Tribunales de la Nación y Secretario Honorífico de su Majestad, podemos leerlo en la parte posterior del segundo arco de acceso. Las nuevas instalaciones sustituían a las que según Pascual Madoz se encontraba en “una antigua y destruida fortaleza llamada la Alcazaba, en un punto elevado, casi en el centro de la ciudad”.
Quiero despertar tu curiosidad para que te acerques a este espacio urbano al que, con intención o sin ella, solemos ignorar. En los laterales de la capilla veras un grupo de nichos del siglo XIX y principios del XX. El diseño y el lenguaje con que están talladas las lápidas es diferente a los que hemos visto en las calles nuevas. Pondré varios ejemplos que no te eximirán de visitarlos para su comprobación sobre el terreno.
En la lápida de Dolores Vigil Pérez, que falleció en 1880, se lee: Digna esposa, de virtud modelo, cariñosa madre, de amistad sincera, a los suyos en amargo desconsuelo deja y la vida fugaz, no duradera, abandona para dicha gozar, allá en cielo, del ser potente que a todos el ser diera. Ayúdele tu aliento delicioso. Pídelo, oh lector, te lo ruego, su reposo.
Por el contrario podemos encontrar la austeridad en una lápida de mármol blanco con fecha 1893: Ici reposent Victor Savy y Roger Savy.
Nos proporcionan información de las profesiones y estudios de los difuntos. José de Palma Rivas subdirector de telégrafos, licenciado en medicina y cirugía, falleció en 1895. Francisco Adolfo Kohl Rodríguez, nació el 14 de marzo de 1907 y murió el 28 de enero de 1909, sus padres Guillermo Kohl director de la azucarera San Torcuato y doña Cándida Rodríguez.
Como no podía ser de otra manera disponemos de una sección de laureados: Juan José Salmeron Garzón comendador de la Real y Distinguida Orden de Isabel la Católica fechada en 1899; José Muñoz Gualda Caballero de la Real Orden Americana de Isabel la Católica de 1884, o Torcuato Ochoa Zurana Comandante de Infantería retirado, Caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo que data de 1887.
Hay dos que me resultaron curiosas, la una por la procedencia del infante y el idioma: Cigît Gustave Pêgulu nê â Puerto Rico le 6 juin 1890 décede le 25 juin 1896. La otra porque se intuye una historia trágica y penosa: El infortunado señor Don Antonio Arenas Ortiz murió alevosamente el día 14 de mayo de 1914. Su viuda e hijos suplican una oración.
Las hay que rinden honores: Aquí yacen los restos de aquel caballero cumplidísimo y ejemplar que se llamó en vida Don Lorenzo Molina Martínez Dueñas, murió con sentimiento general de los accitanos el día 7 de febrero de 1913 a los cuarenta años de edad.
Y otras que pasan desapercibidas a pesar de la importancia del personaje, este es el caso de la sepultura del abogado, escritor y fundador en 1891 del semanal “El Accitano”, José Requena Espinar.
Ultima invitación, en tu visita reflexiona con Tagore: Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.

Una caricia, un llanto, una plegaria.









Una caricia, un llanto, una plegaria.
23.10.2007

Todos los cementerios de la comarca presentan en estos días un especial bullicio de gentes que entran y salen con la intención de preparar las tumbas de sus seres queridos para que, el día dedicado a las personas difuntas, luzcan impecables.
Desde la civilización egipcia hemos visto como, en el ámbito mediterráneo, surge toda una cultura, una forma de vida que gira en torno a la idea de la muerte entendida como tránsito hacia una dimensión distinta de la terrenal y no como el fin de la vida. Esto se traduce en unas prácticas, en unos ritos y en unas actitudes frente al fenómeno de la muerte que, a su vez generan la aparición de profesiones y artesanías vinculadas con el mundo funerario.
A mi los cementerios me resultan espacios particularmente interesantes. En cada ciudad que visito como viajera curiosa, insisto en visitar el camposanto más antiguo que posea. A mí me ayuda a comprender la forma de ser de una comunidad. Muchos de los miembros de mi familia no comparten esta faceta mía, salvo mi hermano que participa de ella, pero la respetan y suelen acompañarme.
Tú como yo, visitaremos estos días el cementerio, y es por eso que quiero llevar tu atención a los elementos que constituyen su jardín.
Cuando comiences la visita intenta recordar unos versos de la poetisa granadina Hafsa al Rakuniya, concretamente los que dedicó a su amado Abú Yaáfar Ibn Saíd, tambien poeta que murió asesinado a manos de los almohades den 1164: ¡Las nubes del crepúsculo rieguen su tumba,/ allí donde se halle,/ con la misma generosidad que tenían sus manos!. Creo que la poesía prepara nuestro espíritu para iniciar el recorrido, y solo conozco una manera mejor de hacerlo, deleitándose con un concierto de música clásica delante de la capilla, una idea que ya puso en práctica la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Guadix hace muchos años y que debería repetir coincidiendo con estas fechas.
Las plantas, las flores, los árboles son elementos comunes para los vivos y los muertos y en cierto modo creo que son elementos que permiten la mediación, la comunicación espiritual de los unos con los otros. La vegetación del camposanto forma un entramado relativamente armónico con las construcciones del recinto y las sepulturas. En realidad tienen una vocación de representar los antiguos bosques sagrados con una importante carga simbólica.
Veámoslo con detenimiento empezando por la simbología del color verde, que nos transmite un sentimiento de paz y serenidad. Y es que el verde es el emblema de la regeneración primaveral y representa la inmortalidad del alma. Este es el mensaje de las hileras de cipreses que conducen a la capilla. Algunos olmos, que han dejado de utilizarse por sufrir de grafiosis que termina matándolos, se han utilizado para representar la muerte como un sueño, este árbol es atributo de los dioses Morfeo y Mercurio y por tanto su misión es la de intermediar entre el mundo terrenal y el espiritual. Comparten protagonismo y simbolismo con los setos de arrayán, aligustre y romero que al ser rozados desprenden una delicada fragancia.
Las flores tienen un papel importante en la botánica funeraria, ya que tienen encomendada la misión de consolar el ánimo entristecido de quienes recordamos a las personas queridas que ya no están aquí. Su riqueza cromática y sus suaves aromas hacen que se aleje la melancolía. Vemos en cada esquina un grupo de crisantemos, que la naturaleza nos regala con toda su exhuberancia en esta estación. A medio camino entre los árboles y las flores están las grandes adelfas que, como fieles guardianas, crecen ante cada grupo de nichos. Tambien encontramos siemprevivas, que simbolizan el recuerdo, y que tienen la particularidad de mantenerse hermosas una vez secas.
Todas las plantas con espinas deben excluirse de los cementerios, ya que los pinchos rompen la paz, la tranquilidad y la quietud de los cementerios, solo se excluirían de esta norma los rosales y el espino albar por su aroma suave, tenue y agradable, en nuestro cementerio no lo he visto pero sí en el civil de Madrid, concretamente en la tumba de Pablo Iglesias.
Me gustaría hacer una sugerencia, y a lo mejor los Hermanos Fosores lo tienen en cuenta. Echo de menos la presencia de sauces llorones, que en la mitología celta son símbolo de melancolía por la ausencia de aquellos a quienes amamos, sus ramas inclinadas hacia la tierra son una caricia, un llanto y una plegaria, pero además, por ser un árbol dedicado a la Luna, tambien representa dos aspectos importantes el de la oscuridad de la muerte y la luz del renacimiento.

Cuando no venimos de París.








Cuando no venimos de París.
29. 10.08

La adopción de niños y niñas en el extranjero, por personas o familias andaluzas, es una realidad cada día más evidente en las escuelas y en los parques. Desde 2005 se tramitan cada año algo más de mil solicitudes y en el primer semestre del que finaliza se ha dado curso a casi setecientas peticiones.
En estos primeros seis meses han llegado a nuestra tierra doscientos setenta y cinco menores por adopción internacional: setenta y cinco venían de Rusia, sesenta y ocho de China, cincuenta y cuatro de Etiopía, once de Colombia y el resto de países como Bulgaria, Bolivia, Brasil, El Salvador, Filipinas, Honduras, Nepal, Polonia, Malí y Senegal, entre otros. En este mismo período en Granda se han iniciado setenta expedientes y han llegado veintiséis nuevas criaturas.
Para poder optar a este tipo de maternidad o paternidad, se debe iniciar un procedimiento que no siempre es fácil. Es imposible abordar un tema tan complejo en esta columna, por lo que te propongo que enfoquemos el preciso instante en el que al niño o la niña se le adjudica una familia. Deseo invitarte a reflexionar detenidamente sobre esta realidad. Para acompañarme has de disponerte a realizar un viaje interior imaginando que tienes cuatro años.
No has conocido a tu padre, recuerdas vagamente a una madre que no supo o no pudo cuidarte. Pronto te ingresaron en una institución. Después de varios intentos de quienes eran responsables de tí por reincorporarte a tu familia biológica (con tu madre, tus abuelos y abuelas, tus tíos, tías…) sin éxito, se inicia el proceso para que te adopten. Aunque con cuatro años ya eres un poco mayor, generalmente quien adopta quiere bebés. Pero tú has tenido suerte, porque hay una petición que procede del extranjero, una familia de Tanzania se ha interesado por tu caso.
Y un buen día viene a buscarte la Trabajadora Social y te dice que mañana iniciarás una nueva vida. Preparas tus pocas cosa, te despides de tus educadoras, de los niños y niñas con los que has jugado y dices adiós a cuanto conoces.
A las cinco de la mañana te despiertan para coger el autobús. Tras una horas llegas a un sitio que llaman aeropuerto, mucho ruido, mucha prisa, mucha gente… y te subes a un enorme aparato que te acerca al cielo y te permite moverte entre las nubes…
Después de siete horas el avión empieza a bajar y aterriza en otro aeropuerto, has llegado a Tanzania esta vez sin ruido, sin prisa, sin gente, pero con mucho, mucho, muchísimo calor. Enseguida se acercan a ti y a la Trabajadora Social, tu papá y tus dos mamás Masai. Tu acompañante te besa, te da tu maleta, te presenta a tu nueva familia y te dice que tendrás que portarte muy bien. Miras con asombro la vestimenta de colores de tu nueva familia, el color de su piel, sus extraños peinados, los collares que llevan en el cuello… ¡Y que raro hablan! Tras ellos vienen el resto de la familia y una delegación de la tribu que bailan y cantan para ti, quieren darte la bienvenida. Al terminar comenzáis a caminar hacia lo que desde hoy será tu poblado.
Te sorprenden la chozas construidas con boñigas de vaca seca, sobre todo por su olor. Dentro han preparado la comida, porque sabían que vendrías con mucho apetito tras realizar un viaje tan largo. No hay mesa, ni sillas, te sientas en una estera y te ofrecen un tazón de sangre templada, de la vaca que han matado en tu honor, y un plato de “engurma” especie de crema grumosa y verde realizada con maíz y judías molidas. Apenas comes. La familia cree que es por el cansancio, así que te preparan para dormir, porque todo lo arregla un sueño reparador. Buscas la cama, pero solo hay alfombras extendidas en el suelo. La familia se tumba en las suyas y tu les imitas.
Es noche cerrada, la cabaña parece la boca de un lobo de puro oscuro. Todos duermen placidamente, pero a ti te cuesta trabajo, el suelo está duro, huele mal, tu barriga hace ruidos y para colmo escuchas sonidos extraños en el exterior que te recuerdan al del león que sale en la tele cuando empieza una película.
Amanece, han tirado tu camiseta y tus vaqueros y te invitan a ponerte un modelo como el que se estila en el poblado. Te ofrecen el desayuno, un enorme cuenco de leche de cabra, la bebes con ansiedad.
Por la tarde te visita una persona de la oficina de adopciones y te dice: ¿estás feliz? ¡Por fin tienes una familia!