lunes, 3 de noviembre de 2008

Una caricia, un llanto, una plegaria.









Una caricia, un llanto, una plegaria.
23.10.2007

Todos los cementerios de la comarca presentan en estos días un especial bullicio de gentes que entran y salen con la intención de preparar las tumbas de sus seres queridos para que, el día dedicado a las personas difuntas, luzcan impecables.
Desde la civilización egipcia hemos visto como, en el ámbito mediterráneo, surge toda una cultura, una forma de vida que gira en torno a la idea de la muerte entendida como tránsito hacia una dimensión distinta de la terrenal y no como el fin de la vida. Esto se traduce en unas prácticas, en unos ritos y en unas actitudes frente al fenómeno de la muerte que, a su vez generan la aparición de profesiones y artesanías vinculadas con el mundo funerario.
A mi los cementerios me resultan espacios particularmente interesantes. En cada ciudad que visito como viajera curiosa, insisto en visitar el camposanto más antiguo que posea. A mí me ayuda a comprender la forma de ser de una comunidad. Muchos de los miembros de mi familia no comparten esta faceta mía, salvo mi hermano que participa de ella, pero la respetan y suelen acompañarme.
Tú como yo, visitaremos estos días el cementerio, y es por eso que quiero llevar tu atención a los elementos que constituyen su jardín.
Cuando comiences la visita intenta recordar unos versos de la poetisa granadina Hafsa al Rakuniya, concretamente los que dedicó a su amado Abú Yaáfar Ibn Saíd, tambien poeta que murió asesinado a manos de los almohades den 1164: ¡Las nubes del crepúsculo rieguen su tumba,/ allí donde se halle,/ con la misma generosidad que tenían sus manos!. Creo que la poesía prepara nuestro espíritu para iniciar el recorrido, y solo conozco una manera mejor de hacerlo, deleitándose con un concierto de música clásica delante de la capilla, una idea que ya puso en práctica la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Guadix hace muchos años y que debería repetir coincidiendo con estas fechas.
Las plantas, las flores, los árboles son elementos comunes para los vivos y los muertos y en cierto modo creo que son elementos que permiten la mediación, la comunicación espiritual de los unos con los otros. La vegetación del camposanto forma un entramado relativamente armónico con las construcciones del recinto y las sepulturas. En realidad tienen una vocación de representar los antiguos bosques sagrados con una importante carga simbólica.
Veámoslo con detenimiento empezando por la simbología del color verde, que nos transmite un sentimiento de paz y serenidad. Y es que el verde es el emblema de la regeneración primaveral y representa la inmortalidad del alma. Este es el mensaje de las hileras de cipreses que conducen a la capilla. Algunos olmos, que han dejado de utilizarse por sufrir de grafiosis que termina matándolos, se han utilizado para representar la muerte como un sueño, este árbol es atributo de los dioses Morfeo y Mercurio y por tanto su misión es la de intermediar entre el mundo terrenal y el espiritual. Comparten protagonismo y simbolismo con los setos de arrayán, aligustre y romero que al ser rozados desprenden una delicada fragancia.
Las flores tienen un papel importante en la botánica funeraria, ya que tienen encomendada la misión de consolar el ánimo entristecido de quienes recordamos a las personas queridas que ya no están aquí. Su riqueza cromática y sus suaves aromas hacen que se aleje la melancolía. Vemos en cada esquina un grupo de crisantemos, que la naturaleza nos regala con toda su exhuberancia en esta estación. A medio camino entre los árboles y las flores están las grandes adelfas que, como fieles guardianas, crecen ante cada grupo de nichos. Tambien encontramos siemprevivas, que simbolizan el recuerdo, y que tienen la particularidad de mantenerse hermosas una vez secas.
Todas las plantas con espinas deben excluirse de los cementerios, ya que los pinchos rompen la paz, la tranquilidad y la quietud de los cementerios, solo se excluirían de esta norma los rosales y el espino albar por su aroma suave, tenue y agradable, en nuestro cementerio no lo he visto pero sí en el civil de Madrid, concretamente en la tumba de Pablo Iglesias.
Me gustaría hacer una sugerencia, y a lo mejor los Hermanos Fosores lo tienen en cuenta. Echo de menos la presencia de sauces llorones, que en la mitología celta son símbolo de melancolía por la ausencia de aquellos a quienes amamos, sus ramas inclinadas hacia la tierra son una caricia, un llanto y una plegaria, pero además, por ser un árbol dedicado a la Luna, tambien representa dos aspectos importantes el de la oscuridad de la muerte y la luz del renacimiento.