martes, 18 de noviembre de 2008

El paisaje industrial del Marquesado.





El paisaje industrial del Marquesado.
12.11.08

El otoño que invita a la naturaleza a desvestirse, es un tiempo en el que añoro el magosto. Esa celebración celta arraigada en los castaños, árboles robustos, frondosos, acogedores y fecundos. Los magostos se realizan entre la festividad de Todos los Santos y la de San Martín (el 11 de noviembre) y han mantenido desde antiguo un halo mágico. Las nieblas otoñales, el humo de las hogueras y la castaña como símbolo de la inmortalidad, han traído a mí los recuerdos de la cándida adolescencia cuando, a la luz de la Luna y al son de gaitas, los mozos y las mozas danzábamos alrededor de las llama. En el magosto nos conjurábamos para evitar los “castañazos” de la vida y para sobrevivir sin necesitar que “nos sacaran las castañas del fuego” Para ello, con las cenizas de la hoguera, marcábamos nuestras mejillas y el mentón.
Para sacudirme la morriña me inscribo en la visita organizada por el Gabinete Pedagógico de Bellas Artes de la Delegación Provincial de Cultura, con motivo de las Jornadas Europeas del Patrimonio, titulada “El paisaje industrial de Andalucía” Embarco en la aventura a Fernando y a Tati. Así iniciamos un otoñal y enriquecedor paseo por las minas del Marquesado del Zenete.
Tuvimos un guía de lujo, el incombustible y siempre ameno José María Martín Civantos. Interesante y atípico profesor de la Universidad de Granada muy vinculado a nuestra zona. Comparto con él la ilusión de llegar a conocer todos los secretos que esconde celosamente la Alcazaba de Guadix, y la pasión por recuperar la mayor parte del rico patrimonio de la comarca. El año pasado nos enseñó mucho sobre el legado de la arquitectura árabe, y de hecho es el ideólogo del Centro de Interpretación de Ferreira. Lo dicho todo un lujo.
Habíamos quedado a las diez y media de la mañana en las Minas de Santa Constanza, en el municipio de Jérez del Marquesado, y puntualmente aparecieron un autobús procedente de la capital, y varios vehículos particulares de la comarca.
La primera pregunta era de examen ¿qué es el paisaje industrial? La ley de Patrimonio histórico de Andalucía define el patrimonio industrial como el integrado por el conjunto de bienes vinculados a la actividad productiva, tecnológica, fabril y de la ingeniería, en cuanto son exponentes de la historia social, técnica y económica de nuestros pueblos. Y también considera que el paisaje asociado a dichas actividades es parte integrante de nuestro patrimonio, por lo que incluye su protección en la figura de “Lugar de interés industrial”
Dejamos que la mirada se impregnen de cuanto nos rodea. Restos de una fundición con tres enormes chimeneas, conductos de ventilación, escombreras, montículos de escoria, un oxidado y desvencijado castillete sobre el Pozo Josefina, el poblado habitado por vacas, la original iglesia invadida por zarzas, almacenes, pequeñas edificaciones adosadas con patio posterior que ya tienen el cielo por tejado y el suelo cubierto por una exuberante alfombra de brezo rosa, el verde bosque de pinos, la deslumbrante nieve de la sierra, la silueta de algunos pueblos… Pero también percibimos el mugir de vacas de cuernos retorcidos, ladridos de asustados perros, trinar de pájaros que nos contemplan con indiferencia, silbidos del aire en las alambradas, el zumbido de abejas y nuestros pasos sobre la roca… Al caminar liberamos el agradable olor a tomillos… Y la voz de Martín Civantos llama de nuevo nuestra atención, cuenta que estas minas de cobre pueden explicar por sí solas toda la historia de la minería desde sus inicios en la Edad de los Metales hasta su máximo esplendor en el siglo XIX. Hay restos de un poblado del período calcolítico, vestigios ibéricos, se sabe que fue explotada en época romana, y en la nazarí estuvo en pleno apogeo según se deduce de los “Documentos árabes del Zenete” publicados por González Palencia. Nos recuerda que en estos períodos la gente del Marquesado solo trabajaba en las minas cuando se lo permitía la agricultura y como una actividad complementaria. En 1865 se levanta la fundición de Santa Constanza que cerrará en 1874. Vuelve a producir en 1888 y a pesar de su originalidad tecnológica (Jérez figura entre las primeras de España en que se introdujo la perforación de aire comprimido) el fracaso fue estrepitoso debido, sobre todo, al empobrecimiento de las menas, cerrando seis años después. Tras la Guerra Civil, en 1944, se inició el último período de actividad que centró su atención en el aprovechamiento de las antiguas escombreras, el acondicionamiento de las instalaciones y el desagüe de la mina. En 1955 se desmontaron definitivamente las instalaciones.
Después visitamos las minas de Alquife, pero esa ya es otra historia.