jueves, 11 de diciembre de 2008

Mirada atlántica y voz mediterránea.








Mirada atlántica y voz mediterránea.
2.12.08

El pasado viernes tuvimos una nueva sesión en el Aula de Poesía y Pensamiento Abentofail. Antonio Enrique presentaba a la autora granadina que más ha hecho por visibilizar a las grandes perdedoras de la historia de España: Antonina Rodrigo.
Me hacía mucha ilusión volver a escucharla porque en ella siempre encuentro un alma incansable y trabajadora que habita un cuerpo alto, esbelto, elegante… Y una mirada limpia y pacífica… Y una voz de emoción contenida capaz de transmitir las ideas más encendidas sin alterar su templado tono de voz… Y que, como la mejor de las hadas madrinas, siempre hace realidad alguno de mis deseos.
Por su desenvainada pluma conocí a Mariana de Pineda cuando llegué a Granada en 1979, y es tal la pasión que siento por esta heroína liberal y por su lucha, que trabajamos duro para que se incorporara al imaginario colectivo de nuestra ciudad dando su nombre a una principal avenida. Detalle que no pasó desapercibido a Antonina y que la emocionó.
Vinculó su conocimiento de Guadix al nombre de una accitana: Maruja Ruiz Martos. Una activista vecinal ejemplo de la vida de las mujeres de la posguerra y de la emigración. Hija de padre y madre represaliados por pertenecer a la CNT, vivió con su abuela materna en una cueva de dos habitaciones donde se hacinaban doce personas y en la que sufrieron la tortura del hambre. Se marchan a Barcelona en 1949, y allí se casa. En 1976 el marido de Maruja es despedido junto a mil ochocientos compañeros de la fábrica Motor Ibérica y se ponen en huelga. Es entonces cuando Maruja lidera el encierro de trescientas esposas e hijos de los obreros en la iglesia de San Andrés del Palomar, una medida pionera en las luchas obreras españolas. El encierro tuvo repercusión internacional y duró veintiocho días, y fueron desalojadas con violencia, pero el hecho de pasar de ser amas de casa a ciudadanas con conciencia crítica, comprometidas con los problemas sociales y dispuestas a movilizarse, cambió sus vidas. Y su compromiso todavía dura.
Después pronunció una conferencia sobre Federico García Lorca y las mujeres de su vida. De la solidaridad del poeta con las reivindicaciones de las mujeres. Habló de la necesidad de Vicenta Lorca por evitar cualquier tipo de sufrimiento a su hijo, en la certeza premonitoria de su suerte. Y se le quebró la voz al hablar de la importancia que tiene el amor incondicional de una madre, de cualquier madre, y así recordó la intensa relación de Antonio Machado con la suya, con Ana Ruiz. Nos contó como Margarita Xirgu se convirtió en la actriz lorquiana al escuchar la conmovedora confesión de fracaso que sintió Federico cuando el público pateó una de sus obras teatrales. Y de la íntima relación de Lorca con Dalí…
Antonina Rodrigo ha recibido de la Generalitat de Cataluña en el año 2006, la Cruz de Sant Jordi, por la calidad de sus estudios biográficos, caracterizados por una fina sensibilidad, rigor metodológico y talento narrativo, y por su contribución a la recuperación de la memoria histórica tanto de mujeres conocidas como de heroínas anónimas. Con su fino sentido del humor nos contaba que cuando la llamaron para comunicárselo, pensó que se trataba de alguna broma de las que gastan los programas de radio. Y eso que está acostumbrada a recibir premios y honores desde hace muchos años, entre otros el Manuel de Falla de periodismo; el de la Académie Européene des Arts; y el Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer por su "labor investigadora, su talante humano y su compromiso con la igualdad".
Las cosas buenas terminan y así tuvimos que despedirnos de esta mujer con nombre de emperatriz romana pese a ser granadina del Albayazin; con la mirada atlántica y la voz mediterránea propia del ideal anarquista; con la seguridad y entereza de las feministas de pechos en el pecho; con la sabiduría ancestral que se trasmiten las mujeres de generación en generación de forma oral; con la lúcida inteligencia de quien pone sus cinco sentidos en el análisis de cuanto le rodea; rescatadora del alma y la memoria, mil veces condenada, de las mujeres republicanas que tuvieron que exilarse; dama que ama la sensibilidad de los poetas víctimas de la fraticida contienda… Pero nos prometió volver a Guadix en primavera, cuando las gélidas temperaturas de este invierno abandonen la ciudad para refugiarse en Sierra Nevada. Entonces recorreremos calles, callejones y placetas, y Antonina podrá disfrutar de los juegos de luces y sombras, de las formas y los colores, de los sonidos y aromas, y del sabor del pan de la vieja colonia que fundara Julio Cesar.