lunes, 16 de marzo de 2009

Devorando flores de almendro.







Devorando flores de almendro.
8 de noviembre de 2006.

Se me ha proporcionado el inmenso placer de poder presentar el primer poemario de Gracia Gómez Luna. Fue impresionante la cantidad de personas que acudieron a la cita en el Patio del Ayuntamiento, más aún tratándose de un acto cultural que en principio se suponía minoritario, por estar estuvo hasta el Alcalde.
En una decidida apuesta del Ayuntamiento de Guadix para incentivar la creatividad local, Publicaciones Comala, la editorial accitana dirigida por Luis Asenjo, ha realizado una cuidada edición en la que se han mimado los detalles. Su portada es obra de un pintor dotado de extraordinaria sensibilidad, capaz de poner color a los sentimientos con técnica depurada y con ella Socram, nuevamente, le hace un regalo a nuestros ojos y a nuestros corazones. En la contraportada una magnífica fotografía de la autora realizada en el estudio de Torcuato Fandila.
Abrimos el libro y comprobamos que el prólogo está firmado por la más importante autoridad literaria de la ciudad, un académico de las Buenas Letras de Granada, que ocupa el sillón denominado con la letra más característica de nuestro idioma, la Ñ, me refiero a Antonio Enrique. En palabras de la autora él es el responsable de que sintiera "la necesidad de mostrarse inmunizada de esa enfermedad llamada silencio". El desencadenante fue una frase que Antonio le escribió como dedicatoria: Por ese amor suyo a lo que no puede verse. Antonio Enrique dice encontrar en los poemas de Gracia dos rasgos que la definen: una pasmosa sinceridad en todos y cada uno de sus versos, y la pasión que viene en todo momento equilibrada por una delicadeza instintiva.
El título "Devorando flores de almendro", es una forma sencilla de concretar una idea compleja. Las flores de almendro son el bellísimo anuncio de que la primavera está cerca, pero si son arrancadas y engullidas con avidez, quien lo hace no se alimenta, solo consigue privarnos de una promesa de dulce almendra y del delicado nutriente que su contemplación produce en el alma, por tanto los devoradores de flores de almendro no son buena gente, porque solo traen destrucción y sufrimiento. Contra estos malignos que siempre están tan cercanos solo nos queda recurrir a la poesía como escudo protector, esa protección nos la proporciona Gracia en este poemario.
Gracia se presenta como una mujer desnuda, y podemos ver su alma valiente, abierta, que tiene una voz propia y original. Es la constatación de que la poesía puede y debe ser libre, sin formas estrictas pero sin perder la música y el ritmo internos.
La poesía, la literatura en general no tiene sexo. Pero se nota cuando quien escribe es una mujer, porque no puede evitar el sello de lo femenino que enfoca la realidad desde sus intereses. Escriben con toda la mente, con toda el alma y con un cuerpo que tiene sexo.
La poesía de Gracia Gómez Luna está abierta al mundo, a las realidades del día a día; habla de la maravillosa experiencia de ser dadora de vida; de amor y desamor; manifiesta el malestar entre los sexos y propone nuevas maneras de encarar las relaciones mediante la eliminación de los roles y las jerarquías, creando nuevas identidades, fluidas y porosas; enfoca la soledad de forma positiva y la reclama para su desarrollo personal y espacio de su creación; se enfrenta a la nostalgia, a la libertad y a su perdida; reivindica su maravillosa y sorprendente condición de abuela de dos princesas que la hacen crecer por dentro, Carmina y Adriana; suele "mezclar el sobrante de lo vivido con el hambre de vivir y decirlo a todos y a nadie".
Gracia, como muchas mujeres, tiene en su ser siglos de información obtenida de observar un mundo donde las mujeres no han podido participar y en el que si fracasaban no tenían ningún lugar a donde ir. Gracia tiene unos preciosos ojos en los que si te acercas puedes ver su clase, y escuchar un silencio viejo y sabio de mujer eterna, un silencio que posee la clave de todo cuanto el hombre ignora.
Para mí la poesía es el refugio al que acudo cuando me falla el ánimo, donde repongo la confianza, donde me doy una nueva oportunidad. La poesía es un territorio al que voluntariamente me exilio cuando la realidad me asfixia, para respirar profundamente un aire puro que me permita seguir manteniendo relaciones sanas y normalizadas con la realidad. Y Gracia me ha proporcionado una nueva oportunidad para seguir respirando. No dejes de leerla. Ya me contarás.