domingo, 15 de marzo de 2009

Elenice sueña bajo el almendro en flor.




Elenice sueña bajo el almendro en flor.
26 de abril de 2004.

Mis primeros recuerdos se remontan al tiempo en que era una niña y me levantaba con rapidez de la cama al llegar la mañana. Mi nariz en aquel momento era un radar, y cuando percibía el olor del pan tostado, señalaba la cocina como el punto al que había que llegar de inmediato. Allí estaba mi madre preparando el desayuno. Un gran tazón de leche azucarada y dos enormes rebanadas de pan. Nos sentábamos las dos alrededor de la mesa. Ella tomaba una tostada y la untaba delicadamente con mantequilla, con el mismo mimo que la persona que prepara la tela sobre la que ejecutará el precioso cuadro que ha visualizado en su imaginación. Abría el bote de miel e introducía en él una pequeña cucharilla. Aquel denso y dorado elemento era utilizado por ella para pintar el pan: un caminito, árboles, una casita con tejado, chimenea, humo, ventanas y una puerta siempre abierta. El dibujo no variaba con los días, pero lo que sucedía en la casa cuando entrábamos era diferente cada jornada, y es que con el primer bocado mi madre empezaba a relatarme un cuento. Eran breves narraciones de sucesos fantásticos que, según me ha contado después, solo pretendían que la hora de desayunar fuese divertida. En cualquier caso fue maravilloso.
Pero ella no era la única que me contaba cuentos. En los veranos que pasaba con mi abuela Antonia, ella me sentaba también en la mesa de la cocina y mientras preparaba la comida traía hasta aquella cálida estancia las historias de la bruja piruja. La protagonista era una mujer joven, libre, desenvuelta, sabia y con poderes que solo podían favorecer a las mujeres en apuros. En contra de las brujas tradicionales esta era guapa, en su armario colgaban vestidos blancos que tomaban color de la paleta del arco iris según lo requiriese la ocasión, por lo que era frecuente que saliese de casa vestida de verde y volviese de naranja. Solo coincidía con las de siempre en que tenía una escoba voladora, una bola de cristal, un búho como consejero, y preparaba pociones mágicas. Es sin lugar a dudas que por ellas amo los cuentos: los infantiles y los que no lo son, los de reír y los de llorar, los de discurrir y los de dejarse llevar…
Así las cosas, yo no podía faltar, el viernes pasado, a la presentación del libro "Los cuentos del viejo Wädis" que han escrito las hermanas Carmen y Dora Hernández Montalbán. Allí nos encontramos un centenar de personas, el patio del ayuntamiento de Guadix estaba a rebosar y había muy buen ambiente, fundamentalmente porque la mayor parte de las personas presentes admiraban y valoraban el trabajo de estas mujeres. El hecho de que pertenezcan al Colectivo Sustari y que tras ellas estuviese el busto de la reina Aixa, me hizo retroceder al siglo XII para evocar a las poetisas guadijeñas, que también eran hermanas, Hamda y Zaynab Bint Ziyab, porque las cuatro han sido capaces de expresar lo más profundo de sus sentimientos con palabras bellísimas.
La presentación de los textos la hizo Marruecos, con la ternura y el cuidado propios del amigo cómplice.
Tengo con Dori una relación extraña, nos conocemos, sé que nos posicionamos, ante diferentes facetas de la vida, en una misma trinchera, pero cuando una entra la otra sale, y parece que existimos en dimensiones diferentes que solo nos permiten encontrarnos en momentos de gran intensidad, en los que una mirada es la forma de comunicación.
Al llegar a casa me senté en mi sofá de madre y me puse a leer. Y al terminar con los cuentos volví al prólogo que firma Antonio Enrique. Dice: "que en este libro las autoras nos traen un poco de ese calor de hogar que soñamos los solitarios (¿qué lector no lo es?)". Nos lleva a la cocina siguiendo los olores deliciosos, (igual que me pasaba con las tostadas) y sigue: "Yo tengo añoranza por aquellas casas llenas de mujeres, que poblaron de sueños nuestra infancia con su palabra, y siento un inmenso respeto por cuanto me enseñaron en relación a la vida y al modo de instalarse en ella, y que es casi todo lo que he aprendido en este mundo". A mí me pasa lo mismo.