viernes, 13 de marzo de 2009

!Larga vida, Cabo Vera!


¡Larga vida, Cabo Vera!
10.3.09

Estuve por la mañana en el Hospital, por allí vi a tu mujer Ascención Hernandez a la que cariñosamente llamamos Chunchi, con tu hijo Antonio Manuel. Hace tiempo que no veo a Silvia y a Pablo Alberto. Andamos con prisas para conseguir sacar de cada día el mayor jugo posible.
Pasado el medio día estabamos haciendo las pruebas de sonido en el teatro para los actos del Día Internacional de las Mujeres. Todo estaba preparado para la fiesta. Al salir nos dieron la noticia… Al Cabo Vera se lo han llevado a Granada en el helicóptero de emergencias sanitarias… parece que le ha dado un infarto… estaba de servicio… cerca de la calle Reina Aixa se ha desplomado…
No me parecía real lo que estaba escuchando, era como un mal sueño del que no puedes despertar con solo desearlo.
Mis pies me llevaron a la oficina de Fernando en el Ayuntamiento, encontré a algunas personas en el patio… pregunté… parece que se ha ido, me dijeron… fui a buscar a mi marido. Le miré a los ojos… y supe que era verdad.
No sé explicar el estado en que me encontraba…, estupefacta supongo. De pronto recordé que tenía una asignatura pendiente contigo, te prometí una copia de la foto y aún no te la he dado.
El año pasado, el ocho de marzo, estuvimos juntos en el Parque de Bomberos, para celebrar el día de su Patrón. Charlamos, nos reimos, recordamos el cuarto de siglo de amistad que nos une. Entonces le pedí a Fernando que nos hiciese una foto. ¡Tantos años de compartir cosas buenas, y no tan buenas, y solo teníamos fotos en las que, si bien es verdad que estábamos juntos, cada uno aparecíamos en un extremo, como si no nos conociésemos!
Dejé de ver gente, en mi cabeza solo estaba la imagen de aquel día. Vestias de uniforme azul, ibas "de bonito", camisa blanca impecable, corbata de nudo perfecto, botones dorados, zapatos relucientes, la mirada generosa y firme, la sonrisa acogedora y el brazo protector que pasaste sobre mis hombros. Así permaneceremos ya para siempre.
Recuerdo el día que nos conocimos, yo llevaba pocos meses en la ciudad, que entonces vivía momentos muy complicados. Había carencias en los barrios, mucha gente lo estaba pasando mal y algunas familiar peor que mal. El alcalde, Salustiano Perez, me pidió que hiciese informes sobre algunos casos para intervenir cuanto antes. Todavía me perdía por las cuevas, y los anejos ni los conocía. Esto unido a que tenía veintiun años hizo que el alcalde decidiese ponerme guia y guardaespaldas, y así apareciste un buen día en mi despacho. Saludaste, sonreiste y te presentaste. El coche patrulla está a su disposición, salimos cuando esté preparada.
Esa mañana vimos cosas que jamás podremos olvidar… Aparcaste el coche en una placeta y me explicaste cosas de las cuevas, lo que eran las cañadas, las veredas, para qué servían las chimeneas, que no había agua potable, ni saneamiento, ni cuartos de baño, que de noche no se podía subir por falta de alumbrado público… Luego te bajaste del coche y fuiste a la cueva que teníamos que visitar, te ví cruzar la puerta y desaparecer tras la cortina. Al rato volviste: Ani, quizá debiera venir otra persona, tal vez un médico. Me viste decidida a entrar. Sacaste del bolsillo de tu guerrera un pañuelo blanco como la nieve: llevalo, te hará falta.
Así eres tú, un hombre sensible, pendiente del detalle, intentando siempre hacernos más fácil la vida a los demás, constantemente al servicio de la comunidad.
Cuando años despues fui elegida concejala, viniste a darme la enhorabuena, te cuadraste, y muy serio me preguntaste como deberías llamarme a partir ese momento. Te lo dije entonces y así ha sido siempre: Antonio, para ti he sido Ani, eres la única persona a la que contesto cuando me llama así, y no ha cambiado nada. Desde siempre hemos tenido una gran complicidad.
En tu trabajo desplegaste las más espectaculares habilidades diplomáticas, sabías quitarle hierro a los conflictos, eras un mediador nato… Los chicos de Protección Civil han tenido en ti un modelo del que aprender. Para ellos el Cabo Vera es una autoridad, no solo por el uniforme, sino por el ejemplo de hombría de bien que das cada día, desde tu incorporación, hace treintaicuatro años, a la Policía Local.
El Ayuntamiento te ha concedido la Medalla de la Ciudad, para mí la has llevado, en el corazón, desde el día que te conocí. ¡Larga vida, Cabo Vera!