domingo, 30 de marzo de 2008

Dispositivo "Trabajadera"







Dispositivo “Trabajadera”
26.3.08

Durante todos los días de Semana Santa hemos visto, por las concurridas calles de nuestra ciudad, a medio centenar de hombres, y tres mujeres, con uniformes azul marino y naranja que velaban por nuestra seguridad. Se integraban en un dispositivo denominado “Trabajadera” que tenía por finalidad garantizar el fluido discurrir del tráfico de vehículos (incluidos bomberos, ambulancias y policía), de pasos procesionales, y de paseantes.
Cuando la catástrofe, los accidentes o la desgracia nos golpean, necesitamos una mano que nos sostenga. Pero también un gesto, una mirada, una palabra, que nos haga recordar nuestra dignidad de persona, más allá de las circunstancias que momentáneamente nos oprimen. Es por eso que desde los ayuntamientos se configura una organización en la que se dispone de medios públicos, colaboración de entidades privadas y de la ciudadanía, para garantizar la coordinación preventiva y operativa que permita nuestra protección y la de nuestros bienes en casos de riesgo, catástrofe o calamidad. Se programan y realizan actividades que permitan evitarlas, reducir sus efectos, reparar los daños y, en su caso, contribuir a corregir las causas que los produjeron. Es así como se crean las Agrupaciones de Protección Civil formadas por personas voluntarias que residen en el municipio y tienen interés en colaborar en los servicios básicos de Protección Civil. De hecho en “Trabajadera” han intervenido las Agrupaciones de Guadix y la de Benalúa, que mantienen una cordial y estrecha colaboración.
Quienes se incorporan a este voluntariado reúnen una serie de valores que quiero destacar. Empecemos por el compromiso, imprescindible para que la labor voluntaria se desarrolle con las máximas garantías y por tanto fundamental, tanto en el momento de incorporarse a la organización como en el desarrollo de las tareas encomendadas. La colaboración, muy importante para ser eficaces, y esto se logra a través del trabajo en equipo y con un alto grado de entrega a los demás. La disciplina y obediencia a las ordenes impartidas por las personas con autoridad acreditada, es vital. El valor del respeto que supone aceptar a todas las personas sea cual sea su situación o condición sin juzgarlas, apoyando y ayudando a que las dificultades que se encuentren puedan ser superadas con mayor facilidad. La solidaridad que es la determinación firme de empeñarse en el bien común, esto es, en realizar acciones encaminadas a conseguir el bien de cada miembro de la comunidad con entrega y sacrificio. El valor de la justicia social que permite adoptar una postura de denuncia ante las injusticias. Y el honor, esa cualidad moral que recuerda permanentemente el deber contraído con la ciudadanía y que está estrechamente ligado a la dignidad de las personas.
Con estos perfiles, los miembros de Protección Civil realizan acciones de colaboración altruista, que van desde el contacto humano, que hizo posible que una mujer que se puso de parto en una procesión fuese acompañada hasta el hospital, hasta la colocación de vallas, la organización del tráfico, o la información puntual sobre farmacias de guardia o recorrido de procesiones, velando siempre por la salud e integridad de todos y todas nosotras. Es la aportación constante de un voluntariado que anima y coordina Ismael Martos Rosillo, hombre de acreditada experiencia, gran capacidad de trabajo y férrea voluntad.
Más allá de la búsqueda de la comodidad, más allá del egoísmo personal y del creciente individualismo, en nuestra ciudad se nos descubre el tesoro de este medio centenar largo de hombres y mujeres involucradas en el cuidado de los demás, regalándonos su tiempo libre, sus mejores ilusiones, sus amplias sonrisas, sus muchos conocimientos y su buen hacer.
Conozco a gran parte del equipo y todos y todas gozan de mi simpatía y admiración sincera. Uno de ellos, Fernando Hernández Rey, tiene la garantía de mi amor incondicional y quiero que sepa lo orgullosa que me siento cuando le veo renunciar al merecido tiempo de descanso que le concede la universidad, para ponerse a disposición de la comunidad realizando servicios de hasta ocho horas diarias. Me emociona verle remangado en ese esfuerzo sin perder su maravillosa sonrisa y su especial sentido del humor que lleva como segunda piel.
Servir en este voluntariado es ejercer entrega de sí mismos sin esperar fruto ni recompensa alguna, pero quienes nos beneficiamos directamente de su esfuerzo debemos mostrar agradecimiento, así que, desde aquí, mi aplauso más sonoro.