sábado, 8 de marzo de 2008

Tía Micaela













Tía Micaela.

3.7.07

Hace unas semanas te contaba la expedición que organizamos para visitar la cueva fortaleza de Sin Salida, como he recibido varios correos solicitando que de más información sobre este tipo de patrimonio, hoy voy hablarte de otro castillo medieval excavado en arcilla.
La posición de la cueva-fortaleza Tía Micaela, nos la señaló el arqueólogo Antonio López y fue Juan Hidalgo quien nos guió hasta ella por primera vez. Se sitúa en un pequeño cerro de las estribaciones del cordón de bad-lands que separa la Rambla de la Almagara y la Rambla Cauzón, al borde de la vega de Cortes. Se accede desde el camino rural que conecta Cortes con la autovía A-92, tomando un camino de servicio de la vega que conduce al Pago de Los Perrompes.
Antes de visitarla habíamos leído los trabajos publicados por Maryelle Bertrand, arquitecta y arqueóloga francesa , en diferentes números del Anuario Arqueológico de Andalucía, que edita la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, porque ella es una autoridad en esta materia. Afortunadamente para esta comarca, la alcaldesa de Beas, Isabel Romero, la ha incorporado a su equipo de trabajo para poner en valor las cuevas medievales del municipio.
Nos sorprendió de Tía Micaela sus dimensiones enormes, en relación con las demás cuevas medievales. Y que dispusiese de tres niveles muy especializados: albacara para el ganado; vivienda refugio temporal y reducto fortificado. De la misma manera que nos preguntábamos quienes habrían sido los maestros del pico que consiguieron desarrollar una estructura tan elaborada y que difícilmente pasaran a formar parte de las listas de grandes arquitectos de la antigüedad. Sí sabemos que la cueva fue excavada a finales del siglo X, principios del XI, probablemente por poblaciones de origen norteafricano, porque hay estructuras muy parecidas en Túnez y Marruecos. Y también sabemos que presenta una reocupación en épocas almohade y nazarí, siendo abandonada definitivamente a finales del siglo XVI.
El acceso a la cueva estaba, y está, protegido por un pozo localizado en el mismo umbral, de hecho la primera vez que visité Tía Micaela, con ropa y calzado inadecuado no pude salvar este obstáculo, pero como las personas cobardes (las que abandonan a la primera dificultad) se pierden lo mejor de este mundo, decidí volver a intentarlo, y lo conseguí gracias a que mi hijo Fernando me acompañó cargando con una escalera. Comprobé que este castillo troglodítico garantizaba su seguridad con un matacán que dominaba la entrada, y como en la cueva Sin Salida, una rueda de molino debió cerrar de forma casi hermética el conjunto.
Con el corazón palpitando a gran velocidad, no sé si por la emoción, el esfuerzo o el asma, inicie mi particular expedición al corazón de esta estructura. Se desarrolla en tres niveles, el primero consta de cuatro grandes salas y dos habitaciones pequeñas. En ellas se observan la presencia de pesebres, elementos para atar el ganado, nichos de soporte de candiles y creemos que una gatera. Hay que tener mucho cuidado al entrar, primero porque está oscuro y más al contraste con la luminosidad del exterior, lo que hace necesario el uso de linternas, y segundo porque en este primer nivel, en las salas de la izquierda hay dos grandes pozos excavados que debieron de tener la función de granero y eventualmente de mazmorras. No pude resistir la tentación de asomarme a ellos, no sin antes escuchar a Pepe Jiménez que me advirtió de no estar dispuesto a sacarme de allí con las piernas rotas.
Al segundo nivel se accede mediante una empinada escalera en recodo, labrada en la arcilla, que debió protegerse por diversos sistemas de cierre móviles, lo que se constata por las marcas en los paramentos verticales. Aquí encontramos el matacán y arranca un pequeño túnel que conduce al último reducto, protegido a su vez por una buharda. Vimos varias pequeñas habitaciones y un nuevo tramo de escaleras que da acceso al puesto de vigilancia. Desde cualquiera de las ventanas de Tía Micaela la vista recibe el regalo de un paisaje extraordinariamente bello, que contemplado en estos momentos de paz y seguridad, nos hace difícil comprender aquellos tiempos en los que se guerreaba en cada esquina.
La cueva Tía Micaela presenta un buen estado de conservación general aunque el segundo nivel ha perdido parte de la fachada.
Es evidente que no hay que desplazarse a ningún país africano, ni visitar la Capadocia en Turquía para regalarle a nuestro cerebro y a nuestro corazón una lección de historia y de arquitectura medieval troglodítica.