sábado, 8 de marzo de 2008

La Condesa de Pardo-Bazán




La Condesa de Pardo-Bazán.

8 de agosto de 2007.

Desde hace años escribo mi colaboración en este espacio, llamado “La Tribuna”, hoy quiero compartir contigo que su origen se debe al titulo de la novela de una extraordinaria mujer, coruñesa, que nació mediado el siglo XIX y que para mí es un modelo.
Te presento a doña Emilia Pardo Bazán, escritora que heredó el liberalismo de su padre, don José, y el carácter abierto, emprendedor e independiente de su madre, doña Amalia de la Rúa. Su infancia fue un paseo entre bibliotecas, desde que en una casa en la que pasaba las vacaciones encontrase una Biblia y el Quijote, desde entonces leyó sin descanso, hasta que consiguió la formación autodidacta que quería, ya que en la sociedad de aquel momento el binomio mujer y educación se integraba mal.
Su afición por la escritura es temprana, siendo niña, arrojaba desde el balcón papelitos con versos patrióticos a los soldados que volvían de África.
Más adelante se dedicará al periodismo escribiendo sin cesar desde 1876 hasta su muerte; fue la primera corresponsal en el extranjero concretamente en las ciudades de Roma y París; fundó y dirigió el “Nuevo Teatro Crítico”; recogió en “La cuestión palpitante” los artículos que publicó en “La Época”, sobre estética naturalista, lo que, dicho sea de paso, le costó el divorcio; y reunió sus grandes artículos feministas de “La España Moderna” en “La Mujer Española”, acaso el libro más importante y menos conocido del feminismo español. Conquistó, en fin, un lugar de honor en nuestras letras y supuso en la sociedad de la Restauración un terremoto permanente.
Todo lo hizo a pesar de ser mujer, sin dejar de ser mujer y reivindicando su condición de mujer. Doña Emilia fue un ejemplo de lo que significaba la igualdad de los sexos en libertad. Le costó muchos sinsabores, pero tuvo la categoría de no quejarse jamás.
En “La Tribuna” (1882) supo reflejar los años inmediatos a la Revolución de 1868, en una ciudad que llama Marineda (en la que perfectamente se reconoce La Coruña) y es el testimonio de la vida de las gentes trabajadoras, especialmente las operarias de la fábrica de tabaco cercana al puerto. Con ella logra la perfección dentro de la estética naturalista. Coloca en la escena a una mujer obrera, la cigarrera y revolucionaria Amparo (la tribuna), un personaje moderno, delicado y complejo, arrollador y con estilo. Un alegato feminista con el que da en el centro de la diana.
Este verano, por fin, he conseguido visitar su Casa-Museo, que es además sede de la Academia de las Letras Gallegas. Debo reconocer que me sentí emocionada rodeada por sus muebles, los retratos de sus dos hijas y de su hijo, del de sus padres, sus abuelos, sus platos, sus libros, sus fotografías...
Conversé con la conservadora para interesarme por si en la biblioteca había algún libro de Pedro Antonio de Alarcón dedicado a ella pero no hubo suerte, a pesar de que Emilia escribió su biografía, que pude incorporar hace diez años a mi colección de libros. Le pregunté también por si se conservaba alguna correspondencia entre ellos, y me dijo que cuando las hijas legaron el patrimonio de doña Emilia para honrar su memoria, no se encontraron cartas, es ahora que se han ido adquiriendo algunas, me proporcionó el inventario, pero no había ninguna de Alarcón. Ella preguntó a qué se debía este interés, cuando lo normal es que la gente pregunte por su relación amorosa con Galdós, y le comenté que don Pedro Antonio era natural de Guadix, la ciudad en la que vivo, y sorprendentemente ella estalló en risa, confesándome que había tenido un novio de nuestra ciudad, y es que el mundo es un pañuelo. Dejé su casa, que cuando la condesa la habitó era un verdadero centro cultural. Bajando las escaleras pensaba que doña Emilia debió ser la primera Académica de la Lengua, pero lo impidieron las resistencias machistas y las envidias femeniles. Si unos detestaban que se metiera en cosas de hombres, las otras le envidiaban su fama y su libertad como mujer. Dicen que murió el 12 de mayo de 1921, pero para mí sigue viva en cada libro, y sus ideas son una fuente a la que acudo periódicamente a calmar mi sed.
Quizá el Ayuntamiento de Guadix podría invitar a alguna de sus biógrafas, por ejemplo a Marina Mayoral, al aula Abentofail, para que nos acercase más al pensamiento innovador de esta genial escritora y a su relación con Pedro Antonio de Alarcón.