sábado, 8 de marzo de 2008

Sin Salida




Sin Salida.

12 de junio de 2007.

Me apasionan las cuevas, es algo que no puedo evitar desde que tomé contacto con ellas, allá por los años ochenta del siglo pasado. Bien es verdad que aquellas que conocí, y en las que tanto trabajé, apenas se reconocen en las de hoy, afortunadamente. Y digo esto porque a pesar de que se están cometiendo verdaderas herejías en su tratamiento, también es verdad que sigue siendo una realidad viva porque han sabido adaptarse a los nuevos tiempos.
Siendo consciente del enorme legado patrimonial que para nuestra comarca supone este extraordinario hábitat a lo largo de la historia, es por lo que hoy quiero compartir contigo lo que para mí ha sido un descubrimiento. Me refiero al magníficos ejemplo de cueva fortaleza que se encuentra en el término municipal de Cortes y Graena: Sin Salida.
Ni que decir tiene que no he desaprovechado el ofrecimiento de nuestro compañero Pepe Jiménez para guiarnos hasta ella. ¿Quién iba a decir que un economista jienense fuese la brújula que nos guiase en una experiencia tan intensa?
La cueva Sin Salida se localiza a un kilómetro, aproximadamente, de Lopera, en el fondo de un barranco de paredes abruptas al que se llega siguiendo la rambla de Potreras, que cuando tiene agua enriquece al río Fardes, y fue precisamente en este punto en el que dejamos los coches. Caminamos por el cauce de la ramblilla que poco a poco se fue estrechando y cubriendo de vegetación. La abandonamos, y pisamos entonces fincas de almendros, hasta que el terreno comenzó a inclinarse de tal forma que en algunos momentos costaba trabajo encontrar una base en la que colocar la bota con seguridad. Tras una penosa subida, al menos para mí, que estoy bastante tocada por la alergia este año, llegamos al acantilado en el que se encuentra la fortaleza.
La arqueóloga Maryelle Bertrand, que se dedica al estudio y documentación de diferentes aspectos de nuestra comarca, desde hace más de veinte años, sostiene que es de la época almohade, de finales del siglo XII y principios del XIII, que fue construida por tribus ganaderas y guerreras, probablemente procedentes del norte del Sahara. Serían estas gentes las que trajeran consigo esta peculiar forma de vivienda troglodítica de marcado carácter defensivo.
La cueva se distribuye en cuatro niveles. Accedimos a ella por el tercero, y nos encontramos en una amplia habitación con los techos negros por efecto del humo. Hace funciones de distribuidor para tres habitaciones independientes de buen tamaño en las que se ven soportes para candiles, muescas para encastrar mobiliario y puertas, soportes para banquetas plegables…. Casi en el centro de esta habitación, entre dos de las puertas, hay escavada una oquedad en el techo, y en ella se descubren grandes escalones que conducen al último nivel. Pepe nos había advertido que para poder subir necesitaríamos una escaleras, y las teníamos, porque mi hijo Fernando había tenido el valor de cargar con ellas, por lo que pudimos comprobar que había una pequeña habitación que debió ser el puesto de vigilancia. Otra vez abajo, dimos con otros escalones que nos condujeron al primer nivel que se corresponde con la entrada original, por la que no se puede pasar porque está sobreelevada tres metros respecto del talud con el acantilado, aunque sí pudimos asomarnos al barranco desde el hueco de la puerta. Aquí nos sorprendió comprobar lo bien conservada que están las estructuras, por ejemplo el espacio en el que se instalaba la piedra corredera que precintaba el recinto, y que eran como una enorme rueda. Vimos otros empinados escalones por los que pudimos entrar a una pequeña habitación, como un cuerpo de guardia, en el que vimos una tronera orientada a defender la puerta de entrada. Y desde ella comprobamos la existencia de una buharda y un matacán. La primera es una pieza esencial para la defensa de una fortaleza, se trata de un hueco a través del cual se puede observar desde arriba a quien se acerca. El matacán es un voladizo colocado sobre el acceso por el que se defiende la plaza arrojando piedras o liquido caliente sobre los atacantes. Nosotros en vez de apedrearnos no hicimos unas fotografías muy divertidas, tenías que ver la cara de Ana Oset, o la de Fernando o la de Tati, son un poema medieval.
No tengo la menor duda de que se debería proteger por la administración, hacer algunas intervenciones de consolidación, instalar elementos de seguridad como barandillas en las puertas y permitir que las personas enamoradas de la historia de la comarca la visiten y valoren como se merece.