jueves, 28 de febrero de 2008

Defender la Alegria



Defender la alegría
26 de febrero de 2007.

Me acuso de creer que otro mundo es posible, que no es necesario que sigamos inventando guerras de sufrimiento, horror y muerte, para controlar países a los que les corre petróleo por las venas.
Me acuso de estar convencida de que en la vieja Europa tienen un sitio los jóvenes africanos, que buscan en nuestras ciudades las oportunidades que les expropiamos cuando su tierra fue sometida a expolio por los países de la Unión.
Me acuso de admirar a las mujeres que vienen de la nueva América a cuidar a las personas mayores de nuestros pueblos, y a pesar de soportar jornadas de veinticuatro horas diarias, durante trescientos sesenta y cinco días al año, por seiscientos euros, cama y comida, todavía son capaces de sonreír mirando al pasado y al futuro.
Me acuso de firmar manifiestos y apoyar campañas que exigen a los gobiernos un mayor compromiso ético, técnico, político y económico, para invertir en cooperación internacional, aunque eso pise los juanetes de las leyes del libre mercado.
Me acuso de tener fe en las investigaciones con células madre y embrionarias, porque las personas afectadas de parkinson, esclerosis o alzheimer también tienen derecho a reivindicar calidad de vida.
Me acuso de solidaridad con los profesionales de la medicina que creen que los seres humanos tenemos derecho a una muerte digna, y en los momentos de agonía irremediable nos socorren con la sedación.
Me acuso de saber que el vientre de una mujer es el nido más perfecto y seguro para que un hijo o hija se desarrolle hasta el momento de su nacimiento, pero también sé que si ese óvulo fecundado no es deseado, es la mujer y solo ella quien debe decidir sobre un aborto.
Me acuso de creer en el amor, en un amor libre entre un hombre y una mujer, entre una mujer y una mujer, entre un hombre y un hombre, porque este bello sentimiento ilumina cuanto toca, y me niego a escuchar a los macarras de la moral que lo enfangan todo con su mirada sucia.
Me acuso de mirar con recelo a quienes imparten justicia, porque me parece injusto que al que roba un banco lo encierren en prisión y que, acogiéndose a defectos de forma, dejen libres a los “Albertos”, porque pudiera parecer que supuestamente“los ricos” nunca lloran.
Me acuso de temer no vivir lo suficiente para ver los marcadores de víctima de violencia machista a cero patatero, cuando hemos enterrado cinco en esta semana.
Me acuso de detestar a quienes usan armas para imponer su voluntad, me da igual que se envuelvan en banderas o en papel de religión, y para no ser su igual, refuerzo a quienes abren puertas y ventanas al aire fresco del diálogo y la negociación, por eso no censuro que mi gobierno se siente en una mesa con ETA o convoque un Encuentro de Civilizaciones.
Me acuso de hablar conmigo misma esperando poder hablar con la Diosa algún día, y mientras tanto, libro mi particular batalla para que no se use el nombre de Dios en vano.
Me acuso de pagar impuestos, en la seguridad de que son necesarios para que se produzca una justa redistribución de la riqueza, y de esta forma garantizar que sea reconocida a toda persona el derecho a la educación, a la asistencia sanitaria, al transporte público, a la cultura, a los servicios sociales, a las pensiones, a las prestaciones por desempleo y a una información de calidad.
Me acuso de despreciar a quienes, defendiendo lo contrario, después reclaman con gesto agrio que el estado les garantice buenos y eficaces servicios públicos.
Me acuso de vivir con la esperanza de que algún día seamos capaces de construir una sociedad de mujeres y hombres trabajadores, pacíficos, inteligentes, solidarios, libres e iguales.
Y acusándome de todo lo anterior y de más cosas que aquí no caben, no pido perdón, ni lo espero. Porque la redención tendrá lugar el próximo día 9 de marzo cuando, en el ejercicio de mi derecho y obligación ciudadana, deposite el voto en la urna. Entonces me reconciliaré conmigo misma y con la comunidad. Porque defenderé la alegría del pasmo y las pesadillas, de los neutrales y de los neutrones. Y siguiendo con Benedetti te digo: “Con tu puedo y con mi quiero/ vamos juntos compañero,/ la historia tañe sonora/ su lección como campana,/ para gozar el mañana/ hay que pelear el ahora”
Votaré con ilusión renovada para que José Luis Rodríguez Zapatero vuelva a ser el presidente que gobierne España.