domingo, 10 de febrero de 2008

Soñé en una noche fría



Soñé en una noche fría.
5.2.2008
Hace años escribía que en una noche fría soñé que, por obra y gracia de las ninfas de las fuentes, todos los baños de nuestra comarca recuperaban su antiguo esplendor…. Así que cuando MariÁngeles Lázaro me comunicó que, desde la asociación a la que pertenecemos, dedicada a la Conservación del Patrimonio de Guadix y Comarca, se había programado una conferencia con el título “El baño árabe de Aldeire. Nuevas aportaciones desde la arqueología”, pensé que las ninfas se habían puesto manos a la obra. En realidad no eran ellas, pero sí el equipo de arqueología que había realizado las excavaciones. En los salones del Liceo intervenían Antonio López y Ángel Rodríguez Aguilera.
El público llenó el local, prueba inequívoca de que, a pesar del fútbol y del carnaval, cuando un tema interesa, la ciudadanía acude, aunque es bien cierto que algunas personas deseamos poseer, en ese momento, el don de la ubicuidad.
El baño árabe de Aldeire (siglo XII-XIII) forma parte del conjunto de baños del Marquesado del Zenete, territorio donde existen un importante número, algunos conservados en buen estado, al haber sido embutidos en construcciones posteriores que los han protegido. Seguramente el hecho de que los pueblos del Marquesado dispusieran de continuo caudal de agua proporcionado por los pequeños ríos que los atravesaban, y que garantizaba el abastecimiento de los baños, incentivase la construcción de un buen número de ellos en esa zona.
La población morisca de ese tiempo, se identificaba por sus arraigadas costumbres, una de las que más costó eliminar a la Inquisición fue el uso de estos baños públicos, por la importancia que tenía en las prácticas religiosas, sociales y culturales. Para erradicarlos, se ordenó su destrucción en toda la provincia de Granada, y como la norma tiene una excepción que la confirma, el Marquesado del Zenete lo fue, ya que al tratarse del señorío del hijo del Cardenal Mendoza, este proporcionó protección a la población hasta su expulsión en 1568. Desde entonces el baño que nos ocupa se convirtió en un espacio doméstico y de cuadra.
Hoy sigue siendo una propiedad privada, su dueño es, al parecer, una persona con sensibilidad por el patrimonio que desea rehabilitarlo para instalar en él un espacio expositivo con una buena colección de piezas de cerámica decorativa de época nazarí. Mantiene negociaciones con la administración autonómica de Cultura, y no parece que la cosa este bien encaminada, aspecto este bastante preocupante, porque no sería la primera vez que la mastodóntica burocracia eterniza proyectos ilusionantes.
Nos contaron que el baño de Aldeire constituye un ejemplo típico de baño público rural, de pequeñas dimensiones y estructura sencilla. El equipo de arqueología ha documentado que está constituido por tres naves paralelas y contiguas, de planta rectangular, orientadas de este a oeste, que se corresponden con las salas fría, templada y caliente. Los muros del baño son de mampostería y pizarra, unidas con mortero de cal y arena. Las bóvedas son de medio cañón de ladrillo (solo se conservan en las salas templada y caliente). Lumbreras o lucernarios cuadrados dan luz a las dependencias. El baño tenía además vestuario, pilas de agua caliente y caldera para calentar el agua, además del horno y la leñera.
Mostraron las fotografías del sistema de pilares sobre los que asentaba el pavimento original del baño y que permitía crear una cámara subterránea para el paso del aire caliente que caldeaba el suelo y la estancia, completado por medio de la circulación de agua procedente de la sala caliente (en la que se descubre la misma estructura) El circuito de agua era conducido por medio de canalizaciones internas, y el exceso de calor y/o vapor se eliminaba por medio de dos chimeneas abiertas en el muro.
La sala caliente es la de mayores dimensiones (3,25 por 9 m) presentando en el fondo tres espacios de tendencia cuadrangular: las de los extremos (2,10 por 2,70m) servían para albergar las pilas de agua caliente y la central (2,70 por 2,70 metros)para la estructura de combustión.
Mientras escuchaba pensé en el Alfaquí llamado Alí Aben Chapela, que era natural de Aldeire. El señor del Zenete, Rodrigo de Vivar, hijo del Cardenal Mendoza, lo designó en 1491 como su hombre de confianza para que se ocupase, en lo civil y lo criminal, de todos los problemas que se originaran entre los naturales del Marquesado. Me pregunté, si aquel musulmán, que al convertirse al cristianismo se bautizó Rodrigo Abenchapela, estaría rondando las excavaciones y se ofrecería como mediador para que mi sueño se hiciese realidad.