domingo, 10 de febrero de 2008

Copulacion demoniaca




Copulación demoníaca.
17.7.07
En el año 1484 el Papa Inocencio VIII, el impulsor de la Inquisición y valedor de Torquemada, publica “Summis desiderantis affectibus” conocida como “Bula sobre brujas” en la que afirma que los brujos y brujas practican la fornicación con el diablo: “Un gran número de personas de ambos sexos, descuidando su salvación y alejándose de la fe católica, tienen relaciones carnales con el diablo en figura de varón (íncubo) o de mujer (súcubo)”. En su exposición resulta llamativo el que los diablos se ajusten, a la hora de elegir postura para copular, a la concepción teológica de la posición normalizada en el acto sexual: los diablos yacen encima y las diablesas debajo.
Fuente principal para la esta bula es la idea que tiene Tomás de Aquino acerca de la copulación satánica con los diablos “suprayacentes” (ellos) y “subyacentes” (ellas), en la explica cómo, en contra de su naturaleza estéril, el diablo puede procrear. La teoría tomista sobre la transmisión del semen es la siguiente: un único y mismo demonio puede procurarse semen masculino copulando en forma de mujer (como súcubo, es decir, subyacente) con un varón, y a continuación, en figura de hombre (como incubo, es decir, suprayacente) traslada a la mujer ese semen en el acto sexual. Tomás no llega a tratar detalladamente cómo este semen que el diablo se ha procurado de un varón mantiene su actividad procreadora hasta que tiene lugar la copulación con la pecadora. Pero para eso está “El Martillo de brujas”, obra de dos dominicos a los que no quiero nombrar, que llenará esa laguna: para la transferencia del semen, los demonios disponen de un termo especial que lo mantiene activo.
A los autores de este texto les preocupa la cuestión de por qué las mujeres tienen más relaciones sexuales con los diablos con figura de varón, y por tanto por qué hay más brujas que brujos. Esta cuestión les ofrece la oportunidad de desarrollar su visión de la mujer, uniéndose así al coro teológico eclesial de difamadores de la mujer, que son legión en la tradición católica.
Tiran del aristotélico mayor contenido de agua de las mujeres, que nos hace inconstantes y nada fiables. Citan a Crisóstomo:”¿Qué otra cosa es la fémina sino la enemiga de la amistad, un castigo inevitable, un mal necesario, una tentación natural, una desdicha deseable, un peligro doméstico, un daño que divierte, un defecto de la naturaleza pintado con bellos colores?” Para estos dos sádicos las mujeres siempre somos culpables porque tener voz y utilizarla, y lucir una larga cabellera son evidencias de la concupiscencia carnal insaciable, que hace que haya más brujas que brujos.
Está claro que con todos estos cuentos, chinos o no, siempre han querido controlar la sexualidad de las mujeres, y aquellas que trasgredían la norma y ponían en riesgo el orden que ellos habían establecido, se convertían en un peligro que era eliminado en un juicio por brujería.
Esto que te cuento viene al caso, porque el otro día estuve en la Catedral, y me acerqué a ver las esculturas que flanquean el interior de la Puerta de San Torcuato. Hace un año te hablaba de Daimón y Morgana, que es como llamo a la pareja de la Puerta de Santiago.
Ya habrás supuesto que esta vez, he identificado a la nueva pareja como una súcubo a la que llamo Jezabel y un íncubo al que le he dado el nombre del demonios más bello, atractivo y vicioso de los que se conocen Belial.
Me ha dado por imaginar que quienes diseñaron nuestro templo conocían bien todas esas historias de posesiones demoníacas que eran la comidilla de las gentes en la Edad Media, y quizá los colocaron en este ángulo oscuro para que no fuesen muy evidentes, pero que al mismo tiempo nos recordaran que el demonio siempre nos acecha, y a poco que nos descuidemos podríamos tener un encuentro carnal, aunque fuese sin nuestro consentimiento.
Probablemente cuando Ifigenia de los Reyes (siglo XVIII), describió al íncubo con el que realizó copulaciones demoníacas, se estaba refiriendo a Belial: un hombre guapo, fuerte, autoritario, con poder para volar y hacer volar a las personas, de aparecer y desaparecer sin perder la presencia, de una sexualidad poderosa que a ella le produjo gran excitación, y muy interesado en el coito.
Por tu propia seguridad deberías mirar para arriba cada vez que traspases las puertas mencionadas de la Catedral, tanto al entrar como al salir, y no pierdas de vista a Daimón, a Morgana, a Jezabel o a Belial.