jueves, 28 de febrero de 2008

Un viaje,un cuadro, una historia














Un viaje, un cuadro, una historia.

19.12.07

Acabo de regresar de Madrid. Me gusta viajar a la capital del reino en los días previos a la Navidad, porque esta ciudad, cosmopolita y acogedora, rebosa vitalidad. Es cierto que me siento feliz en ella por mi condición de viajera en tránsito, porque sé que sólo voy a estar unos días, porque es tiempo de ocio no sujeto a agenda, porque mis sentidos tienen orden de seleccionar solamente lo bello y agradable de todo aquello que perciban, y porque mi disposición es la dar una oportunidad a Navidad como espacio para renacer.
Visitamos”Roma, S.P.Q.R”, en el Centro de Exposiciones Arte Canal del Paseo de la Castellana. Oportunidad maravillosa de realizar un recorrido histórico que se inicia en un minúsculo asentamiento cuando corría el siglo VIII antes de Cristo, y que llegaría a convertirse en un Imperio. Didácticamente nos acerca a la religión, la sociedad, la economía, la arquitectura, el paisaje, el urbanismo, los juegos, los espectáculos, las fiestas, la vida cotidiana, el ejército, o su forma de afrontar la muerte. Muestra esculturas y objetos procedentes de diferentes museos de España, Italia y Croacia que son un regalo para comprender de donde venimos y quienes somos.
Tuvimos otra cita en el Museo del Prado. Por un lado quisimos comprobar el resultado de la mayor ampliación del Museo en sus casi doscientos años de historia, realizada por el arquitecto navarro Rafael Moneo, inaugurada en octubre con una imponente selección de pintura española del siglo XIX. Y por otro visitar “Fábulas de Velázquez”, extraordinaria exposición que te recomiendo encarecidamente. En ella, en una sala dedicada al desnudo, y flanqueado por "Venus recreándose en la música" de Tiziano, y "Las tres Gracias" de Rubens, se encuentra “La Venus del espejo”
Se considera una de las obras maestras, no sólo del autor, sino de toda la pintura europea del siglo XVII. Aborda un tema mitológico. El niño representa a Cupido, símbolo el Amor, que sostiene un espejo ante la Diosa Venus, la belleza. Llama la atención como el Amor tiene las manos atadas con una cinta rosa, lo que parece aludir a una metáfora por la que el amor sería preso de la belleza, que desdeñosa sólo se contempla a sí misma, símbolo de vanidad. Pero al representar el rostro de la Venus difuminado, Velázquez plantea un ingenioso reto a quienes contemplamos su obra, y con mucha ironía, deja que cada cual cree con su imaginación el rostro definitivo de la mujer del espejo. La figura femenina representa, por tanto y simultáneamente, a Venus, a la Vanidad, una versión del narcisismo femenino y el autoconocimiento del personaje, vinculado con lo corporal, ya que según personas expertas en óptica por la posición del espejo, lo que se debería ver es el sexo de la dama.
Así era el arte del siglo XVII, expresaba un juego intelectual en el que eran coparticipes, en igual medida, quien creaba y quien se deleitaba en la contemplación, entablando un dialogo del que no se eliminaban reflexiones científicas sobre la percepción y la verosimilitud, ni reflexiones filosóficas sobre la identidad, el mito y la tradición cultural y estética, anterior y contemporánea.
Recordé que la primera vez que vi esta pintura fue en la Nacional Gallery de Londres (que es su propietaria). Me interesaba la anécdota que lo liga a la historia del feminismo, porque el 10 de marzo de 1914 Mary Richardson, una sufragista inglesa perteneciente a la Unión Social y Política de Mujeres, sacó una pequeña hacha y arremetió contra la Venus causándole varias heridas. Richardson, que no era ninguna jovencita, justificó su acción diciendo:”He tratado de destruir el cuadro de la mujer más hermosa de la historia mitológica, como protesta porque el Gobierno esté destruyendo a la señora Pankhurst, que es el personaje más hermoso de la historia Moderna” Se refería, naturalmente, a la aguerrida sufragista británica quien, en su lucha para la consecución del derecho a voto de las mujeres, fue encarcelada varias veces y alimentada a la fuerza durante sus huelgas de hambre. Siempre me he preguntado la razón por la que provoca más indignación la destrucción de una obra de arte que la agresión violenta contra seres humanos. Lógicamente cuando salí de la Nacional Gallery me dirigí a Westminster, en “Victoria Tower Gardens” hay una sencilla estatua en bronce, que representa a Emmeline Pankhurst de cuerpo entero, serena, consciente, sabedora de que luchó y ganó, por ella y por nosotras.
Por un viaje y una historia, nació mi pasión por la Diosa que pintó el genial sevillano Diego Velázquez.