viernes, 27 de septiembre de 2013
Necesitaba unos días de descanso. Mi cabeza pedía desesperadamente un analgésico para el tremendo malestar que me provocan las noticias en los periódicos, las tertulias de la radio, las consecuencias de todas esas medidas que se han ido aprobando por quienes nos desgobiernan, del cinismo, las mentiras, de la poca vergüenza... Y es que a mi no me anestesian ni el fútbol ni los manipulados conflictos con Gibraltar o Marruecos. Decidimos perdernos en los paisajes de La Alpujarra, una comarca con tanta identidad como variados contrastes. Un lugar para quienes gustamos del viaje, pero también para artistas y poetas. Las razones de la elección: su proximidad, su paisaje pintoresco y peculiar, su distinguido hábitat, su arquitectura vernácula, su luz, su aire, su agua, su vino, su jamón, sus tomate, sus dulces... sus gentes. Mientras preparaba el equipaje, añadí el libro de Pedro Antonio de Alarcón “La Alpujarra” y “Al sur de Granada” de Gerald Brenan, porque muy joven adquirí la costumbre de leer lo que otros viajeros han experimentado y compararlo con mis propias experiencias, además los días de descanso son muy propicios para la lectura. Decidimos que nuestro centro base estaría en Juviles y desde allí, unas veces a pie y otras en coche, recorreríamos el territorio. Cuando abandonábamos la autovía para dirigirnos a Torvizcón intentaba imaginar a Alarcón a lomos de su caballo y no podía evitar sonreír. Viajar a la Alpujarra en aquellos años debía ser como ir ahora al Polo Norte, una travesía de riesgo. Vimos gentes trabajando la tierra, muchos hombres con la piel negra, y no precisamente por los efectos del sol, sin duda eran africanos. Allí se ha sufrido y se sigue sufriendo porque de la tierra, compañera inseparable, no alcanzan a extraer lo suficiente, y hay que vender barata la mano de obra sacrificada. Seguramente con esta realidad que conjuga belleza y sufrimiento fue con la que se encontraron primero Alarcón y luego Brenan. Al visitar la posada que fue primera residencia del inglés en Yegen me quedé absolutamente impresionada. Afortunadamente pudimos deleitarnos en ella gracias a que el ayuntamiento ha dejado las llaves en una castiza taberna próxima, que gestiona una irlandesa, y que con gran amabilidad proporciona todo tipo de explicaciones. Lamentablemente no ocurre lo mismo con la Casa Museo de Alarcón en Capileira que solo abre en agosto. La tabernera nos habló de la visita de Virginia Woolf al pueblo invitada por Brenan, y mientras nos bebíamos una copa de vino “apalabrado” de la Contraviesa decidí que escribiré sobre ella, pero será otro día.
miércoles, 6 de enero de 2010
Imagenes sin comentario
domingo, 8 de noviembre de 2009
¿Problema o patrimonio?
3.11.2009
A finales del mes de junio escribí un artículo titulado “Iniciativa Urbana Cuevas de Guadix”, en el que daba cuenta de la primera reunión del Comité de Ciudadanía constituido como órgano de participación de carácter consultivo. Te recuerdo que el plan Urban es un proyecto de desarrollo urbano que persigue cuatro objetivos: la regeneración urbana de las cuevas; potenciarlas como recurso de desarrollo local; la promoción turística de las mismas, y la implicación de la ciudadanía en el diseño y puesta en marcha de las actuaciones de este proyecto. Pero desde hace cuatro meses no hemos sabido nada más.
En aquella reunión le dije al Alcalde y a su equipo que no podíamos desperdiciar esta oportunidad, porque sería el segundo fracaso, después del protagonizado por la incompetencia del alcalde de finales de los años ochenta.
Las cuevas de Guadix me enamoraron hace más de un cuarto de siglo, cuando todavía tenían características propias del tercer mundo, pero que también dejaban entrever su belleza natural y su enorme valor patrimonial. Sin embargo las gentes de Guadix no tenían muy claro que fueran algo bueno, de hecho la Barriada de Andalucía nació como alternativa “civilizada” a las viviendas en cueva, en un intento de desalojarlas y pasar por ellas una apisonadora.
He recordado esto mientras asistía al seminario “Patrimonio Rupestre y Paisajístico: Tutela y valorización sostenible” celebrado en la ciudad italiana de Matera. Si sientes pasión por el cine quizá la ciudad te resulte familiar porque en ella rodó Mel Gibson la película “La pasión de Cristo”, pero si tu afición es la lectura, en la obra de Carlo Levi “Cristo se paró en Éboli” también la reconocerás.
El descubrimiento de un lugar tan particular me deja sin aliento. Sus antiguos barrios de cuevas, los Sassi, con más de nueve mil años de antigüedad, son una fascinante escultura de gigantesca dimensión, realizada sobre toba, llamada allí “tufo”. Construidos al abrigo de los pequeños valles kársticos sobre la ribera derecha de un barranco, que llaman “gravina”, presentan, como laberintos superpuestos, los callejones, plazas, cuevas, e iglesias rupestres con frescos bizantinos, que se hunden en las entrañas de la tierra. Detrás de cada puerta se esconde una maravilla arquitectónica. Los tipos de viviendas (cuevas, casas con patio, casas adosadas, palacios y palacetes) se diferencian tanto por el periodo histórico de referencia, como por la posición orográfica.
El arquitecto Lorenzo Rota del Instituto Nacional de Urbanismo y el responsable de la Oficina Técnica de Cuevas del Ayuntamiento de Matera, Giuseppe Gandi, nos contaron que en ellas llegaron a vivir dieciséis mil personas en condiciones infrahumanas, lo que obligó al gobierno italiano a desalojarlas entorno a 1950, mediante una ley especial por la que se estableció la construcción de nuevos barrios en los que se realojó a la población en las colinas que rodeaban la ciudad. Tras un abandono de más de veinte años, las élites intelectuales de la ciudad clamaron por su recuperación y se inició un proceso de revitalización, con un concurso internacional de ideas para la rehabilitación de los Sassi, que así han sido revalorizados y recuperados con numerosos trabajos de restauración y reestructuración. El esfuerzo fue premiado, siendo declaradas las cuevas de Matera, por su valor histórico y urbanístico, Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1993.
Si Guadix quiere hacer de las cuevas un motor económico para su desarrollo, es imprescindible tomarse el asunto en serio. Es obligatorio garantizar que un elemento patrimonial tan importante goce de una tutela urbanística especial, y sin duda, de esta experiencia italiana se puede aprender mucho. Pero además hay que coordinar los diferentes recursos existentes como el Plan Urban, la Iniciativa de Turismo Sostenible “Paisajes Troglodíticos” que auspicia la Consejería de Turismo Comercio y Deporte, y la Estrategia de Actuación Global de la Comarca de Guadix. Nunca hemos tenido tanto para propiciar la puesta en valor de las cuevas, lo que no tengo claro es que nuestros responsables políticos sepan trabajar en equipo y de forma coordinada para sacar el mejor rendimiento.
Para hoy esta convocada la jornada “Trogloditísmo Vivo: estrategias para su pervivencia” que impulsa el Grupo de Desarrollo Rural de la Comarca de Guadix, puede ser un buen momento para la reflexión.
Y esto me lleva de nuevo a Matera, desde la ventana de la cueva 405, en el corazón del Barisano, mis ojos se enamoraron de la sinuosa y enigmática ciudad que ha sido capaz de renacer de sus cenizas, y de allí me he traído una sana envidia y una mochila cargada de esperanza.
domingo, 9 de agosto de 2009
Hospitalidad castellana.
Hospitalidad castellana
5 de agosto de 2009
Acabo de llegar de viaje, tengo unos momentos para llenar de contenido este espacio, y mientras deshago el equipaje, pongo una lavadora, y anoto lo que tengo que comprar para la cena, decido no complicarme mucho la vida. Como si del primer día de colegio se tratase, te cuento una jornada de mi viaje.
Cuando llegamos a la ciudad de Segovia eran casi las tres de la tarde, nuestro hotel estaba enfrente del Acueducto, y tras registrarnos y abandonar las maletas en las habitaciones, salimos a buscar un lugar en el que comer.
Contemplamos la monumental obra de ingeniería hidráulica que nos legaron los romanos y cruzamos sus arcos que, estos días tiene en sus enormes pies un calzado de espejos, obra de Eugenio Ampudia, un artista que quiere compartir con el público la idea de que esa pesada mole de piedras flota y emerge del aire a dos metros del suelo. Esta singular operación se realiza porque se cumplen 125 años de la declaración del Acueducto como monumento nacional
Nos adentramos en el Azoguejo (diminutivo de zoco) un lugar de reunión; nudo de comunicaciones entre calles y carreteras; y uno de los centros vitales de la ciudad. En él encontramos las escalinatas que suben a las murallas, el Centro de Recepción de Visitantes, y un restaurante internacionalmente conocido, “El Mesón Cándido”
Con el apetito haciendo estragos, nos acomodamos en uno de los acogedores comedores de los que dispone esta casa construida en 1884, y que desde entonces conserva su fachada de entramado de ladrillo, y los soportales con arquerías de orden toscano. Cándido es un personaje de la particular historia cotidiana de Segovia, tenía un lema: Toda persona que honre esta casa con su presencia, cualquiera que sea su nacionalidad o condición, se merece el respeto y toda clase de atenciones a que está obligada la Hospitalidad Castellana. Su hijo Alberto, cumplió con este compromiso y realizó todo el ritual que compete al Mesonero Mayor de Castilla, por el que se parte un cochinillo asado con un plato de cerámica, con lo que se demuestra su ternura, y que luego se estrella contra el suelo, arrancando el aplauso de quienes estamos sentados a la mesa en espera del suculento manjar. Regado con el tinto de la casa es una experiencia para repetir.
Del Azoguejo subimos por la Calle Real hasta el Mirador de la Canaleja desde el que contemplamos la montaña de la Mujer Muerta. Vimos la Casa de los Picos, sede de la Escuela de Artes y Oficios. A este interesante edificio, que se conocía como la Casa del Judío, uno de sus propietarios le añadió los picos para que su nueva imagen hiciera olvidar el viejo nombre.
Seguimos por Juan Bravo, aquel capitán comunero segoviano, tan recordado y honrado en la ciudad, que me permitió mantener una amena discusión histórica con mi hijo Fernando sobre si este alzamiento contra el rey Carlos I de España fue de héroes o de traidores.
Pasamos por la Plazuela del Corpus donde está una iglesia del mismo nombre que antes fue Sinagoga Mayor. Por la calle Isabel la Católica desembocamos en la Plaza Mayor, delicioso espacio que se llama así desde 1461 y es el corazón de la ciudad. Aquí están el Ayuntamiento de 1610; el teatro de Juan Bravo; la Iglesia de San Miguel, donde se proclamó a Isabel la Católica como Reina de Castilla; y la imponente Catedral.
Seguimos por la calle Marqués del Arco, llena de pequeñas tiendas con recuerdos de la ciudad. Casas nobles con esgrafiados y sugerentes patios nos acercaban hasta la Plaza de la Merced, un rincón que invita al descanso, en una de las esquinas, Santa Teresa fundó un pequeño convento de carmelitas, y entre sus altos muros compuso "Las Moradas".
Atravesamos el barrio de las Canonjías, al final del cual, junto al jardín que rodea el monumento a los Héroes del 2 de mayo, se encuentra El Alcázar. Mientras la familia subía a las principescas torres, Fernando y yo, que ya las escalamos en otra ocasión, preferimos quedarnos sobre el foso contemplando el enorme despliegue de medios técnicos y humanos para la grabación de algunas escenas de un nuevo capítulo de la serie de televisión “Águila Roja” que tanto éxito de audiencias obtuvo la temporada pasada. Es una producción que se desarrolla en el siglo XVII español, llena de acción, intrigas, amor y aventuras. Intentaré reconocer el maravilloso entorno del Alcázar en algún capítulo.
Seguimos caminando por los lugares que recorrieron Antonio Machado y Guiomar, pero esa es otra historia.