Hospitalidad castellana
5 de agosto de 2009
Acabo de llegar de viaje, tengo unos momentos para llenar de contenido este espacio, y mientras deshago el equipaje, pongo una lavadora, y anoto lo que tengo que comprar para la cena, decido no complicarme mucho la vida. Como si del primer día de colegio se tratase, te cuento una jornada de mi viaje.
Cuando llegamos a la ciudad de Segovia eran casi las tres de la tarde, nuestro hotel estaba enfrente del Acueducto, y tras registrarnos y abandonar las maletas en las habitaciones, salimos a buscar un lugar en el que comer.
Contemplamos la monumental obra de ingeniería hidráulica que nos legaron los romanos y cruzamos sus arcos que, estos días tiene en sus enormes pies un calzado de espejos, obra de Eugenio Ampudia, un artista que quiere compartir con el público la idea de que esa pesada mole de piedras flota y emerge del aire a dos metros del suelo. Esta singular operación se realiza porque se cumplen 125 años de la declaración del Acueducto como monumento nacional
Nos adentramos en el Azoguejo (diminutivo de zoco) un lugar de reunión; nudo de comunicaciones entre calles y carreteras; y uno de los centros vitales de la ciudad. En él encontramos las escalinatas que suben a las murallas, el Centro de Recepción de Visitantes, y un restaurante internacionalmente conocido, “El Mesón Cándido”
Con el apetito haciendo estragos, nos acomodamos en uno de los acogedores comedores de los que dispone esta casa construida en 1884, y que desde entonces conserva su fachada de entramado de ladrillo, y los soportales con arquerías de orden toscano. Cándido es un personaje de la particular historia cotidiana de Segovia, tenía un lema: Toda persona que honre esta casa con su presencia, cualquiera que sea su nacionalidad o condición, se merece el respeto y toda clase de atenciones a que está obligada la Hospitalidad Castellana. Su hijo Alberto, cumplió con este compromiso y realizó todo el ritual que compete al Mesonero Mayor de Castilla, por el que se parte un cochinillo asado con un plato de cerámica, con lo que se demuestra su ternura, y que luego se estrella contra el suelo, arrancando el aplauso de quienes estamos sentados a la mesa en espera del suculento manjar. Regado con el tinto de la casa es una experiencia para repetir.
Del Azoguejo subimos por la Calle Real hasta el Mirador de la Canaleja desde el que contemplamos la montaña de la Mujer Muerta. Vimos la Casa de los Picos, sede de la Escuela de Artes y Oficios. A este interesante edificio, que se conocía como la Casa del Judío, uno de sus propietarios le añadió los picos para que su nueva imagen hiciera olvidar el viejo nombre.
Seguimos por Juan Bravo, aquel capitán comunero segoviano, tan recordado y honrado en la ciudad, que me permitió mantener una amena discusión histórica con mi hijo Fernando sobre si este alzamiento contra el rey Carlos I de España fue de héroes o de traidores.
Pasamos por la Plazuela del Corpus donde está una iglesia del mismo nombre que antes fue Sinagoga Mayor. Por la calle Isabel la Católica desembocamos en la Plaza Mayor, delicioso espacio que se llama así desde 1461 y es el corazón de la ciudad. Aquí están el Ayuntamiento de 1610; el teatro de Juan Bravo; la Iglesia de San Miguel, donde se proclamó a Isabel la Católica como Reina de Castilla; y la imponente Catedral.
Seguimos por la calle Marqués del Arco, llena de pequeñas tiendas con recuerdos de la ciudad. Casas nobles con esgrafiados y sugerentes patios nos acercaban hasta la Plaza de la Merced, un rincón que invita al descanso, en una de las esquinas, Santa Teresa fundó un pequeño convento de carmelitas, y entre sus altos muros compuso "Las Moradas".
Atravesamos el barrio de las Canonjías, al final del cual, junto al jardín que rodea el monumento a los Héroes del 2 de mayo, se encuentra El Alcázar. Mientras la familia subía a las principescas torres, Fernando y yo, que ya las escalamos en otra ocasión, preferimos quedarnos sobre el foso contemplando el enorme despliegue de medios técnicos y humanos para la grabación de algunas escenas de un nuevo capítulo de la serie de televisión “Águila Roja” que tanto éxito de audiencias obtuvo la temporada pasada. Es una producción que se desarrolla en el siglo XVII español, llena de acción, intrigas, amor y aventuras. Intentaré reconocer el maravilloso entorno del Alcázar en algún capítulo.
Seguimos caminando por los lugares que recorrieron Antonio Machado y Guiomar, pero esa es otra historia.
domingo, 9 de agosto de 2009
Hospitalidad castellana.
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