La madre de la flor y la maestra Luna.
31 de julio de 2009.
Gentes de Guadix podemos encontrarlas en cualquier sitio y en cualquier momento. Participando en unos paseos primaverales por la ciudad de Granada, he conocido a un maestro jubilado llamado Antonio. Es hijo de Antonio Zurita y Resurrección Luna. Ella era maestra y él era socio de Ramón Sierra en la Ferretería de la calle Ancha, un establecimiento ubicado al lado del Bar Dólar, y del que todavía se pueden ver, pintadas en la pared, algunas herramientas y utensilios de los que formaban parte de su inventario.
Comentando cosas de la ciudad, me dijo que yo tenía que haberlo visto antes, si es que había estado en el Ayuntamiento, porque él es el bebé que aparece en uno de los grandes cuadros que pintó Aureliano del Castillo Sánchez, y que forma parte de patrimonio municipal. Para confirmarlo me trajo una foto del cuatro con un dedicatoria en el reverso: “Este niño de pañales es un fiel retrato del actual maestro don Antonio (Antoñín) Zurita Luna, que por gentileza de su madre doña Resurre consintió que me sirviera de modelo para esta maternidad que titulo “La madre de la flor” En este tiempo con mucho gusto se lo envio amigo Antonio, y deseo de todo corazón se encuentre usted mejorado. Un abrazo de su buen amigo. Aureliano”.
Curiosamente este chiquillo fue el único que consiguió tener el pintor como modelo, porque al ser la mujer que lo sostiene gitana, ninguna madre quería que cogiera a su criatura. Corría por aquel entonces de boca en boca una grave superstición racista que auguraba que “niño payo que coge en brazos una gitana, muere pronto”.
Afortunadamente doña Resurre era una mujer inteligente, culta, racional, que se encontraba muy lejos de la superchería y del racismo. Era una maestra.
Nació en Albolote en 1902, estudió magisterio en la Escuela Normal de Granada, y su primer destino fue en Alcudia, donde trabajó mucho, consiguiendo que la gente la respetase y la admirase, manifestándole continuamente su cariño y afecto. Muchas de las mujeres, de la vecina localidad, tendrán en sus armarios piezas de los ajuares que bordaron pacientemente, bajo la atenta supervisión de doña Resurre, en las frías tardes de invierno. No olvidemos que era una asignatura solo para niñas en la que se empezaba por tres puntos básicos que debían practicarse una y otra vez, en todas sus variantes: vainicas, festones y pespuntes. Con las muestras se confeccionaban álbumes adornados con dibujos, recortes o postales que debían entregarse al terminar el curso.
Después se trasladó a Guadix, al “Grupo escolar femenino Generalísimo Franco” situado en la Bovedilla, en el que no voy a detenerme porque ya te he hablado de él en otra colaboración.
Me produjo una gran emoción verla, en una vieja fotografía, presidiendo el aula abarrotada de niñas. Lo primero que me hizo pensar fue en las actuales ratios, en los problemas de autoridad de los docentes, en la falta de respeto por parte del alumnado que leemos cada día en los periódicos, y sin embargo ella está relajadamente sentada ante su mesa con una sonrisa serena y un porte majestuoso.
En la pared, tras la maestra, el ideario de la escuela de ese momento: un enorme crucifijo, una fotografía de Franco ataviado con uniforme militar, una pequeña estantería en la que reconocemos la fotografía de José Antonio Primo de Rivera, un almanaque, y un mapa de la península ibérica. Afortunadamente sobre la mesa de doña Resurre hay un globo terráqueo con el que sin duda invitaba a las niñas a soñar con un mundo de amplios horizontes, con viajes y aventuras a tierras lejanas… El equipo que las niñas llevaban a la escuela era un cabás (una especie de pequeña maletita) en la que guardaban un plumier con pizarrines y un trapito para borrar la pequeña pizarra que guardaban en el cajón del pupitre. Más adelante cambiarían la pizarra por libretas y los pizarrines por lápices.
Murió durante una operación a los 55 años. Su velatorio se celebró en el propio colegio, y en el camino al cementerio fue enternecedor que la acompañaran todas sus pequeñas alumnas del grupo escolar. La directora doña Juana Ramos Fanjul escribió una nota en el periódico Acci, que dirigía Fandila Sánchez Leyva y decía “Su intensa labor educativa y sus sabias enseñanzas, alumbraron las inteligencias de la niñez estudiosa. Una maestra buena se ha ido camino del Cielo (…) con elegante obediencia, como ejerció siempre su profesión”
31 de julio de 2009.
Gentes de Guadix podemos encontrarlas en cualquier sitio y en cualquier momento. Participando en unos paseos primaverales por la ciudad de Granada, he conocido a un maestro jubilado llamado Antonio. Es hijo de Antonio Zurita y Resurrección Luna. Ella era maestra y él era socio de Ramón Sierra en la Ferretería de la calle Ancha, un establecimiento ubicado al lado del Bar Dólar, y del que todavía se pueden ver, pintadas en la pared, algunas herramientas y utensilios de los que formaban parte de su inventario.
Comentando cosas de la ciudad, me dijo que yo tenía que haberlo visto antes, si es que había estado en el Ayuntamiento, porque él es el bebé que aparece en uno de los grandes cuadros que pintó Aureliano del Castillo Sánchez, y que forma parte de patrimonio municipal. Para confirmarlo me trajo una foto del cuatro con un dedicatoria en el reverso: “Este niño de pañales es un fiel retrato del actual maestro don Antonio (Antoñín) Zurita Luna, que por gentileza de su madre doña Resurre consintió que me sirviera de modelo para esta maternidad que titulo “La madre de la flor” En este tiempo con mucho gusto se lo envio amigo Antonio, y deseo de todo corazón se encuentre usted mejorado. Un abrazo de su buen amigo. Aureliano”.
Curiosamente este chiquillo fue el único que consiguió tener el pintor como modelo, porque al ser la mujer que lo sostiene gitana, ninguna madre quería que cogiera a su criatura. Corría por aquel entonces de boca en boca una grave superstición racista que auguraba que “niño payo que coge en brazos una gitana, muere pronto”.
Afortunadamente doña Resurre era una mujer inteligente, culta, racional, que se encontraba muy lejos de la superchería y del racismo. Era una maestra.
Nació en Albolote en 1902, estudió magisterio en la Escuela Normal de Granada, y su primer destino fue en Alcudia, donde trabajó mucho, consiguiendo que la gente la respetase y la admirase, manifestándole continuamente su cariño y afecto. Muchas de las mujeres, de la vecina localidad, tendrán en sus armarios piezas de los ajuares que bordaron pacientemente, bajo la atenta supervisión de doña Resurre, en las frías tardes de invierno. No olvidemos que era una asignatura solo para niñas en la que se empezaba por tres puntos básicos que debían practicarse una y otra vez, en todas sus variantes: vainicas, festones y pespuntes. Con las muestras se confeccionaban álbumes adornados con dibujos, recortes o postales que debían entregarse al terminar el curso.
Después se trasladó a Guadix, al “Grupo escolar femenino Generalísimo Franco” situado en la Bovedilla, en el que no voy a detenerme porque ya te he hablado de él en otra colaboración.
Me produjo una gran emoción verla, en una vieja fotografía, presidiendo el aula abarrotada de niñas. Lo primero que me hizo pensar fue en las actuales ratios, en los problemas de autoridad de los docentes, en la falta de respeto por parte del alumnado que leemos cada día en los periódicos, y sin embargo ella está relajadamente sentada ante su mesa con una sonrisa serena y un porte majestuoso.
En la pared, tras la maestra, el ideario de la escuela de ese momento: un enorme crucifijo, una fotografía de Franco ataviado con uniforme militar, una pequeña estantería en la que reconocemos la fotografía de José Antonio Primo de Rivera, un almanaque, y un mapa de la península ibérica. Afortunadamente sobre la mesa de doña Resurre hay un globo terráqueo con el que sin duda invitaba a las niñas a soñar con un mundo de amplios horizontes, con viajes y aventuras a tierras lejanas… El equipo que las niñas llevaban a la escuela era un cabás (una especie de pequeña maletita) en la que guardaban un plumier con pizarrines y un trapito para borrar la pequeña pizarra que guardaban en el cajón del pupitre. Más adelante cambiarían la pizarra por libretas y los pizarrines por lápices.
Murió durante una operación a los 55 años. Su velatorio se celebró en el propio colegio, y en el camino al cementerio fue enternecedor que la acompañaran todas sus pequeñas alumnas del grupo escolar. La directora doña Juana Ramos Fanjul escribió una nota en el periódico Acci, que dirigía Fandila Sánchez Leyva y decía “Su intensa labor educativa y sus sabias enseñanzas, alumbraron las inteligencias de la niñez estudiosa. Una maestra buena se ha ido camino del Cielo (…) con elegante obediencia, como ejerció siempre su profesión”
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