La noche mágica de Isis.
Ana María Rey Merino.
18 de agosto de 2009
Jamás había visto la fachada de la iglesia de Santiago iluminada por velas y farolillos marroquíes, y me pareció una experiencia deliciosa. Desde las sillas colocadas en el Compás Gaspar de Avalos podíamos apreciar aquella belleza plateresca en todos sus relieves. Simultáneamente recibíamos el delicado estímulo auditivo del vibrar de las cuerdas de una guitarra. El sonido lo provocaban las habilidosas manos de Juan Carlos Guadix. Demostró que ya ha conseguido su doctorado académico, ejecuta con solvencia cualquier interpretación y, cuando se domina la técnica, aparece lo que el artista trae dentro de si. Nuestros sentidos se estremecieron al tiempo que las cuerdas acariciadas por este virtuoso músico, capaz de superar sus propios límites, tanto físicos como espirituales, haciendo gala de su impetuoso talento e intuición. En ese entorno, con sensaciones tan intensas, necesitaba elevar la mirada el cielo oscuro con e fin de que mi alma pudiera salir de los límites de un cuerpo que no siempre responde bien, al hacerlo encontré un velo cuajado de estrellas, creo que hubiese podido volar.
Cuando pude ordenar a mis piernas que se levantaran, me dirigí a la calle Ancha. Estaba iluminada por más farolillos con luz de vela que le daban un aspecto cálido y acogedor. Por la calle Magistral Domínguez llegué al arco que la comunica con la Plaza. Allí se preparaban para bailar Miguel y Paz. El tango representa la suma del deseo sexual sublimado en sensualidad, y la melancolía derivada de un estado permanente de insatisfacción. En esa noche en que paseábamos poniendo a prueba nuestros sentidos bebí cada gesto, cada paso, cada giro... Mientras caminaba buscando la calle de la Concepción para salir por Barradas al Palacio de Peñaflor, recordaba una escena de la película Perfume de mujer (1995) donde Al Pacino es un militar ciego con un olfato prodigioso que le permite reconocer el perfume que se aplica cada mujer. Invita a bailar a una joven que le contesta “no puedo, en un momento llegará mi novio”, el responde “en un momento se vive toda una vida” Se deslizan por la pista mientras suena el tango “Por una cabeza” de Carlos Gardel. Desde que la vi se que “en el tango una no se equivoca. No es como la vida. Si una se equivoca o se enreda, sigue bailando”
Al llegar a la calle de la Fuente me llevé una sorpresa mayúscula, en las escalerillas estaba la Diosa Isis con sus alas desplegadas, ejecutando una danza en la que se concentraban las esencias de mujer. El reflejo de sus movimientos en la pared era una alucinación divina. Los suaves y ondulantes giros de las caderas y los elevados brazos, hacían aquella figura etérea. Encontré a la diosa con un corazón más rebelde que una infinidad de humanos, más inteligente que una infinidad de dioses, y más hábil que una infinidad de espíritus. Las Alas de Isis son un elemento recientemente incorporado a la danza árabe, bailar con Alas de Isis requiere destreza y práctica, para conseguir movimientos suaves y circulares, se juega con la brisa, el cuerpo siente que levita, con esta danza las mujeres inician un vuelo hacia su interior, buscando el equilibrio entre lo que se espera de ella y lo que en realidad desea. Asistiendo al espectáculo pensaba que sobre la supuesta tumba de Isis, ubicada cerca de Menfis, se erigía una estatua cubierta de un velo negro. En la base de la estatua, aparecía grabada la siguiente inscripción: “Soy todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que será y mi velo jamás fue corrido por ningún mortal”. Bajo dicho velo, se esconden todos los misterios y conocimientos del pasado…. Descubrir a Isis tras su velo representa la revelación de la luz y el correr el velo nos hace inmortales. El velo de la bailarina, como el de la diosa, oculta, cubre, a través de él se insinúan las formas y al otro lado se encuentra lo verdadero. El uso del velo en la danza nos ayuda a conectar con la expresividad y la libertad. Es una prenda mágica para poder transportar esta experiencia también al baile de la vida. Deberíamos aprender a utilizarlo como el objeto poderoso que es.
Entre cuentos, bailes, charlas con los amigos y amigas me dieron en la calle las dos de la mañana, si hubiese sido Cenicienta ahora tendría una calabaza, varios ratones y un solo zapato. Para mi fortuna, yo no había salido a buscar un príncipe.
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