viernes, 27 de febrero de 2009

Velos, sedas y plumas






Velos, sedas y plumas
9.2.2004


He querido rescatar la memoria de las celebraciones carnavalera en la ciudad de Guadix durante los últimos años del siglo XIX y para ello he repasado las páginas del dominical El Accitano, que comenzó a publicarse en el año 1891.
Se organizaban durante el domingo, lunes y martes que precedían al miércoles de ceniza. Este día se suspendían los mascarones por disposición de la autoridad ya que no es propio que el hombre se divierta el mismo día que la iglesia, llama a la penitencia y le recuerda que es un puñado de polvo. Entraban así en la cuaresma. Pero se permitían una última trasgresión con los bailes del domingo de Piñatas.
La fiesta tenía dos formas de vivirse, por un lado estaba la de la sociedad pudiente y por otro el de la clase trabajadora. Hay bastantes referencias en este sentido. Por ejemplo al hablar de los bailes de carnaval se diferencia entre los de salones aristocráticos y los de candil, refiriéndose a los populares.
Queda constancia de que a los accitanos y accitanas les gustaba disfrazarse. Los varones lo hacían de emperador, caballero medieval, ciego, cochero, torero, negro, esclavo, dominó y de burro con alforjas. Me ha llamado la atención un individuo que se vistió figurando ser una España a quien chupaban la sangre varios hijos desnaturalizados, y tan descomunales eran sus lamentos y tanto vociferó que la broma le costó una enfermedad.
A las mujeres les gustaba envolverse en trajes de mariposa, estrella, luna, "cosa vaporosa", bruja, reina, manola, campesina del Zenete y de astróloga persa. Una chica se disfrazó de ambulancia de Cruz Roja y un observador se preguntaba que no habría pasado en el baile del domingo anterior para que apareciera esta institución creada para el auxilio de los heridos.
Para los que vivían el carnaval en la calle tocaban dos estudiantinas, y en el año 1891 iban acompañadas por una comparsa de lavanderas, otra que representaba al pueblo y sus habitantes y alguna más de la que no se nos da detalles. Entre la clases populares estaba asumido que el carnaval tenía unos principios inmutables entre los que se encontraban la producción de máscaras, las diversiones, los "zorrazos" (que yo creo que se refiere al consumo desmesurado de alcohol) y una que otra pendencia, que en alguna excepcional ocasión terminó en pelea e incluso a tiros, aprovechando la impunidad que producía el uso de máscaras, antifaces y disfraces.
Se organizaban concursos de ingenio en la composición de las letrillas que cantaban las comparsas y también a la originalidad de los disfraces estableciéndose premios, accésit y menciones honoríficas.
A la gente le gustaba pasear por las calles y las que iban enmascaradas arrojaban grandes cantidades de serpentinas y papelitos de colores. Desde los balcones se lanzaban "carnavalinas", de las que sabemos que servían para adornar tocados en las cabezas de las señoras; eran doradas, de plata, azules y verdes; y que provocaban chichones, ojos morados y roturas de dientes, llamando por ello la atención de los cronistas.
Era muy habitual, hasta el punto de ser cansino, que los y las enmascaradas se acercasen a quienes no iban disfrazados y les hiciesen una pregunta retórica ¿me conoces?
Por otro lado estaban los carnavales de salón y entrada restringida, en unos casos a los socios acompañados de sus familias y amistades y en otros a los círculos de amigos, por celebrarse en casas particulares. En ambos casos era imprescindible mostrar el rostro en el momento de acceder para evitar que "pasara persona alguna que fuera moneda falsa entre moneda de justo peso". Los bailes se hacían el domingo de carnaval y el martes, la hora de comienzo solía ser las 10 de la noche y duraban hasta las tres o las cuatro de la madrugada. La música, que procedía de agrupaciones de cuerda o de piano, seguía un esquema en el que primero sonaban los voluptuosos y mareantes valses, después el elegante y pausado rigodón, el animado y marcial lancero y se terminaba con la siempre alegre y festiva polka que acompañaba también el desfile general de disfraces con el que finalizaban los bailes.
Pedro Antonio de Alarcón en 1893 publica un articulo dedicado al Carnaval que se titula "Del baile en general y del baile del Liceo en particular", en el que entre otras cosas dice:
¿Quién piensa en nada sublime, en nada ideal, en nada patético ante este hormigueo de arlequines, de polichinelas, de locos, de condenados, que van, que vienen, saltan, gritan, roncan, ríen, sudan, beben, bailan … y … ¡qué se yo qué más! Brinquemos, gritemos y riamos nosotros un poquito… pero sin alterar el orden… ¡por que ya saben ustedes las circunstancias…!
Felicita seguidamente a los organizadores de la fiesta por el buen gusto mostrado y dirige de nuevo su vista a lo que ocurre en el salón de baile: Piérdese la extraviada vista en ese océano proceloso de luces, flores, lazos, cintas, diamantes, perlas, encajes, velos, sedas y plumas...
Empieza a sonar la música y dice el autor: Rugen las orquestas y cien torrentes de música se derraman, como una inundación de mayor vértigo… Y la música presta sus alas a la juventud y las parejas oscilan, tremolan, ondean, se precipitan, corren, saltan, huyen, vuelven, se extasían, se marean…Y el amor estrella y centellea en todas las miradas y arde en todos los corazones y revolotea sobre todas las cabezas.
Unos años después de esta bella descripción del baile de carnaval, las firmas de El Accitano critican el que se sigan celebrando mientras se libran distintas guerras en las que España está involucrada. Son los años 1896 y 1897 y se viven los conflictos de Filipinas y Cuba. El 4 de Marzo de este último año en un articulo titulado "Febrero" y que firma Garcí-Torres dice: El carnaval, caiga en Febrero, caiga en Marzo, siempre es el mismo sujeto feo, antiguo, de mala sombra, impúdico, sinvergüenza, soez, insultante. El carnaval con su enorme careta cubre el decoro y la dignidad y deja al descubierto todas las pasiones groseras y los vicios feos. Ese debe desaparecer. Irse.
Quizá esta opinión se deba a que más adelante en la sección "Cultos" encontramos la siguiente nota: Durante los tres días de carnavales hubo un triduo en la Catedral, predicándose a la concurrencia, que fue numerosísima, de las sublimes verdades y justos mandatos de Dios y de su Iglesia. El señor Rincón es seguro conquista muchas almas para el cielo. Nuestro parabién al digno sucesor de San Torcuato cuya evangelización continua.
Como hemos dicho las fiestas se suspendían el miércoles de ceniza. Los y las carnavaleras aprovechaban entonces para realizar el entierro de la Zorra: la que llevó un duelo respetabilísimo que marchaba preocupado detrás del féretro marcando el paso a los tristes acordes de una marcha fúnebre capaz de arrancar lágrimas a los más empedernidos corazones. Séale la tierra pesada.
El carnaval terminaba el domingo de Piñata, en opinión de Aureliano del Castillo: El baile de Piñata viene a ser la última repercusión del Carnaval; su último eco; la palpitación postrera, el último fulgor de una llama que se extingue... que se apaga... que se muere. Con él termina la etapa del placer y es preciso aprovechar todos sus instantes.
Este día toda la celebración giraba alrededor de la delicada y deseada pieza, que se instalaba en la parte central del techo de los salones. La del Liceo era: Una obra de arte ejecutada por primorosas manos, confeccionada con ricas telas perfectamente entrecruzadas una con otras para que su conjunto fuese sumamente agradable a cuantas personas asistieran al baile.
De ella colgaban muchas cintas de raso de distintos colores y era costumbre que después de un vals, las mujeres acompañadas por su pareja, se acercasen, seleccionaran una de las cintas y tirasen. Si la piñata se abría, la afortunada recibía los dulces que se guardaban en su interior y además un ramo de flores. Se cuentan anécdotas de muchachas aparentemente finas, educadas y de buenas familias, que aparentando no darse cuenta, cogían varias cintas a la vez en un desesperado intento de conseguir el premio.
Y nadie mejor que Alarcón para despedir los carnavales con la esperanza de que retornen el próximo año: al terminar el baile todos llevan dormido allá en el alma un recuerdo dulce, inefable, melancólico, como el que pone en nuestros labios mil suspiros al despertar de un hermoso sueño.

martes, 24 de febrero de 2009

Debían frenar tanta irreverencia.






Debían frenar tanta irreverencia.
Carnavales: Guadix 1930.
12.2.2003.

Durante los años 30 las celebraciones carnavaleras conservaron el mismo esquema de finales del siglo XIX. Comenzaban la mañana del domingo anterior al "miércoles de ceniza" y seguían durante toda la jornada, continuando el lunes y el martes. El domingo siguiente concluían con la fiesta de "Piñata".
Las concentraciones de máscaras se realizaban en la calle La Gloria. A los hombres les gustaba disfrazarse de mujeres, sobre todo con prendas de sus madres y abuelas, y con trajes de Pierrot que se pusieron en aquel entonces de moda. Las mujeres utilizaban todo lo que encontraban en las arcas de la familia para confeccionar sus atuendos. Muchas de ellas arreglaban viejas enaguas y corpiños a las que añadían lazos de colores y pasacintas. Las más osadas se disfrazaban con la ropas de los hombres de su casa, se vendaban fuertemente el pecho con un trozo de lienzo, se cubrían el pelo con sombrero y la cara con una máscara, vestían sus manos con guantes de varón rellenos de trozos de tela para que aparentasen mayor tamaño y circulaban calle arriba, calle abajo, procurando no llegar a la Plaza de San Diego.
Estos desfiles se producían bajo la atenta mirada de las señoras que abarrotan las ventanas y balcones, desde los que se arrojaban confeti y serpentinas. Amenizaba el paseo la música de guitarras, acordeones, violines, tambores, latas, pitos y carracas, y se cantaban canciones de temática variada, predominando las de crítica política y las pícaras, que arremetían contra la restrictiva moral sexual impuesta por la iglesia católica. Algunos músicos como Fernando Requena, Juan Balboa o Manuel Casas, eran miembros de "La Capilla", una agrupación musical de la Catedral, a los que también gustaba la juerga del carnaval.
Me cuentan que se formaban muchas murgas y que en el año 1934 salió una compuesta por miembros de la rondalla del Centro Artístico. En aquellos momentos corría el rumor de que esta agrupación de cuerda no era buena y que no sonaba. Esto ofendió a los músicos que se hicieron guitarras, laudes, violines y bandurrias de cartón y de papel, se vistieron de mascara y salieron a la calle con una pancarta que ponía : "¿ Que no suena? ¡Que te crees tu eso!"
Las caras iban cubiertas por máscaras y antifaces, para evitar que las corrosivas letras que se canturreaban dieran lugar a represalias de las personas que se podían dar por aludidas u ofendidas. En una ocasión un señor iba originalmente disfrazado, sobre un mono de trabajo cosió montones de enchufes, tantos que todo él parecía uno. Estaba de trifulca con un funcionario del Ayuntamiento y vestido de esta guisa se instaló delante de la ventana del trabajador público, que vivía en la calle de La Gloria y no se movió de allí en toda la tarde, podemos imaginar el mosqueo del caballero al que iba dirigida la crítica.
Las máscaras, las serpentinas y algunos instrumentos musicales de carnaval se compraban en la tienda de Fenoy, que en esos años estaba donde hoy está Fotos Medina, en el encuentro de las escalerillas de la Plaza de la Constitución y la calle Ponce y Pozo.
En la calle La Gloria se instalaban puestos en los que se podían comprar garbanzos tostados, cacahuetes, tortas saladas, caramelos y otras chucherías, uno de estos vendedores era conocido por "Colorines". Quienes querían echarse un trago de vino del país para vencer la vergüenza, podían hacerlo en las tabernas de los alrededores como la de "Joaquín el Tuto" en la Bovedilla, o la de "Ferminillo en la casa del Tío Churrete", y en la Placeta Osario estaba la "Taberna de la Paca" y "La Bodega de Mateo Tortosa", que vendían el vino por arrobas, pero en el carnaval lo vaseaban y así se liquidaba la temporada. Mención aparte merece "El Corralón", en la Plaza de la Virgen, esta era una taberna que regentaba Gabriel Zaleña, aunque quien llevaba el peso del negocio era una mujer conocida por el apodo de "la Pirinola", donde hoy está la carpintería "Virgen de las Angustias", en este establecimiento se reunían las gentes de izquierdas, y además de vino se podía asistir a reuniones políticas como la que se realizó con motivo de una visita a Guadix de Fernando de los Ríos. Pero si lo que querían era comprar tabaco, lo podían hacer en los estancos de la calle La Gloria o en el de "La Cortezas" en la calle San Marcos.
Al hacerse de noche no quedaba nadie en las calles y la fiesta continuaba en los bailes, que dependiendo de la clase social de cada cual, se realizaban en locales públicos, en las casas particulares y en los patios de vecinos que llamaban "corralones". Son de destacar los bailes del Liceo, al que asistían los socios acompañados por sus familias y que tenían lugar en un salón que había antes de llegar al teatro. He de señalar que entonces el casino se encontraba donde hoy está el Teatro Mira de Amescua. También había baile en los Salones del Pósito y en el Centro Artístico, sito este en el Callejón de Palacio, en el que tocaba su "Estudiantina". Los ferroviarios, que eran un colectivo muy importante, constituyeron una entidad cultural, crearon una rondalla y también organizaban fiestas de carnaval. He podido saber que en algunas casas particulares se reunían los más jóvenes, acompañados siempre por sus madres o abuelas, invitaban a algún guitarrista o acordeonista al que pagaban con unas botellas de vino y organizaban un baile. Gozaba de gran popularidad "Justo" que al decir de los mayores era el mejor para un baile de carnaval. En el barrio de Las Cuevas también se organizaban de esta manera y se podía escuchar música desde cualquier cerro.
Como las fiestas de Carnaval no eran del agrado de las autoridades religiosas, porque en el fondo era un triunfo de lo carnal sobre lo espiritual, de lo pagano sobre lo cristiano, la iglesia las contrarrestaba con un Triduo de Carnaval. Una costumbre que puso de moda el Obispo Rincón. En estos años el predicador era el párroco del Sagrario Manuel Pezán Ortiz. También se exponía en la Catedral al Santísimo durante los tres días de la fiesta con la finalidad de frenar tanta irreverencia. En Guadix tenemos constancia de esta lucha de la iglesia con el carnaval, pero ocurría en toda España y desde tiempos muy remotos, en el libro "El Carnaval" de Julio Caro Baroja se dice que en la catedral de Sevilla los "seises" desagraviaban a Dios bailando solemnemente ante los altares las tardes de Carnaval y esta costumbre se data en 1695.
En el año 1936 los carnavales fueron tremendamente tensos al igual que lo era la situación política……en Guadix ya no se volvieron a conocer carnavales hasta la llegada de la democracia.

Transtorna la cordura y alegra el corazón.








Trastorna la cordura y alegra el corazón.
12.02.03.

Estoy preparada para empezar el carnaval, pero antes me vas a permitir que coloque en mi solapa la mascara de oro que me regaló Antonia Lubian, una auténtica obra de arte realizada en lentejuelas por las expertas manos de esta amante de la fiesta.
A esta señora le debo el tener metido en el cuerpo el gusanillo de la marcha carnavalera. Ella es la responsable de que muchas personas deseemos que llegue el carnaval para poder desmelenarnos con alegría e imaginación. Ella es una magnífica diseñadora de disfraces, me encantan sus cuadernos de dibujo, en los que va pintando los trajes, los tocados, los aderezos... Ya le he dicho que ni se le ocurra destruirlos cuando los termine, a mí me encantaría recibirlos como un regalo. Son fantásticos, igual que ella.
Pero volvamos a la fiesta, según el lingüista Díez, la palabra carnaval procedería de Carrus Navalis, carro naval, él pudo constatar en sus investigaciones que todos los 5 de Marzo de cada año se celebraba por los romanos de la época imperial, la fiesta de la Diosa Isis, y con tal motivo se organizaba una procesión en la intervenían personas disfrazadas, que se arrojaban huevos rellenos de polvo de oro para alejar a los espíritus maléficos y en la que aparecía un barco en el que se desplazaba la deidad.
Era obviamente una fiesta pagana que como muchas otras la cultura cristiana convirtió, dándole la forma de una despedida de la inconsciencia antes de sumergirnos en el periodo reflexivo de la cuaresma y su culminación en el sacrificio del Hijo de Dios.
El conjunto de la ciudadanía, a la que siempre le cuesta abandonar los hábitos que le agradan, aprovechó esta propuesta cultural para exteriorizar su deseo de trasgresión antes de las semanas de ayuno.
El Carnaval se plantea así como un retorno temporal al Caos original, es una clara apuesta por la inversión de los valores y una manera de saltar por encima de las normas represoras.
El uso de las máscaras reivindica el derecho a cambiar de rostro como paso previo para cambiar el alma. Es por esto que en carnaval el ateo se viste de piadosa monja, el policía de caco, el hombre se hace mujer, la mujer un guardia civil con bigote, la niña se convierte en princesa, el pobre se hace marqués, la panadera es astronauta en las estrellas, el bebé es convertido en mariposa, la abuela es la dama pantera y por unos días cada cual puede transformarse y realizar su personalísima metamorfosis. La gran ventaja es que cada año puedes cambiar tus deseos y eso es genial.
Las comparsas eligen sus vestimentas y plantean las letras de sus chirigotas, que medio en broma, medio en serio sacan a relucir todos los problemas y situaciones que han impactado en la comunidad, y realizan críticas a famosos, mandones y gobernantes que no tienen mas remedio que encajarlas deportivamente.
Tras un decorado extremadamente delicado y fugaz, el carnaval es un canto a la libertad, un gran arco iris pintado con los lápices de la ilusión y la imaginación, un tiovivo de gestos y de miradas, la gran pirueta que nos mantiene entre la realidad y la fantasía, una atrayente melodía que nos encierra en el círculo mágico del divertimento, un gran beso de espuma multicolor, ambrosía que trastorna nuestra cordura y alegra el corazón.
En la gran batalla que han de librar en estos días Don Carnal y Doña Cuaresma yo me inclino por el primero y os invito a que afloren vuestros sueños, a que os liberéis de complejos y que conjuntamente busquemos la ilusión de vivir.
! Es Carnaval y llegó la hora de divertirse!

El entierro de la sardina






Entierro de la sardina.
26 de febrero de 2006.


Algo debe tener el Carnaval que resiste en el corazón y el subconsciente del pueblo a pesar de haber sido condenado por la iglesia católica desde el siglo IV, y después prohibido por un régimen dictatorial casi cuarenta años, pero con todo es muy difícil de erradicar.
El Miércoles de Ceniza abre las puertas de par en par a la Cuaresma, pero antes es preciso hacer una cosa, la última celebración del Carnaval: enterrar a un pez teleósteo. Así es, ni más ni menos que el entierro de una sardina en persona o en efigie, que da lo mismo.
En muchísimos pueblos y ciudades españolas ese día, o en su defecto el domingo anterior, se procede al entierro solemne de este animal marino con ataúd, plañideras, cirios y jaculatorias al efecto. Sin embargo, este ritual tan profano se remonta unos cientos de años.
Su origen se sitúa en la época del rey Carlos III, quien decidió durante un Miércoles de Ceniza que había que desterrar la carne para cumplir con la abstinencia propia de la Cuaresma. A tal fin organizó una fiesta en la Plaza de Ópera y mandó traer suculentas sardinas para combatir el hambre imperante, ya que chuletillas de cordero estaría mal visto. Sin embargo, aquel fue un día que el sol apretó lo suyo, y los rigores propios del invierno, se transformaron en un día más propio de la inminente estación primaveral, así que las sardinas empezaron a descomponerse, hasta el punto que el hedor del pescado impidió que fuese consumido. La gente no se resignó ante esta circunstancia adversa, y sobre la marcha se organizó un simulacro de entierro y el pueblo llano se dirigió en comitiva hacia la Casa de Campo, para enterrar y deshacerse de la putrefacta carga. Esta procesión tan singular, parece que cayó en gracia al pueblo de Madrid, y desde entonces se convoca a sus gentes para efectuar de nuevo el entierro de la sardina año tras año, en un acto simbólico por el que se niegan a prescindir de la carne.
Testigos de excepción de estas fiestas populares han sido Goya y Mesonero Romanos. El primero pintó un cuadro titulado "El entierro de la sardina" entre 1812 y 1819, en el se representa un concurrido grupo de hombres y mujeres disfrazados participando en la juerga, y portando un gran pendón del Carnaval con el rostro del Dios Momo. El segundo nos deja constancia de ella en "Escenas matritenses", donde se refiere al Carnaval de 1839, y nos dice que la comitiva descendía desde el Madrid castizo hasta el río, pasaba el Puente de Toledo, y más adelante se enterraba la sardina que había sido llevada en andas y en la boca de un pelele que era a su vez quemado en alta pira.
Con esta última convocatoria festiva de don Carnal empieza el ciclo de la Cuaresma y la ceniza nos invita a tomar contacto con la "realidad" y simboliza la precariedad de la vida humana, pero también la resurrección, ya que esta se producirá a partir de nuestras propias cenizas. Proceden, las que se utilizan para llevar a cabo esta práctica, de la incineración de las palmas benditas repartidas el Domingo de Ramos del año anterior. Con su aplicación sobre la frente se recuerda el texto del Génesis "Polvo eres y en polvo te convertirás". Hubo un tiempo en que las observancias de la cuaresma eran bastante rígidas en lo relacionado con el ayuno y la abstinencia, que debían ser cumplidos estrictamente porque se recuerdan los cuarenta días de ayuno y meditación que pasó Jesús en el desierto. Sólo permitía una comida al día en la cual no se consumían carne, huevos o pescado. Paulatinamente la iglesia ha ido modificando sus mandatos, permitiendo el consumo de carnes de aves y pescado. Actualmente se guarda abstinencia de carne sólo los días viernes de la temporada de cuaresma.
Este año he utilizado durante todo el Carnaval, en Granada, en Loja y en Guadix, mi traje de doña Cuaresma, ese tan maravilloso que diseñó y cosió para mí mi amiga Antonia Lubian. Un vestido de raso y encaje negro que representa la austeridad y un fondo violeta, que es el color litúrgico que simboliza de arrepentimiento y la penitencia, pero está adornado con flecos, plumas y lentejuelas que son un guiño a la alegría de vivir. Cuando escribo este texto me estoy preparando para asistir a la final de Comparsas y Chirigotas en el Mira de Amezcua, y terminando de hacer mi maleta, porque este año entierro la sardina en Santa Cruz de Tenerife.

domingo, 22 de febrero de 2009

Amar es respirar en el arcoiris





Amar es respirar en el arcoiris.
16.2.09

En estos tiempos de prisas, en los que evitamos realizar esfuerzos intelectuales, porque a veces ni tenemos ocasión de estimular los mecanismos del pensamiento, es necesario que nos impongamos la disciplina de la lectura. Cada día estoy más convencida de que colocarnos frente al televisor nos limita en múltiples aspectos de la vida: relaciones sociales, paseos al aire libre, el deleite de la música, el contacto físico, el aprendizaje a través de los libros…
Por eso la propuesta de Publicaciones Comala al colocar en las librería “Erótica celeste”, me parece de lo más sugerente.
Antonio Enrique nos presenta en sus páginas un nuevo paradigma amoroso para este recién estrenado siglo XXI.
La portada es muy evocadora, sobre todo para quienes como yo añoramos el mar, caminar por la orilla, jugar con la arena, escuchar el concierto de las olas y la brisa y dejar que el sol y la espuma nos acaricie la piel. La autora es Vanesa Morillas, para ella mi aplauso.
El titulo de por sí es atractivo, para mí especialmente, porque lo relaciono con los versos de un granadino extraordinario, Val de Omar. Una especie de Leonardo da Vinci que nació a principios del siglo pasado y murió trágicamente en un accidente de tráfico en el verano de 1982. Visionario, ingeniero, creador, poeta, inventor de nuevas tecnologías cinematográficas, y sobre todo miembro de las Misiones Pedagógicas de la República durante las cuales dirigió cerca de cuarenta documentales que siempre terminaban con un “Sin fin”. Escribió “Tientos de la erótica celeste” que empiezan así: Estos tientos nacieron de dos intuiciones:/de la cohesión-amor, como energía táctil/ordenadora del Universo/y del tiempo, como misterio claro y mudo/donde se asienta el latido/de todos los temblores.
Esta carta de presentación, y que el libro viniera de la mano de dos amigos, era suficiente para enfrascarme en su lectura.
Me gusta que el nuevo paradigma, que plantea Antonio Enrique, tenga como referente esencial la amistad; que en sus palabras “supone un hecho creativo, pues requiere imaginación, discreción, tacto, humor del bueno, además de un cierto conocimiento psicológico del otro (otra) proveniente de haberle dedicado tiempo y afecto” Que haga posible que dos personas sean solo amantes sin plantearse el ejercicio de su sexualidad con el fin de la procreación. Y que se fundamente en la libertad.
Aporta planteamientos interesantes como la idea de “mirar al oeste”, en el que nos invita a luchar contra el tiempo dándole la espalda para, así, apropiarnos de nuestra propia sombra.
Sin embargo no me gustan las referencias a Marañón, que aunque en su momento pudieran tener cierto tinte de progresía, está claro que partía de una desigual consideración del hombre y de la mujer, desvalorizando a ésta, igual que le pasaba a Ortega y Gasset. Tampoco me gusta la visión del sexo tan genital en su conjunto, que da al texto un sesgo muy masculino, en el que mujeres como yo no conectamos, aunque es verdad que en algunos momentos llega a leerse una brillante defensa de la emoción, el erotismo y la sensualidad. Y por supuesto afirmaciones pseudo-científicas que presuntamente justifican la falta de genio creador de las mujeres por no se qué actividad cerebral, deberían ser eliminadas, ya que la prueba evidente la proporciona la portada misma del libro.
Sí me atrapa la teoría de que el fluido astral presiente la presencia del ser amado antes de que este se presente en vida, pues no es otra cosa que energía. Hace que soñemos con la persona amada, y nos comuniquemos sin palabras. Posibilita que le amemos cuando no hay esperanza de compartir la vida con él, y que la distancia no menoscabe el amor, antes bien lo pueble de nuevas sensaciones. Es inmune al tiempo y a las circunstancias. Su naturaleza es etérea, celeste.
Sin duda es un libro que apuesta por la polémica, que permite discutir, posicionarse a favor o en contra, buscar argumentos dentro y fuera de él en uno o en otro sentido, mejorar nuestros conocimientos sobre sexo, amor, placer, dolor, erotismo, complejos, e incluso buscar y descubrir erratas.
En cualquier caso es interesante para despertar nuestro sentido crítico ante aspectos tan vitales como nuestro cuerpo y el uso que hacemos de él.

sábado, 14 de febrero de 2009

El Carnaval en los cuentos de doña Emilia Pardo Bazán










EL CARNAVAL EN LOS CUENTOS DE DOÑA EMILIA PARDO BAZÁN
Febrero 2009

Hoy estoy dispuesta a propiciar que se encuentren ante ti dos aspectos de nuestra cultura por los que siento pasión: el carnaval y la literatura.
La idea surgió a la salida de una de las citas del Aula Abentofail. Un grupo de diez o doce personas asiduas a la misma, decidimos seguir de animada tertulia en el Bar Dólar, ante una cerveza fresquita y una tapa de sus deliciosos y típicos calamares fritos.
Yo ya lucía en la solapa de mi chaqueta la mascara de lentejuelas y plumas que hace años me regaló mi añorada compañera y amiga Antonia Lubian. Alguien me preguntó si no era un poco prematuro, y a mí me dio por reír ¿Prematuro? ¡Pero si en esta ciudad pasamos de las luminarias de San Antón a la Semana Santa sin haber tenido ocasión de pecar! ¿Qué clase de penitencia podemos hacer si no hemos vulnerado norma alguna?
Después hablamos de cuentos, de los de Pedro Antonio de Alarcón, que nos llevó a constatar la relación epistolar que mantuvo con la Condesa de Pardo Bazán, a la que conoció físicamente en la Biblioteca Nacional de Madrid, a pesar de que ya habían tenido más de un roce escrito. Ella llegó a publicar una biografía sobre él, pero nada hemos podido saber de las cartas, que probablemente fueron destruidas por los hijos de Emilia, en el momento de hacer públicos sus documentos.
Y en mi cabeza empezaron a cruzarse el nombre de la escritora gallega, los colores del Carnaval y los cuentos.
Así que al llegar a casa busqué en la librería todo lo que había sobre esta coruñesa y me instalé cómodamente en mi sillón de madre para localizar sus textos sobre esta fiesta que algunos ultramontanos siguen considerando incompatible con el catolicismo.
La señora Pardo Bazán, que es una gran cuentista, por su estilo y por el importante número de piezas que nos ha legado, ha abordado en varios de sus cuentos diferentes aspectos de esta fiesta.
Podemos empezar por los vestuarios. En el cuento titulado “La charca” escribe que “las damas lucían dominós de gro y moaré, con encajes” y los caballeros “capuchones negros, de rico raso, con lazos de colores en los hombros”
Leyendo “El dominó verde” que es de lo que va disfrazada una mujer a la que persigue el joven protagonista, de forma ansiosa y agotadora, durante un baile de máscaras, siento la necesidad de salir de dudas respecto a la definición del atuendo, y buscando en las páginas que publica la Real Academia de la Lengua, averiguo que se trata de un traje que cubre hasta los pies, provisto de capucha, que ya solo se usa en carnaval. En el caso que nos ocupa es de rica seda, de fresco color verde y adornado con complicados lazos.
En “El escapulario” relata la aventura carnavalera de una jovencita de noble abolengo y su “carabina inglesa”, Leonor y Kitty, que consiguen invitaciones para el baile. Piensan en alquilar sus disfraces “nada de anticuados dominós: unas pelucas de color, unos antifaces que tapasen bien, y lo demás a capricho” Leonor eligió una larga túnica de la Edad Media confeccionado en pana rosa, un pelucón rosa pálido, cubierto con caperuza de tisú. Kitty se vistió de “typical spanish” traje de gitana, peluca fantástica azul ultramar con peinetas rojas y zapatos de raso. También sabemos que en el salón de baile había buffet con consomé, salmón y champán entre otras delicias, para hacer llevadero el ejercicio físico que implica la danza. Por supuesto describe el ambiente: el ruido, las luces, los chillidos, la mezcla de perfumes insinuantes, las miradas y los piropos, las serpentinas que tendían como un velo en el aire…
“La máscara” es otro interesantísimo cuento en el que describe un espectacular disfraz, sin duda propio de una dama, que es lucido en el baile nocturno del lunes de carnaval. Nos sitúa ante un traje que no es alquilado, sino cortado y cosido a la medida de quien lo luce. Es un vestido escotado con “falda de negro raso riquísimo, orlada de frescas gasas amarillas”; medias de seda negras bordadas en oro (aunque solo se ven hasta el tobillo); zapatos de raso amarillo; larguísimos guantes también de seda y bordado de oro, para cubrir los brazos; antifaz de engomada seda negra adornado con densas blondas, que se adapta perfectamente al rostro; y sobre el cabello un picudo gorro del que cuelga sobre la frente un cascabel de oro y diamantes. Locura es el nombre que define a este atuendo propio de una aristócrata mordaz, ingeniosa y desdeñosa.
En “El mascarón” describe un típico vestuario de hombre que consistía en una “colcha rameada”, una capucha del mismo tejido “rematando el frunce en un ajado lazo de gro rojo”, una escoba y un antifaz de seda con volante de blonda. Por este relato sabemos que las mujeres alquilaban, en tiendas de barrio, mantones, caretas de seda, abanicos pericones y peinetas de carey, Y que por las calles “regadas de confeti”correteaban niños vestidos de demonios verdes azotando a los viandantes con sus rabos.
También nos describe el ambiente de la calle en el cuento “Aventura” donde recoge la divertida tarde de trasgresión de una dama, que disfrazada de mozo de cuadra, sale a disfrutar de bullicio carnavalero que se vive en las calles de Madrid. En ellas encontró “una corriente no interrumpida de gente, que arrastraba pilluelos y mascarones desarrapados. Envueltas en la raída colcha y enarbolando la destrozada escoba o el pelado plumero; embutidos en la lustrina verde, colorada o negruzca de los diablos rabudos; ostentando la blusita del bebé o agitando a cada movimiento millones de tiras de papel de colorines chillones que de arriba abajo los cubrían, los mascarones pasaban alegres y bullangueros, charlando en falsete, requebrando a las chulas de complicado moño, literalmente oculto bajo una densa capa de confeti multicolores, que volaban en derredor a cada movimiento de la airosa cabeza” Más adelante comprobamos que se está divirtiendo con este carnaval callejero como no lo hacía desde mucho tiempo atrás, en realidad la fiesta se le subía a la cabeza como el buen mosto ordinario pero fresco y salubre de las celebraciones populares.
Este cuadro de bulla carnavalera se completa en el relato titulado “Travesura” del que obtenemos la interesante descripción de una de las carrozas que participa en un desfile de Carnestolendas. Representaba un enorme lagarto con el cuerpo hecho de ramas de verde mirto, y “la gorja, los ojos y la lengua de claveles rojos” A él se anclaba un rudimentario sistema de barandas y asientos para que se subiesen las “Locuras” que alegraban el desfile. El monstruo se montaba en una plataforma de tablas que se desplazaba sobre ruedas pintadas de purpurina dorada, de la que tiraba un grupo de mulas. Las locuras eran jóvenes disfrazadas que se sentaban en el lomo del lagarto y de esta guisa desfilaban mañana y tarde por la ciudad. Llevaban en las manos cetros con cabezas de bufones y muchos cascabeles que hacían sonar continuamente.
Pero la Condesa también está atenta a los pequeños objetos que dan sentido a esta fiesta y su imaginación de contadora de buenos relatos se desborda. “La muerte de la serpentina” nos cuenta la historia de una ilusionada espiral de papel rosa que sueña con alcanzar el pecho de una jovencita de corazón enamorado, me inspira una gran ternura. En “La careta rosa” que se publicó por primera vez en el periódico “El Imparcial” en 1918, nos coloca ante una tremenda historia de celos provocada por la aparición de un antifaz entre la ropa interior de la adorada esposa, “era, pues, la careta el secreto que tan a menudo se guardan marido y mujer, por íntima que sea su convivencia, porque el ayer no es de nadie, y el ayer está herméticamente cerrado, como debería haberlo estado siempre en aquel armario fatal”
Todas las aportaciones de doña Emilia refuerzan la adoración que siento por la fiesta, pero también me dejan un sabor agridulce al pensar en el daño que las prohibiciones moralistas de la dictadura franquista han hecho sobre tan importantes manifestaciones cultural y me duele la perdida, a veces irreparable, de materiales, vocabulario, música, bailes, canciones, tradiciones y recetas gastronómicas. Y mientras leo que el ayuntamiento de Guadix presenta en Fitur nuestras tradiciones en forma de carteles de Semana Santa.
Mi propuesta por tanto es invitarte a leer todos estos cuentos que se encuentran en la Biblioteca Municipal o en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y por supuesto a que incorpores el Carnaval como parte de las celebraciones que dan sentido a tu vida. Yo ya tengo mis trajes listos para salir a bailar.

Es más facil escribir de amor que mirar con amor.







Es más fácil escribir de amor que mirar con amor.
11.2.09

A veces me pregunto si la falta de pulso de las celebraciones de carnaval, se deberá a que formamos parte de una civilización constructora de máscaras, en la que “ser” se suele confundir con “parecer ser” Vivimos en una sociedad hipócrita en la que el fingimiento de la personalidad esta admitida en la las relaciones sociales. Estarás de acuerdo conmigo que no existe un sistema de comunicación, desde la palabra hablada hasta la más sofisticada herramienta digital, que no lleve en su naturaleza la posibilidad de la mentira. Humberto Eco escribe “si una cosa no puede usarse para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir la verdad: en realidad, no puede usarse para decir nada”
Este pensamiento fuerza una emulsión intelectual con las imágenes de corazones rojos, Cupido disparando flechas de amor, antifaces, serpentinas y confeti. Y el resultado apunta a Internet.
Un espacio para conocer gente, para escapar de las rutinas cotidianas, de nuestra sombra y también para seducir y enamorarse. Siempre habrá alguien con quien compartir el instante perfecto. No importa el lugar. No importa nuestra imagen, es irrelevante si somos una belleza o un adefesio, si chispean nuestros ojos al sonreír o lloran las comisuras de nuestros labios, si peinamos canas o recogemos la melena en dos coletas. Eliminado el obstáculo de las apariencias físicas somos, principalmente, lo que dicen las palabras que escribimos, invitándonos a representar el papel elegido como personajes de ficción. Algo que no es nuevo, recuerda a Cyrano de Bergerac.
Cada uno, cada una, nos mostramos como somos, o como deseamos ser, sin ningún condicionante corporal. En Internet llevar puesta una máscara es totalmente irrelevante. De hecho, el anonimato permite que a veces el mejor disfraz sea nuestra verdadera personalidad. En un chat, por ejemplo, nunca podemos saber si quien está detrás de la pantalla es quien dice ser, sólo sabemos lo que nos muestra ser, que no es necesariamente lo mismo. Todas las transgresiones son imaginables, todas las suplantaciones son posibles, todas. El galante caballero que ocupa los sueños amorosos de una dama puede ser un programa de inteligencia artificial preparado para interactuar con personas, especialmente diseñado por una empresa de software de entretenimiento con el objeto de animar la participación en chats y comunidades virtuales.
En las relaciones de Internet el nacimiento del amor prescinde de la existencia del cuerpo. Dos personas se conocen e intercambian mensajes, la escritura es lo que una conoce de la otra. El camino transita por enamorarse de las palabras, construir con ellas una imagen que evocar, conversaciones sin sonrisas ni gestos, que consiguen, a pesar de todo, aligerar la angustia, el dolor por la ausencia de un amor anhelado.
La relación crece contenida en los márgenes que establece la distancia. Se desea el encuentro, pero también se teme, porque resulta más fácil encender el ordenador que concertar un encuentro, escribir de amor que mirar con amor, leer que besar, teclear que acariciar, imprimir un emoticón que regalar una sonrisa.
La figura idealizada se desvanece al materializarse en un cuerpo. La mirada, la sonrisa, el gesto y el olor revelan que allí donde había seductoras palabras, hay una persona con su atractivo y sus limitaciones. Cuando el escudo protector de la pantalla desaparece, de nada sirven ya los versos que enamoraron. Cuando los cuerpos se saben cerca, nada es igual. Las máscaras caen y dejan ver rostros asustados o alegres, enamorados o indiferentes.
Al enfrentarse a la abrumadora presencia de los cuerpos, la carne que somos, aparece en todo su dramatismo, condicionando la viabilidad de las relaciones que crecieron tras la segura frontera del ordenador. La persona idealizada, rara vez responde a las expectativas. Si la brecha entre el ser imaginado y el real es muy profunda el alejamiento será definitivo. Pero de vez en cuando, la primera mirada revela complicidades propias de una intimidad que viene de lejos. Entonces, el amor es posible.
Pero ha de quedar claro que las máscaras no están en Internet, son nuestra creación.
Sí en esta plaza sin espacio físico, en este territorio simbólico, el círculo acogedor y perfecto del amor no termina de cerrarse, conocemos el final, cuando apaguemos la pantalla, sentiremos la ausencia, todas las ausencias. Y caerá nuevamente la noche oscura sobre la razón.
Por eso prefiero mantenerme en la luz de la verdad, quedar para desayunar, mandarte flores, brindar “dabondo”, vestirme de fantasía de carnaval, leerte poemas, llenar mi rostro de estrellas, tomar tu mano, regalarte una sonrisa, mirarme en tus ojos, y sentir latir tu corazón.


domingo, 1 de febrero de 2009

El mito masculino.











El mito masculino.
28 de enero de 2009

Acabo de llegar de Madrid, y como siempre que voy a la capital, vengo cargada de nuevas experiencias provocadas por su ser multicultural y su ciudadanía cosmopolita.
Para empezar he encontrado una curiosa exposición de escultura urbana, la “Cow Parade”, vacas de tamaño natural fabricadas en fibra de vidrio y decoradas de las formas más variadas y originales. La experiencia se inició a finales de los años ochenta en Suiza, y ha viajado por más de cincuenta países, involucrando a diez mil artistas y habiendo producido más de cinco mil rumiantes. Cien pastan por Madrid, unas son reivindicativas, otras sexy, las hay deportivas, y también poéticas… Estos animales, que se encuentran tan alejadas de su ecosistema, despiertan las reacciones más variadas, desde la sorpresa a la carcajada, desde el desprecio a la admiración, desde la ternura al acto vandálico…. En cualquier caso son todo un acontecimiento social y cultural que los más jóvenes inmortalizan con las cámaras fotográficas de sus teléfonos móviles.
Tenía que participar en un observatorio que se celebraba en el Barrio del Pilar, y decidí ir en autobús, desde el centro allí se tarda cuarenta y cinco minutos, siempre que no te veas atrapada en un atasco, pero prefiero los transportes de superficie, el metro no me permite ver más que túneles, y a mí me gusta contemplar la ciudad. Además intentaría localizar el mayor número de vacas posibles.
Encontré un asiento de ventanilla y me acomodé relajadamente. Glorietas, enormes avenidas, fuentes, gentes con prisas, edificios emblemáticos, jardines… Se suben al autobús un grupo de siete hombres jóvenes que charlan animadamente. Sus risas atraen mi atención. Uno dice muy serio: he leído que ya en 1977 se decía que el 80 por ciento de los varones se preocupaban por retrasar voluntariamente su eyaculación con la finalidad de que la compañera obtuviese su orgasmo antes, y eso ha hecho que la eyaculación precoz sea un problema.
Otro le contesta: ¿Has leído el libro de Josep Vicent Marqués ¿Qué hace el poder en tu cama?
Los demás ponen cara de sorpresa. Espera un momento y sigue: la eyaculación precoz es un invento del sistema capitalista para vender nuevos productos que rentan suculentos beneficios.
Es la primera vez que oigo esto, y al parecer sus colegas también, agudizo el oído para no perder detalle. Continua: En los años 50 se produjo el reconocimiento de la sexualidad femenina, pero no al cien por cien, porque hubiese puesto patas arriba la estructura patriarcal. Así que el modelo reconoce su derecho al placer en general y al orgasmo en particular, pero la llave de su sexualidad sigue detentándola el hombre. Para ello, se establece que la nueva mujer sexuada es incapaz de llegar al orgasmo por sí sola, que se excita más lentamente que el hombre y que su actitud durante la relación ha de ser pasiva. Será el hombre con su “saber hacer”, con una erección duradera y potente, y demorando la eyaculación el tiempo necesario, el que conseguirá llevarla a la cumbre del placer, provocándole los orgasmos. De esta manera, la relación de dependencia de la mujer respecto al hombre, queda a salvo. Así no hay mujer frígida sino hombre inexperto. Aparece entonces un efecto perverso no calculado, porque preocupado por demostrar ser el mejor amante, el que más aguanta y el que eyacula después de que su pareja haya disfrutado, se convierte en un “trabajador” del sexo ocupado en procurar placer orgásmico a su pareja lo que se convierten en el “salario” de sus esfuerzos. Si no aguanta lo suficiente es un eyaculador precoz y aquí interviene el sistema industrial, y los laboratorios farmacéuticos se forran literalmente vendiendo pastillas para la disfunción eréctil, parches de testosterona para aumentar el deseo sexual femenino y antidepresivos para retrasar la eyaculación precoz. El círculo perfecto se cierra: El modelo crea los problemas, la pornografía los fomenta y la farmacia los cura.
Se hace un silencio profundo y se miran unos a otros. De pronto un pelirrojo sonriente dice: seréis gilipollas, ¿nadie os ha enseñado que las mujeres tienen la vagina interna insensible y que su estimulación erótica genital reside en el clítoris, los labios mayores y menores, y la entrada de la vagina?¿Cómo podéis confundir funciones y técnicas? La eyaculación es una función reproductora, por tanto la rapidez no sólo no es un defecto sino una cualidad. Pero si hablamos de orgasmo, que es una función placentera, el coito no es la técnica más adecuada, es la peor.
Hasta ese momento estaba un poco sobrecogida, pero con la intervención del pelirrojo respiré tranquila.