sábado, 14 de febrero de 2009

El Carnaval en los cuentos de doña Emilia Pardo Bazán










EL CARNAVAL EN LOS CUENTOS DE DOÑA EMILIA PARDO BAZÁN
Febrero 2009

Hoy estoy dispuesta a propiciar que se encuentren ante ti dos aspectos de nuestra cultura por los que siento pasión: el carnaval y la literatura.
La idea surgió a la salida de una de las citas del Aula Abentofail. Un grupo de diez o doce personas asiduas a la misma, decidimos seguir de animada tertulia en el Bar Dólar, ante una cerveza fresquita y una tapa de sus deliciosos y típicos calamares fritos.
Yo ya lucía en la solapa de mi chaqueta la mascara de lentejuelas y plumas que hace años me regaló mi añorada compañera y amiga Antonia Lubian. Alguien me preguntó si no era un poco prematuro, y a mí me dio por reír ¿Prematuro? ¡Pero si en esta ciudad pasamos de las luminarias de San Antón a la Semana Santa sin haber tenido ocasión de pecar! ¿Qué clase de penitencia podemos hacer si no hemos vulnerado norma alguna?
Después hablamos de cuentos, de los de Pedro Antonio de Alarcón, que nos llevó a constatar la relación epistolar que mantuvo con la Condesa de Pardo Bazán, a la que conoció físicamente en la Biblioteca Nacional de Madrid, a pesar de que ya habían tenido más de un roce escrito. Ella llegó a publicar una biografía sobre él, pero nada hemos podido saber de las cartas, que probablemente fueron destruidas por los hijos de Emilia, en el momento de hacer públicos sus documentos.
Y en mi cabeza empezaron a cruzarse el nombre de la escritora gallega, los colores del Carnaval y los cuentos.
Así que al llegar a casa busqué en la librería todo lo que había sobre esta coruñesa y me instalé cómodamente en mi sillón de madre para localizar sus textos sobre esta fiesta que algunos ultramontanos siguen considerando incompatible con el catolicismo.
La señora Pardo Bazán, que es una gran cuentista, por su estilo y por el importante número de piezas que nos ha legado, ha abordado en varios de sus cuentos diferentes aspectos de esta fiesta.
Podemos empezar por los vestuarios. En el cuento titulado “La charca” escribe que “las damas lucían dominós de gro y moaré, con encajes” y los caballeros “capuchones negros, de rico raso, con lazos de colores en los hombros”
Leyendo “El dominó verde” que es de lo que va disfrazada una mujer a la que persigue el joven protagonista, de forma ansiosa y agotadora, durante un baile de máscaras, siento la necesidad de salir de dudas respecto a la definición del atuendo, y buscando en las páginas que publica la Real Academia de la Lengua, averiguo que se trata de un traje que cubre hasta los pies, provisto de capucha, que ya solo se usa en carnaval. En el caso que nos ocupa es de rica seda, de fresco color verde y adornado con complicados lazos.
En “El escapulario” relata la aventura carnavalera de una jovencita de noble abolengo y su “carabina inglesa”, Leonor y Kitty, que consiguen invitaciones para el baile. Piensan en alquilar sus disfraces “nada de anticuados dominós: unas pelucas de color, unos antifaces que tapasen bien, y lo demás a capricho” Leonor eligió una larga túnica de la Edad Media confeccionado en pana rosa, un pelucón rosa pálido, cubierto con caperuza de tisú. Kitty se vistió de “typical spanish” traje de gitana, peluca fantástica azul ultramar con peinetas rojas y zapatos de raso. También sabemos que en el salón de baile había buffet con consomé, salmón y champán entre otras delicias, para hacer llevadero el ejercicio físico que implica la danza. Por supuesto describe el ambiente: el ruido, las luces, los chillidos, la mezcla de perfumes insinuantes, las miradas y los piropos, las serpentinas que tendían como un velo en el aire…
“La máscara” es otro interesantísimo cuento en el que describe un espectacular disfraz, sin duda propio de una dama, que es lucido en el baile nocturno del lunes de carnaval. Nos sitúa ante un traje que no es alquilado, sino cortado y cosido a la medida de quien lo luce. Es un vestido escotado con “falda de negro raso riquísimo, orlada de frescas gasas amarillas”; medias de seda negras bordadas en oro (aunque solo se ven hasta el tobillo); zapatos de raso amarillo; larguísimos guantes también de seda y bordado de oro, para cubrir los brazos; antifaz de engomada seda negra adornado con densas blondas, que se adapta perfectamente al rostro; y sobre el cabello un picudo gorro del que cuelga sobre la frente un cascabel de oro y diamantes. Locura es el nombre que define a este atuendo propio de una aristócrata mordaz, ingeniosa y desdeñosa.
En “El mascarón” describe un típico vestuario de hombre que consistía en una “colcha rameada”, una capucha del mismo tejido “rematando el frunce en un ajado lazo de gro rojo”, una escoba y un antifaz de seda con volante de blonda. Por este relato sabemos que las mujeres alquilaban, en tiendas de barrio, mantones, caretas de seda, abanicos pericones y peinetas de carey, Y que por las calles “regadas de confeti”correteaban niños vestidos de demonios verdes azotando a los viandantes con sus rabos.
También nos describe el ambiente de la calle en el cuento “Aventura” donde recoge la divertida tarde de trasgresión de una dama, que disfrazada de mozo de cuadra, sale a disfrutar de bullicio carnavalero que se vive en las calles de Madrid. En ellas encontró “una corriente no interrumpida de gente, que arrastraba pilluelos y mascarones desarrapados. Envueltas en la raída colcha y enarbolando la destrozada escoba o el pelado plumero; embutidos en la lustrina verde, colorada o negruzca de los diablos rabudos; ostentando la blusita del bebé o agitando a cada movimiento millones de tiras de papel de colorines chillones que de arriba abajo los cubrían, los mascarones pasaban alegres y bullangueros, charlando en falsete, requebrando a las chulas de complicado moño, literalmente oculto bajo una densa capa de confeti multicolores, que volaban en derredor a cada movimiento de la airosa cabeza” Más adelante comprobamos que se está divirtiendo con este carnaval callejero como no lo hacía desde mucho tiempo atrás, en realidad la fiesta se le subía a la cabeza como el buen mosto ordinario pero fresco y salubre de las celebraciones populares.
Este cuadro de bulla carnavalera se completa en el relato titulado “Travesura” del que obtenemos la interesante descripción de una de las carrozas que participa en un desfile de Carnestolendas. Representaba un enorme lagarto con el cuerpo hecho de ramas de verde mirto, y “la gorja, los ojos y la lengua de claveles rojos” A él se anclaba un rudimentario sistema de barandas y asientos para que se subiesen las “Locuras” que alegraban el desfile. El monstruo se montaba en una plataforma de tablas que se desplazaba sobre ruedas pintadas de purpurina dorada, de la que tiraba un grupo de mulas. Las locuras eran jóvenes disfrazadas que se sentaban en el lomo del lagarto y de esta guisa desfilaban mañana y tarde por la ciudad. Llevaban en las manos cetros con cabezas de bufones y muchos cascabeles que hacían sonar continuamente.
Pero la Condesa también está atenta a los pequeños objetos que dan sentido a esta fiesta y su imaginación de contadora de buenos relatos se desborda. “La muerte de la serpentina” nos cuenta la historia de una ilusionada espiral de papel rosa que sueña con alcanzar el pecho de una jovencita de corazón enamorado, me inspira una gran ternura. En “La careta rosa” que se publicó por primera vez en el periódico “El Imparcial” en 1918, nos coloca ante una tremenda historia de celos provocada por la aparición de un antifaz entre la ropa interior de la adorada esposa, “era, pues, la careta el secreto que tan a menudo se guardan marido y mujer, por íntima que sea su convivencia, porque el ayer no es de nadie, y el ayer está herméticamente cerrado, como debería haberlo estado siempre en aquel armario fatal”
Todas las aportaciones de doña Emilia refuerzan la adoración que siento por la fiesta, pero también me dejan un sabor agridulce al pensar en el daño que las prohibiciones moralistas de la dictadura franquista han hecho sobre tan importantes manifestaciones cultural y me duele la perdida, a veces irreparable, de materiales, vocabulario, música, bailes, canciones, tradiciones y recetas gastronómicas. Y mientras leo que el ayuntamiento de Guadix presenta en Fitur nuestras tradiciones en forma de carteles de Semana Santa.
Mi propuesta por tanto es invitarte a leer todos estos cuentos que se encuentran en la Biblioteca Municipal o en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y por supuesto a que incorpores el Carnaval como parte de las celebraciones que dan sentido a tu vida. Yo ya tengo mis trajes listos para salir a bailar.