martes, 24 de febrero de 2009

Transtorna la cordura y alegra el corazón.








Trastorna la cordura y alegra el corazón.
12.02.03.

Estoy preparada para empezar el carnaval, pero antes me vas a permitir que coloque en mi solapa la mascara de oro que me regaló Antonia Lubian, una auténtica obra de arte realizada en lentejuelas por las expertas manos de esta amante de la fiesta.
A esta señora le debo el tener metido en el cuerpo el gusanillo de la marcha carnavalera. Ella es la responsable de que muchas personas deseemos que llegue el carnaval para poder desmelenarnos con alegría e imaginación. Ella es una magnífica diseñadora de disfraces, me encantan sus cuadernos de dibujo, en los que va pintando los trajes, los tocados, los aderezos... Ya le he dicho que ni se le ocurra destruirlos cuando los termine, a mí me encantaría recibirlos como un regalo. Son fantásticos, igual que ella.
Pero volvamos a la fiesta, según el lingüista Díez, la palabra carnaval procedería de Carrus Navalis, carro naval, él pudo constatar en sus investigaciones que todos los 5 de Marzo de cada año se celebraba por los romanos de la época imperial, la fiesta de la Diosa Isis, y con tal motivo se organizaba una procesión en la intervenían personas disfrazadas, que se arrojaban huevos rellenos de polvo de oro para alejar a los espíritus maléficos y en la que aparecía un barco en el que se desplazaba la deidad.
Era obviamente una fiesta pagana que como muchas otras la cultura cristiana convirtió, dándole la forma de una despedida de la inconsciencia antes de sumergirnos en el periodo reflexivo de la cuaresma y su culminación en el sacrificio del Hijo de Dios.
El conjunto de la ciudadanía, a la que siempre le cuesta abandonar los hábitos que le agradan, aprovechó esta propuesta cultural para exteriorizar su deseo de trasgresión antes de las semanas de ayuno.
El Carnaval se plantea así como un retorno temporal al Caos original, es una clara apuesta por la inversión de los valores y una manera de saltar por encima de las normas represoras.
El uso de las máscaras reivindica el derecho a cambiar de rostro como paso previo para cambiar el alma. Es por esto que en carnaval el ateo se viste de piadosa monja, el policía de caco, el hombre se hace mujer, la mujer un guardia civil con bigote, la niña se convierte en princesa, el pobre se hace marqués, la panadera es astronauta en las estrellas, el bebé es convertido en mariposa, la abuela es la dama pantera y por unos días cada cual puede transformarse y realizar su personalísima metamorfosis. La gran ventaja es que cada año puedes cambiar tus deseos y eso es genial.
Las comparsas eligen sus vestimentas y plantean las letras de sus chirigotas, que medio en broma, medio en serio sacan a relucir todos los problemas y situaciones que han impactado en la comunidad, y realizan críticas a famosos, mandones y gobernantes que no tienen mas remedio que encajarlas deportivamente.
Tras un decorado extremadamente delicado y fugaz, el carnaval es un canto a la libertad, un gran arco iris pintado con los lápices de la ilusión y la imaginación, un tiovivo de gestos y de miradas, la gran pirueta que nos mantiene entre la realidad y la fantasía, una atrayente melodía que nos encierra en el círculo mágico del divertimento, un gran beso de espuma multicolor, ambrosía que trastorna nuestra cordura y alegra el corazón.
En la gran batalla que han de librar en estos días Don Carnal y Doña Cuaresma yo me inclino por el primero y os invito a que afloren vuestros sueños, a que os liberéis de complejos y que conjuntamente busquemos la ilusión de vivir.
! Es Carnaval y llegó la hora de divertirse!