sábado, 16 de febrero de 2008

Somos mucho más que dos










Somos mucho más que dos.
11. 2. 2008.
Hoy nuevamente estoy contemplando el anochecer desde mi ventana, y veo pasear en la calle a una joven pareja, van cogidos de la mano, la luz roja del semáforo les detiene en el paso de peatones, no desperdician el instante, se abrazan, se envuelven dulcemente entre apasionados labios y excedentes ropas. Me invade una especial alegría al comprobar que el amor esta en cada esquina, y te encuentro en la sonrisa de esos enamorados.
Siento una paz de almíbar mirando la Luna, atraviesa mi ventana y de pronto tu imagen se refleja en esa luz que se derrama sobre mi cama. Viene acompañada del viento cálido de estas extrañas noches de febrero, abro la ventana y dejo que me acaricie suavemente como si fueran tus manos. Vuela mi mirada por el manto de terciopelo azul buscando alguna estrella fugaz, pero esta noche solo parpadean las pilotos intermitentes de los aviones. Es, sin embargo, el deseo de besarte el que pasa por mi mente, a gran velocidad.
Es en estos momentos cuando quisiera haber escrito el diccionario de tu cuerpo para “desdudar” los sentimientos y sensaciones que no se nombrar. ¿Cómo escribo el bienamado diptongo de tus piernas? ¿De qué manera trazo la admiración de tus labios cuando sonríen? ¿Dónde coloco la onomatopeya “miau” que se me escapa del estomago, cuando usas tus dedos para hacer cosquillas?¿Podrían ser la conjugación de un verbo, todas las caricias de tus manos todas? Las palabras se espesan en lo umbroso de tu pelo. Es entonces cuando quiero dominarlas, poseerlas para lograr escribir un poema que nazca como jacinto del limo de mis sueños, pero se me resisten y no lo consigo.
A pesar de esto no me rindo, y puedo decir que te admiro desde lo más profundo de mis entrañas, es una admiración desbordada que tiene un dobladillo de ternura. Tus “misterios” y tus cosas, me intrigan, me interesan y te observo mientras discurres y discutes hablando del mundo y sus problemas. Me he acostumbrado a tus pasos y a tu particular sentido del humor. Me gustan tu piel, tus miedos, tus deseos y tus ganas de vivir, aunque algunas veces tenga que arrastrarte por encima de las nubes, para que juntos veamos la luz. Y sé que lo que siento es amor.
Sí, sé que a veces arrollo tu tranquilo vivir, pero es que mi amor es así, como una cascada que se desmelena en blanco, como un verso perdido en el azul callejón del deseo, como una fresia roja que intenta enredar sus raíces en la brisa, como un pequeño velero ante la inesperada tempestad de grises, como el chupito de carnaval arco-iris que te ofrezco por febrero, como la íntima lluvia de nubes de algodón rosa, como la música plateada en la copa de la acacia, como la huella de mis labios en la curva de tu hombro moreno, como el dulce aroma del jazmín y la madreselva a la luz de Luna en las noches de verano, como un vertiginoso acantilado dorado desde el que se divisa la línea del fin del mundo, como las brillantes estrellas fugaces…
Sé que mis manías, mis batallas y mi risa hacen girar tu corazón y sus planetas. Y es entonces cuando necesito tu voz para leer lo que escribo, tus manos para sentir mi piel, tus ojos para buscar nuevos enfoques en la vida y tu aliento para percibir un mundo acogedor. Porque tus labios saben denunciar la injusticia, tus manos son solidarias, tu mirada siembra futuro, y tu respiración me da vida. Sabes sacar a flote mis tragedias, te remangas y las remedias. Por eso le robo a Benedeti sus versos: Y porque amor no es aureola/ ni cándida moraleja/ y porque somos pareja/ que sabe que no está sola/ te quiero en mi paraíso/ es decir que en mi país/ la gente vive feliz/aunque no tenga permiso./ Si te quiero es porque sos/ mi amor, mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo/ somos mucho más que dos.