lunes, 3 de noviembre de 2008

Ici reposent.
















Ici reposent
27.10.2003

La historia del accitano cementerio comienza en 1805 (por lo que cuenta mi compañero de tertulia Antonio Lara en el número 9 del Boletín Pedro Suárez) con una larga e intensa trifulca mantenida entre el poder civil representado por el corregidor Rafael Aynat y el poder religioso personificado en el obispo Marcos Cabello. Primero hubo gran desacuerdo sobre los terrenos elegidos, ya que el proyecto inicial del corregimiento lo ubicaba cerca del Caño de San Antón. Por parte del cabildo se alegaron cuestiones de falta de salubridad pública y propusieron un cerro en el Colmenar, por encima de la Ermita del Conde. La contrapropuesta pareció razonable al regidor público que la aceptó. Resuelto este tema apareció el asunto de la financiación, que se estimaba en 58.210 reales, con ellos allanarían el cerro, erigirían la capilla y cercarían el recinto. El disenso monetario sobre la aportación del corregimiento y la del cabildo fue tan notable que pasaron 55 años, se construyó en 1860 siendo alcalde Torcuato Martínez de Dueñas, abogado de los Tribunales de la Nación y Secretario Honorífico de su Majestad, podemos leerlo en la parte posterior del segundo arco de acceso. Las nuevas instalaciones sustituían a las que según Pascual Madoz se encontraba en “una antigua y destruida fortaleza llamada la Alcazaba, en un punto elevado, casi en el centro de la ciudad”.
Quiero despertar tu curiosidad para que te acerques a este espacio urbano al que, con intención o sin ella, solemos ignorar. En los laterales de la capilla veras un grupo de nichos del siglo XIX y principios del XX. El diseño y el lenguaje con que están talladas las lápidas es diferente a los que hemos visto en las calles nuevas. Pondré varios ejemplos que no te eximirán de visitarlos para su comprobación sobre el terreno.
En la lápida de Dolores Vigil Pérez, que falleció en 1880, se lee: Digna esposa, de virtud modelo, cariñosa madre, de amistad sincera, a los suyos en amargo desconsuelo deja y la vida fugaz, no duradera, abandona para dicha gozar, allá en cielo, del ser potente que a todos el ser diera. Ayúdele tu aliento delicioso. Pídelo, oh lector, te lo ruego, su reposo.
Por el contrario podemos encontrar la austeridad en una lápida de mármol blanco con fecha 1893: Ici reposent Victor Savy y Roger Savy.
Nos proporcionan información de las profesiones y estudios de los difuntos. José de Palma Rivas subdirector de telégrafos, licenciado en medicina y cirugía, falleció en 1895. Francisco Adolfo Kohl Rodríguez, nació el 14 de marzo de 1907 y murió el 28 de enero de 1909, sus padres Guillermo Kohl director de la azucarera San Torcuato y doña Cándida Rodríguez.
Como no podía ser de otra manera disponemos de una sección de laureados: Juan José Salmeron Garzón comendador de la Real y Distinguida Orden de Isabel la Católica fechada en 1899; José Muñoz Gualda Caballero de la Real Orden Americana de Isabel la Católica de 1884, o Torcuato Ochoa Zurana Comandante de Infantería retirado, Caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo que data de 1887.
Hay dos que me resultaron curiosas, la una por la procedencia del infante y el idioma: Cigît Gustave Pêgulu nê â Puerto Rico le 6 juin 1890 décede le 25 juin 1896. La otra porque se intuye una historia trágica y penosa: El infortunado señor Don Antonio Arenas Ortiz murió alevosamente el día 14 de mayo de 1914. Su viuda e hijos suplican una oración.
Las hay que rinden honores: Aquí yacen los restos de aquel caballero cumplidísimo y ejemplar que se llamó en vida Don Lorenzo Molina Martínez Dueñas, murió con sentimiento general de los accitanos el día 7 de febrero de 1913 a los cuarenta años de edad.
Y otras que pasan desapercibidas a pesar de la importancia del personaje, este es el caso de la sepultura del abogado, escritor y fundador en 1891 del semanal “El Accitano”, José Requena Espinar.
Ultima invitación, en tu visita reflexiona con Tagore: Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.