Revolución en la mesa.
14/8/2013
Las niñas y los niños de una escuela de verano se
sientan con nerviosismo porque va a empezar la función, organizada por la
asociación de mujeres.
Una de ellas vestida de cocinera con una enorme
cuchara en la mano les dice con tono de pregonera: ¡Ese día en el comedor se
armó la revolución. ¡Abrid bien vuestros oídos, os contaré qué pasó! Y continuó
con una narración, que intento reproducir de memoria.
Tenedor no paraba de pinchar a los demás, se le unieron
plato, vaso, cuchillo y salero. ¡Si faltamos en la mesa sería difícil comer y
las chicas sin nosotros, nada podrían hacer! Mantel, que era el más
inteligente, les decía que todos juntos serían más eficientes. Cuchillo le
cortó: No hables sin conocer, somos los más importantes y ellas deben
reconocerlo. Plato intervino convencido: Tenéis que aceptarlo todas, nosotros
somos mejores y los más valorados. Salero, con su gracia habitual: ¡Qué risa! ¡Cuando
la carne presenten sin nada para cortar!
En la alacena contigua todas las aludidas estaban
nerviosas. Cuchara, que tenía más cabeza que cintura, reunió a las chicas. No
faltó ninguna. Tenía un plan. Fue aceptado por mayoría, ya que sopera y taza
dudaban de ser capaces de hacer lo que ellos hacían ¡eran tantos años con los
papeles asignados…!
Hicieron un ensayo. Escudilla sustituyó al plato en
su cometido. Seis servilletas volaron como avionetas de papel y en la mesa
aterrizaron sustituyendo al mantel. Dos brochetas, muy unidas, se ofrecieron a
intentar suplantar al tenedor en su función de pinchar. Copa estaba decidida a
ocupar el puesto del vaso ¡pues aún siendo yo muy fina hago muy bien mi
trabajo! Navaja alzó su voz en tono cortante: Aunque yo venga del campo y no
sea tan elegante, sustituiré al cuchillo que se cree muy importante.
Los chicos, que se habían escondido en la despensa,
para espiar el fracaso de las chicas, estaban alucinados. Cazo con voz profunda
habló muy avergonzado: Nos hemos equivocado, nos han demostrado inteligencia y
que saben cooperar.
El primero en salir fue el mantel y se colocó en la
mesa como solía hacer. Jarra, conciliadora, invitó al resto a unirse y a
regañadientes lo hicieron.
La cocinera narradora sentenció: No hay nadie más
importante ya que todos y todas somos iguales, cada uno en su función, debemos
trabajar juntos, valorando a los demás.
Es una original idea que quiero compartir como buena
practica, en el convencimiento de que una gota de agua puede convertirse en una
ola.
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