Orgullo en un e-mail.
4 de junio de 2009
Sin lugar a dudas soy una mujer de otoño. Mi cuerpo no está preparado para la exuberante primavera. Aunque me encanta el colorido con que se viste la tierra en esta estación, mi organismo reacciona disociando el cuerpo y la mente. Mientras mi cerebro capta la emoción de la naturaleza que se regenera y nos regala petunias de mil colores, margaritas amarillas, caléndulas naranjas, amapolas rojas, blancas celindas, verbenas que hacen honor a su nombre y explotan llenando el espacio de delicadas flores de intenso color malva o morado…. las mucosas de mis oquedades reaccionan celosas y airadas. Noto que mis ojos lloran lágrimas en cascada, mi nariz se convierte en un inesperado nacimiento de riachuelo, y todo este líquido procede de mí desecado cuerpo. Mi garganta es incapaz de pronunciar palabra, de lo reseca que se encuentra, me pican los oídos, y si permitiese a mis manos moverse con libertad, me arrancarían la piel a tiras. Aunque me produce gran satisfacción deleitarme con el color y la belleza de las flores, siento un profundo agotamiento, un cansancio que no me deja pensar, una fatiga que me impide el movimiento… Mi médica le llama astenia primaveral asociada a un proceso alérgico.
La alergia es una reacción anormal del organismo frente a sustancias que en la mayoría de las personas resultan inofensivas. Nos exponemos constantemente a muchas de ellas, pueden estar flotando en el aire, y las respiramos. Otras sustancias las ingerimos, como los alimentos o algunos medicamentos. Finalmente, otras entran en contacto directo con la piel. Todas estas sustancias, en minúsculas cantidades, al llegar a los diversos órganos de nuestro cuerpo son capaces de desencadenar diferentes procesos alérgicos. La afectación alérgica de los bronquios da lugar al asma, que es la enfermedad alérgica más frecuente. La alergia puede afectar la nariz, dando lugar a la rinitis, y a los ojos, provocando conjuntivitis. En la piel se manifiesta como urticaria, edema o inflamación, dermatitis atópica, y eccema de contacto.
La médica me receta antiestamínicos para acallar el llanto, broncodilatadores para poder seguir respirando y vaselina para reforzar las defensas de mi nariz. Por supuesto gafas de sol y mascarilla… y ya estoy en la calle como una guerrera del espacio, compañera de Dark Vader, dispuesta a intervenir en mi particular lucha contra el polen enemigo.
Tengo una colega feminista, maravillosa contadora de historias, que en tono jocoso relata que el polen nos ataca a nosotras porque es la parte masculina de la flor, que se resiste a ser ignorada en la contemplación absorta que hacemos del conjunto, y que por eso se abalanza y nos ataca.
Intento repeler la ofensiva desplegando mi imaginación, como lo que más me alivia es la lluvia, y no cae del cielo ni una gota, he fabricado la mía propia. En el trabajo tengo un pulverizador de agua que periódicamente descargo sobre mí, dejando que me envuelva una delicada bruma que refresca mi rostro y limpia el aire que respiro. En casa me coloco bajo la ducha, y al tiempo que elimino al invasor de mi cabello y de mi piel, me relajo y respiro mejor.
Es evidente que la naturaleza no me deja disfrutar de la belleza de la primavera, porque enseguida me susurra al oído, con la alergia y la astenia como mensajeras, que soy frágil y vulnerable, igual que las flores, pero también me consuela, asegurándome que como ellas renaceré tras cada muerte.
Mientras la madre naturaleza pone mi sistema inmunológico al límite y mi cuerpo alberga todos los muertos y heridos en esa gran batalla entre los linfocitos T y los antígenos, acudo a mi particular botiquín para estas situaciones de crisis, en él guardo una docena de películas que siempre me dan ánimo. Me tumbo en mi sofá de madre, conecto la televisión al dvd y veo "Orgullo y prejuicio" Siempre me ha gustado la autora de la novela, Jane Austen, a la que reconozco el gran mérito de escribir invadiendo un espacio exclusivamente masculino, capaz de criticar la sociedad en que vivió, cuestionando el papel de la mujer de su tiempo y la concepción que de ella tenía la sociedad inglesa. Escuchando las charlas de Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy se hacen más llevaderos mis males. Cuando se acerca el final recuerdo que otra película, "Tienes un e-mail" dirigida por Nora Ephron, tiene referencias directas a "Orgullo y prejuicio", y que parte de la trama se basa en ella. Cuando Meg Ryan espera a Tom Hanks en el café, tiene en sus manos la novela y al encontrarse dialogan sobre el libro y sus personajes. Así que teniendo en cuenta que necesito mimos, me voy a buscarla al botiquín.