sábado, 20 de junio de 2009

Razones para decidir





Razones para decidir
16.6.09

Se debate en la calle sobre la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, y se pone el acento en la edad de consentimiento para abortar, sin la autorización paterna o materna, en los 16 años. Yo quiero participar aportando los argumentos que considero que dan legitimidad a este cambio en la ley.Uno de ellos es el de mantener la coherencia con la edad de consentimiento prevista en nuestro ordenamiento jurídico, como la que establece que con 13 años se pueden mantener relaciones sexuales; que con 14 y autorización judicial se puede contraer matrimonio, y sin esta a los 16. Coherencia con la Ley de autonomía del paciente que, a propuesta del gobierno del Partido Popular presidido por Aznar, se aprobó en 2002, y fijó la mayoría de edad sanitaria en los 16 años y los 14 con autorización judicial. En ella llama la atención que se reconozca el derecho de una mujer con 16 años a decidir si se opera a corazón abierto o se somete a una aparatosa intervención de cirugía plástica, con la exclusiva manifestación de su voluntad, y sin embargo no pueda decidir someterse a un acto sanitario considerado de bajo o medio riesgo como es el aborto. No resulta muy lógico que las chicas a partir de 13 años puedan practicar sexo sin dar cuentas a nadie, pero que luego no puedan afrontar sus consecuencias.Hemos de tener en cuenta que hablamos de una decisión que afecta a la vida de una mujer, a su intimidad y a su futuro. Si no fuese adoptada con su consentimiento (tanto si aborta como si continua con el embarazo) supondría un gravísimo problema. Sin duda lo mejor sería que pudiera contar con el apoyo de su madre, de su padre, de toda su familia, pocas actuaciones hay más eficaces para ayudarles a madurar que mostrarles nuestra confianza, reconociendo que pueden ser razonables y responsables; pero no se puede legislar para que se den unas confiadas, sanas y fluidas relaciones familiares. Si estas existen, es muy probable que antes del embarazo haya comunicación e información para prevenirlo, y me valdrían la castidad y la abstinencia deseada, tanto como la utilización de métodos anticonceptivos, preferiblemente el condón con el que también evitaríamos enfermedades de transmisión sexual. Lamentablemente la tozuda realidad indica que "nuestras niñas" conocen el sexo a nuestra espalda, y queremos imaginarlas vírgenes y puras como el día que las trajimos al mundo, negándonos a reconocer que en sus cuerpos se despiertan instintos básicos de los que nadie habla y sobre los que siempre se corre un estúpido velo.Estos ojos, que tanto han visto, me permiten saber que si la joven piensa que su familia se opone al aborto, retrasará la toma de decisiones arriesgándose a una intervención quirúrgica en avanzado estado de gestación, o recurrirá a soluciones ilegales, generalmente poniéndose en manos de carniceros sin escrúpulos, así peligrará su vida y sumará una experiencia psicológicamente muy traumática. Quizá deberíamos recurrir al pavor que nos produce, como madre o como padre, imaginar con la mano en el corazón, que una de esas jóvenes, que están en peligro ocultando un embarazo, dejándolo avanzar o exponiéndose a abortos inseguros, pudiera ser nuestra hija.Creo que la maternidad, y la paternidad, debe ser el fruto de una decisión consciente y amorosa, y no el resultado de un accidente, un error, o un encuentro en el que sólo se pretendía disfrutar del sexo. Pero desgraciadamente hay muchos embarazos no deseados entre las jóvenes, que sería deseable poder reducir, porque en unos casos conducen al aborto y en otros a crueles y aborrecidas maternidades, en las que las abuelas ven nacer a sus nietos mientras consuelan a sus aterradas hijas y deben suplirlas en el papel de madres.Necesitamos políticas públicas de educación sexual que no se limiten a informar sino que eduque en valores (igualdad, autonomía, cuidado de una misma y de los otros, diversidad sexual…) que proporcione recursos y habilidades orientados a posibilitar el ejercicio de una sexualidad libre, responsable, sana y divertida. Para que los y las jóvenes disfruten de sus cuerpos y su sexo sin arriesgar la salud y la vida.Basta ya de mirar la práctica del sexo con enfermizos ojos de pecado; de hipócritas sermones sobre la sexualidad para procrear; de considerar putas a las mujeres que gozan de su maravilloso cuerpo... Y si hay alguien que quiera participar y compartir esos discursos, pues que en uso de su libertad se meta en una iglesia y se deje adoctrinar.