Operadora, quiero poner una conferencia.
Ana María Rey Merino
20. 10.2009
El 19 de abril de 1924 se constituyó en Madrid la Compañía Telefónica Nacional de España, y a finales de ese año había comprado las concesiones de la provincia de Granada. Sin embargo siguió la política de concesiones en la provincia y así en el año 1965 sabemos que en Guadix la tenía el murciano Cristóbal Corbalán Sánchez, que sería sustituido por el ferroviario Pascual Martínez Baca al jubilarse.
Corbalán y su esposa Consuelo vivían en la calle Mira de Amescua haciendo esquina con la calle San José, y es precisamente en esa casa donde la compañía instaló los equipos con los que prestar el servicio telefónico. Había un locutorio con dos cabinas y una centralita, que en principio tuvo dos cuadros y en poco tiempo se amplió a cuatro, prestando servio a 599 abonados.
En esta centralita siempre trabajaron mujeres, me ha costado trabajo dar con alguna de ellas pero al fin lo he conseguido y quiero agradecerles el regalo de su tiempo y su saber, sin el que esta columna no habría visto la luz. Conchi López Gómez fue la operadora número 7 de esta central desde 1967 y Mª Carmen Raya Pérez desde 1971, ambas trabajaron hasta febrero 1975, en que se automatizó el servicio de telefonía y ubicándose en la calle Santiago.
Ellas me han hablado de otras operadoras: Loli Romero, Piedad Alarcón, Carmen López, Lurdes Buendía, Concha Bogas, Mari Gómez, Mari Cuerva, Conchi Pérez, Patrico Guerrero, Araceli Maillo Vilchez, Maribel Parra y otras de las que no recuerdan sus apellidos como Teresa o Luisa Fernanda. Tras el cese en sus empleos, algunas siguieron en Guadix y otras se fueron a Murcia o Cataluña.
Para ser telefonistas necesitaban un nivel básico de conocimientos, buena presencia, irreprochable conducta, permiso expreso del padre, ser soltera, y una edad comprendida entre los 16 y los 25 años, también ayudaba una buena recomendación de alguna persona de prestigio. El oficio se aprendía de las compañeras con experiencia: había que manejar las clavijas y los cuadros; conocer los números de los abonados; saber los nombres y los apodos e incluso a los miembros de las diferentes familias. El 17 era la Guardia Civil, 34 el Ayuntamiento, 25 Renfe, y 537 la parada de Taxi.
El locutorio abría todos los días, incluidos domingos y festivos, de 8 de la mañana a 10 de la noche, y la centralita prestaba servicio 24 horas. Solo pararon tres días a causa de la inundación de octubre 1973 que afectó a las líneas de teléfonos.
El trabajo se organizaba a turnos. Cuatro mujeres entraban a las 8 hasta las 15, otras de 15 a 23 y una sola mujer hacía guardia nocturna desde las 23 a las 8. Había una correturnos con horario de 10 a 14 y de 16 a 19 horas. Cada semana realizaban un turno y cada dos meses les tocaba una semana de noche. El descanso reglamentario era un día a la semana.
Su jornada comenzaba sentándose ante el cuadro y ajustándose los cascos y el micrófono, Conchi se toca la cabeza cuando me lo cuenta, reconociendo una pequeña hendidura en su cabeza, consecuencia de miles de horas de presión de la “diadema tecnológica”. Ajustaban los minuteros suizos “Zenit” imprescindibles para poder cumplimentar los tickets de facturación. Y comenzaban a dar respuesta a las llamadas. Muchas madres pedían conferencia con los campamentos militares en los que sus hijos hacían la mili como Viator o Cerro Muriano, y de tanto contactar con los operadores de los cuarteles surgió algún emocionante romance. Las horas más críticas de trabajo coincidían con la apertura del comercio. Quienes más uso hacían eran las Minas de Alquife que tenían una línea directa, pero después las compensaban con regalos y con el tradicional aguinaldo. Cuando la gente del cine se alojaba en el Hotel Comercio tenían conferencias con Roma cada dos por tres, y algunas dificultades con el idioma.
Las noches eran duras, extendían un camastro delante de los cuadros de clavijas, pero pocas podían dormir entre los crujidos del suelo de madera y las carreras de las ratas bajo él.
Tuvieron que lucir su perfil sindicalista, Conchi López fue enlace sindical y luchó por el reconocimiento de las vacaciones pagadas, y por dejar de hacer turnos de noche, su jefe la llamaba “abogailla de secano” y Carmen Raya tuvo enfrentamientos por negarse a fregar y quitar polvo intuyendo que el jefe quería prescindir de la limpiadora.
Todas jugaron un importante papel como modelo de mujeres trabajadoras y ayudaron a la modernización de la ciudad. Para ellas nuestra gratitud.
Ana María Rey Merino
20. 10.2009
El 19 de abril de 1924 se constituyó en Madrid la Compañía Telefónica Nacional de España, y a finales de ese año había comprado las concesiones de la provincia de Granada. Sin embargo siguió la política de concesiones en la provincia y así en el año 1965 sabemos que en Guadix la tenía el murciano Cristóbal Corbalán Sánchez, que sería sustituido por el ferroviario Pascual Martínez Baca al jubilarse.
Corbalán y su esposa Consuelo vivían en la calle Mira de Amescua haciendo esquina con la calle San José, y es precisamente en esa casa donde la compañía instaló los equipos con los que prestar el servicio telefónico. Había un locutorio con dos cabinas y una centralita, que en principio tuvo dos cuadros y en poco tiempo se amplió a cuatro, prestando servio a 599 abonados.
En esta centralita siempre trabajaron mujeres, me ha costado trabajo dar con alguna de ellas pero al fin lo he conseguido y quiero agradecerles el regalo de su tiempo y su saber, sin el que esta columna no habría visto la luz. Conchi López Gómez fue la operadora número 7 de esta central desde 1967 y Mª Carmen Raya Pérez desde 1971, ambas trabajaron hasta febrero 1975, en que se automatizó el servicio de telefonía y ubicándose en la calle Santiago.
Ellas me han hablado de otras operadoras: Loli Romero, Piedad Alarcón, Carmen López, Lurdes Buendía, Concha Bogas, Mari Gómez, Mari Cuerva, Conchi Pérez, Patrico Guerrero, Araceli Maillo Vilchez, Maribel Parra y otras de las que no recuerdan sus apellidos como Teresa o Luisa Fernanda. Tras el cese en sus empleos, algunas siguieron en Guadix y otras se fueron a Murcia o Cataluña.
Para ser telefonistas necesitaban un nivel básico de conocimientos, buena presencia, irreprochable conducta, permiso expreso del padre, ser soltera, y una edad comprendida entre los 16 y los 25 años, también ayudaba una buena recomendación de alguna persona de prestigio. El oficio se aprendía de las compañeras con experiencia: había que manejar las clavijas y los cuadros; conocer los números de los abonados; saber los nombres y los apodos e incluso a los miembros de las diferentes familias. El 17 era la Guardia Civil, 34 el Ayuntamiento, 25 Renfe, y 537 la parada de Taxi.
El locutorio abría todos los días, incluidos domingos y festivos, de 8 de la mañana a 10 de la noche, y la centralita prestaba servicio 24 horas. Solo pararon tres días a causa de la inundación de octubre 1973 que afectó a las líneas de teléfonos.
El trabajo se organizaba a turnos. Cuatro mujeres entraban a las 8 hasta las 15, otras de 15 a 23 y una sola mujer hacía guardia nocturna desde las 23 a las 8. Había una correturnos con horario de 10 a 14 y de 16 a 19 horas. Cada semana realizaban un turno y cada dos meses les tocaba una semana de noche. El descanso reglamentario era un día a la semana.
Su jornada comenzaba sentándose ante el cuadro y ajustándose los cascos y el micrófono, Conchi se toca la cabeza cuando me lo cuenta, reconociendo una pequeña hendidura en su cabeza, consecuencia de miles de horas de presión de la “diadema tecnológica”. Ajustaban los minuteros suizos “Zenit” imprescindibles para poder cumplimentar los tickets de facturación. Y comenzaban a dar respuesta a las llamadas. Muchas madres pedían conferencia con los campamentos militares en los que sus hijos hacían la mili como Viator o Cerro Muriano, y de tanto contactar con los operadores de los cuarteles surgió algún emocionante romance. Las horas más críticas de trabajo coincidían con la apertura del comercio. Quienes más uso hacían eran las Minas de Alquife que tenían una línea directa, pero después las compensaban con regalos y con el tradicional aguinaldo. Cuando la gente del cine se alojaba en el Hotel Comercio tenían conferencias con Roma cada dos por tres, y algunas dificultades con el idioma.
Las noches eran duras, extendían un camastro delante de los cuadros de clavijas, pero pocas podían dormir entre los crujidos del suelo de madera y las carreras de las ratas bajo él.
Tuvieron que lucir su perfil sindicalista, Conchi López fue enlace sindical y luchó por el reconocimiento de las vacaciones pagadas, y por dejar de hacer turnos de noche, su jefe la llamaba “abogailla de secano” y Carmen Raya tuvo enfrentamientos por negarse a fregar y quitar polvo intuyendo que el jefe quería prescindir de la limpiadora.
Todas jugaron un importante papel como modelo de mujeres trabajadoras y ayudaron a la modernización de la ciudad. Para ellas nuestra gratitud.
2 comentarios:
Hola soy Isabel Perez Aranda,soy de guadix aunque vivo fuera, pero voy cuando puedo, acabo de descubrir tu blogs, me parece estupendo, asi como los articulos que escribes, este de las mujeres de guadix en la centralita y su lucha por un trabajo digno.
He de decir que las mujeres de guadix han sido unas luchadoras ,seguire entrando en tu blogs gracias por compartir.
pita9261@hotmail.com
Estupendo BLOGS
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