martes, 26 de enero de 2010

La sabiduría de la tía Chirila.



La sabiduría de la tia Chirila.
Ana María Rey.
26 de enero de 2010.

Cuando preparaba un artículo sobre las mujeres accitanas que vivieron en nuestra ciudad en los últimos años del siglo XIX, leí muchas de las páginas de “El Accitano”, uno de los periódicos que se editaban en la ciudad en aquellos años, y que para mí son cofres que esconden los verdaderos tesoros de la vida cotidiana de un pueblo.
Este año me he dedicado a leer “El Eco Accitano”. De él se conservan cuarenta números en la Hemeroteca de la Casa de los Tiros, y en algunas colecciones particulares también hay ejemplares. Se inició su publicación el 30 de junio de 1889 y el último número tiene fecha de 30 de marzo de 1890.
Salía los domingos bajo la dirección de Diego Flores Pons que también lo imprimía, y tenía las oficinas en la calle Palacio nº 9. En su equipo de redacción estaban Manuel García Noguerol, que coordinaba letras y palabras para resolver los más arduos problemas sociales. Benito Minagorre, un médico y cirujano que manejaba la pluma con la misma destreza y maestría que el bisturí. Enrique Olmedo concienzudo y buen escribano para el que las mujeres eran una inagotable fuente de inspiración. López López que se hizo popular por los poemas que escribía, al parecer lo hacía con tanta facilidad que sus compañeros comentaban que aprendió a hablar en verso. Y Jesús Miranda Muñoz, encargado de escribir la sección fija “Reflejos de la semana” en la que se recogían los acontecimientos sociales y culturales más destacados de la ciudad.
Pero no es de este periódico de lo que quería escribir, sino de la información que aparece en el número 9 del día 25 de agosto de 1889.
Trascribo literalmente:
“En el vecino pueblo de Lapeza ejercen su noble profesión los médicos señores Sánchez del Águila y Abellán Acosta: ambos han adquirido justa celebridad en su carrera; pues bien, todavía hay quien sin títulos académicos alcanza mucho más que ellos en la ciencia de Esculapio.
Hace cuatro días regresó de aquel pueblo una curandera conocida por la tia Chirila, la cual, según nos dice persona bien informada y que nos merece entero crédito, ha estado curando a un desgraciado que tenía malos dentro del cuerpo. La maravillosa cura ha costado a la infeliz familia del extravagante enfermo, la friolera de unos treinta duros.
¿No hubiera medio de impedir que la tal doctora continuara sacando los malos o mejor dicho los duros a los necios que creen todavía en las influencias de las brujas y en otros escesos?”
La “Tía Chirila”, es un personaje del que ya había tenido conocimiento por “El Accitano”, y me sorprendió gratamente volver a encontrarla en otro periódico. Es un hecho evidente que debía tratarse de todo un personaje que no dejaba indiferentes a quienes la trataban, quizá por ello consiguió captar repetidamente la atención de los redactores, que por lo general apenas se ocupan de los temas que afectaban a las mujeres. Y es más curioso aún que el seguimiento de sus actividades se realice a lo largo de casi una decena de años, algo absolutamente inusual en los prensa locales.
Transcribo de “El Accitano” de 13 de agosto de 1893, el artículo titulado “Los demonios”, que fue el que me descubrió a Chirila:
Nos remiten de Lugros, el siguiente relato, que sin quitarle ni ponerle, ni punto ni tilde, publicamos a continuación, absteniéndonos de hacer comentarios para que nuestros lectores los hagan a su gusto. Dice así: “Un hecho digno de que conozca el público por la importancia de él, es el ocurrido en Lugros de este partido. A la señora de don Fernando Castro, administrador del señor Gamazo, le han dado los demonios en el cuerpo; con ese motivo han dado varios viajes a Guadix para que se los echen fuera, pero teniendo que sufrir otra operación en el pueblo de su vecindad, con este motivo subió al citado pueblo la facultativa para practicar tan notable hecho; al llegar hasta a él, sembró la alarma en todo el vecindario, recogiendo todos los rosarios que en el pueblo encontraron, y algunas estampas con la imagen de la Virgen, del Señor, y otras. Se verificó tal expulsión de los demonios, y ya quedó la buena señora en perfecto estado de salud, más lo notable es la facultativa, saben ustedes quién es?. La tía Chirila, del barrio de Santa Ana: por el servicio prestado, a la facultativa, según el publico se dice en aquel pueblo, se le han dado veinticuatro duros, las ropas que tenía puestas la señora en el momento de darle los demonios, las ropas de la cama en que aquella noche se acostó y tres pies de tocino medidos con el pie de la tía Chirila; saben ustedes en qué le dieron los demonios? En un pedazo de salchichón y un vaso de vino. Estamos en fin de siglo 19, siglo de las luces…
De ella tenemos pocos datos pero de gran importancia. Las imagenes que ilustran este artículo son cuadros de Antonio López que creo que recogen maravillosamente la personaidad y el quehacer de la protagonista de hoy.
Sabemos que Chirila se dedicaba a recorrer caminos, cortijos y pueblos curando. Si por alguna razón alguien enfermaba y ella estaba en otro lugar, enviaban a un hombre y unas bestias para que de inmediato la sanadora se personase en el domicilio de la persona doliente. A ella acudían personas angustiadas, desbordadas por problemas que ya no se digerían en la mente y explotaban por los poros de la piel. Escuchaba a los cuerpos, miraban en el alma a través de los ojos, tocaban las heridas, atendía y entendía a quien demandaba su ayuda. Estas prácticas se acompañaban de una palabra comprensible, contenedora y aliviadora. Y si era necesario fabricaba medicinas que la gente llamaba “chirilescas”, para lo que utilizaba los productos que ofrece la Madre Tierra: hojas, flores y semillas de plantas; corteza de árboles; raíces; minerales; grasa y pieles de animales, y aguas de manantial.
Hemos buscamos en los mismos periódicos los precios del mercado público, y sabemos que una arroba de aceite costaba 11 pesetas, la suscripción de un trimestre por doce periódicos era de 2.50 y un tomo del Tratado de Ginecología Operatoria costaba 17 pesetas. El hecho de que Chirila cobrase por uno de sus servicios 120 peseta y 150 pesetas por sus medicinas, habla de su prestigio entre las gentes de la comarca.
No pudo evitar la envidia de los médicos, que la acusaron de charlatana e intrusa. Y así lamentablemente el patriarcado sumó otro triunfo: dotar de significado negativo la ancestral sabiduría medicinal de las mujeres. La Tia Chirila fue sin lugar a dudas una sabia que conocía los secretos el cuerpo humano, y los remedios naturales para equilibrar su buen funcionamiento. Afortunadamente ella siempre fue consciente del valor de sus conocimientos.
Habría sido todo un lujo poder disponer de un libro en el que se hubiese recogido esa sabiduría, pero desgraciadamente con ella se fueron años de conocimiento y experiencia.

3 comentarios:

Carmen Hernández dijo...

Preciosas las pinturas Ana María, enhorabuena por este artículo, el accitano nos seguirá sorprendiendo gracias a tu mirada curiosa de investigadora.

Ana Maria Rey Merino dijo...

Gracias Carmen. A ti tambien tenemos que agradecerte que compartas tus experienzas en los interesantes archivos en los que te mueves.

F. Rojas dijo...

Que maravilloso articulo, felicidades