Arena y Horizonte.
20 de diciembre de 2005.
En algunas ocasiones mi falta de concentración invita a participar de cuanto hago a los Martinicos. Esos duendes traviesos hicieron que la semana pasada se publicase un artículo antiguo. Te pido disculpas e incluyo la colaboración que tenía preparada.
Se cumplen catorce años del fallecimiento en Palau de Plegamans de un hombre bueno, que en un tiempo vivió y trabajó en la ciudad de Guadix aportando lo mejor de sí mismo.
Me interesé por él a raíz del correo electrónico que me envió una fiel suscriptora de este periódico, y digo fiel porque ya nos leía en el formato de revista mensual. Teresa Artero Cruz es barcelonesa, y la primera vez que pisó las arcillas de Acci tenía un mes, desde entonces vuelve cada año, y me comenta que es este semanario el que la mantiene conectada a la tierra de su madre. No conozco su rostro, no he oído su voz, no he visto su letra, pero somos cómplices en el intento de rescatar, para ti, el recuerdo de su abuelo.
Tere dice que conocía a mi suegro. Así que me dirigí a las fuentes. Torcuato volvió a sorprenderme. No solo recordaba a José Artero Rodríguez, lo definió como un amigo, periodista de vocación y poeta de corazón. Puso en mis manos su libro de poemas dedicado “Arena y Horizonte”, y una carpeta con la correspondencia que mantuvieron, la primera carta está fechada en septiembre de 1978 y la última en diciembre de 1991, días antes de su muerte. Pasé varias tardes enfrascada en la lectura.
Pepe Artero nació en 1908 “en la blanca y morena Almería”. Con dieciocho años llegó a Guadix. Conoció a Juan Aparicio que llegaría a ser Director General de Prensa, y que ejerció sobre él gran influencia, “hacíamos pinitos con nuestras plumas, en prosa y verso, después él tiró por la derecha y yo por la izquierda pero la amistad es inquebrantable”. Durante ese tiempo trabajó en la imprenta de José Bocanegra. Comienza su relación con Ruiz Ferrón que le anima a participar en el opúsculo anual que honra al Magistral Domínguez, su primera colaboración se produjo en 1930.
Retornó a su tierra natal para tomar posesión del cargo de Segundo Jefe de la Policía Municipal. Simultáneamente ejerció como periodista utilizando el seudónimo “Juan de Almería”. Sus ideas, sus escritos y su lealtad a la República le condujeron al callejón oscuro en que se vieron acorralados los perdedores de la contienda. Fue condenado a muerte. Por fortuna la pena fue conmutada por la de prisión. Finalmente lo sacaron de la cárcel pero fue desterrado, era 1943. Superó esa etapa gracias al inmenso amor que le regaló su compañera Teresa Verdegay.
Volvió a Guadix que considerará su segunda patria chica. Vivió con tristeza que los golpistas le quitaran la libertad y le hirió profundamente la retirada del carné de periodista, por eso cuando logró recuperarlo, en el año 1982, lo hizo público a los cuatro vientos. Se inscribió en el Registro Oficial de Periodistas Profesionales de España, le asignaron el número 10.550 y desde ese momento apareció en el papel timbrado en que escribía.
Fue el precursor de nuestros pregones de Feria. En el año 1952 el alcalde José Vega García, decidió incorporar un texto anunciando la fiesta en el programa. En principio se le encargó al canónigo Juan José Valverde, gran amigo de Artero, pero este se puso enfermo y no pudo atender el requerimiento municipal. Nuestro protagonista trabajaba como tipógrafo y recibió de su jefe la proposición de redactarlo. “Me puse a la máquina, saqué una prueba, Bocanegra (q.e.p.d.) se la llevó al alcalde. Cuando volvió ¡pásmate!, me dijo que quitara mi firma, le contesté que sin mi firma no había pregón.” Tras idas y venidas, lo publicó como “Pepe de Almería”, en recuerdo del condenado “Juan de Almería” que tantos quebraderos de cabeza le había proporcionado. Fue un nuevo paso para la reconciliación. Artero lo pone de manifiesto en sus cartas y reconoce que los franquistas, pasaron del recelo, por su condición de rojo, a la amistad, tras descubrir en él a un hombre honrado.
Sus palabras de entonces me servirán para desearte a ti y a quienes vuelven a casa, como el turrón, “paz” en estos momentos en que iniciamos la cuenta atrás del 2005. “¡Bienvenidos todos! Guadix os recibe en estas horas alegres con todos los honores de los dignos visitantes y os vaticina que estos días jubilosos inyectarán en vosotros el más sano optimismo que os llenará de felicidad”.
20 de diciembre de 2005.
En algunas ocasiones mi falta de concentración invita a participar de cuanto hago a los Martinicos. Esos duendes traviesos hicieron que la semana pasada se publicase un artículo antiguo. Te pido disculpas e incluyo la colaboración que tenía preparada.
Se cumplen catorce años del fallecimiento en Palau de Plegamans de un hombre bueno, que en un tiempo vivió y trabajó en la ciudad de Guadix aportando lo mejor de sí mismo.
Me interesé por él a raíz del correo electrónico que me envió una fiel suscriptora de este periódico, y digo fiel porque ya nos leía en el formato de revista mensual. Teresa Artero Cruz es barcelonesa, y la primera vez que pisó las arcillas de Acci tenía un mes, desde entonces vuelve cada año, y me comenta que es este semanario el que la mantiene conectada a la tierra de su madre. No conozco su rostro, no he oído su voz, no he visto su letra, pero somos cómplices en el intento de rescatar, para ti, el recuerdo de su abuelo.
Tere dice que conocía a mi suegro. Así que me dirigí a las fuentes. Torcuato volvió a sorprenderme. No solo recordaba a José Artero Rodríguez, lo definió como un amigo, periodista de vocación y poeta de corazón. Puso en mis manos su libro de poemas dedicado “Arena y Horizonte”, y una carpeta con la correspondencia que mantuvieron, la primera carta está fechada en septiembre de 1978 y la última en diciembre de 1991, días antes de su muerte. Pasé varias tardes enfrascada en la lectura.
Pepe Artero nació en 1908 “en la blanca y morena Almería”. Con dieciocho años llegó a Guadix. Conoció a Juan Aparicio que llegaría a ser Director General de Prensa, y que ejerció sobre él gran influencia, “hacíamos pinitos con nuestras plumas, en prosa y verso, después él tiró por la derecha y yo por la izquierda pero la amistad es inquebrantable”. Durante ese tiempo trabajó en la imprenta de José Bocanegra. Comienza su relación con Ruiz Ferrón que le anima a participar en el opúsculo anual que honra al Magistral Domínguez, su primera colaboración se produjo en 1930.
Retornó a su tierra natal para tomar posesión del cargo de Segundo Jefe de la Policía Municipal. Simultáneamente ejerció como periodista utilizando el seudónimo “Juan de Almería”. Sus ideas, sus escritos y su lealtad a la República le condujeron al callejón oscuro en que se vieron acorralados los perdedores de la contienda. Fue condenado a muerte. Por fortuna la pena fue conmutada por la de prisión. Finalmente lo sacaron de la cárcel pero fue desterrado, era 1943. Superó esa etapa gracias al inmenso amor que le regaló su compañera Teresa Verdegay.
Volvió a Guadix que considerará su segunda patria chica. Vivió con tristeza que los golpistas le quitaran la libertad y le hirió profundamente la retirada del carné de periodista, por eso cuando logró recuperarlo, en el año 1982, lo hizo público a los cuatro vientos. Se inscribió en el Registro Oficial de Periodistas Profesionales de España, le asignaron el número 10.550 y desde ese momento apareció en el papel timbrado en que escribía.
Fue el precursor de nuestros pregones de Feria. En el año 1952 el alcalde José Vega García, decidió incorporar un texto anunciando la fiesta en el programa. En principio se le encargó al canónigo Juan José Valverde, gran amigo de Artero, pero este se puso enfermo y no pudo atender el requerimiento municipal. Nuestro protagonista trabajaba como tipógrafo y recibió de su jefe la proposición de redactarlo. “Me puse a la máquina, saqué una prueba, Bocanegra (q.e.p.d.) se la llevó al alcalde. Cuando volvió ¡pásmate!, me dijo que quitara mi firma, le contesté que sin mi firma no había pregón.” Tras idas y venidas, lo publicó como “Pepe de Almería”, en recuerdo del condenado “Juan de Almería” que tantos quebraderos de cabeza le había proporcionado. Fue un nuevo paso para la reconciliación. Artero lo pone de manifiesto en sus cartas y reconoce que los franquistas, pasaron del recelo, por su condición de rojo, a la amistad, tras descubrir en él a un hombre honrado.
Sus palabras de entonces me servirán para desearte a ti y a quienes vuelven a casa, como el turrón, “paz” en estos momentos en que iniciamos la cuenta atrás del 2005. “¡Bienvenidos todos! Guadix os recibe en estas horas alegres con todos los honores de los dignos visitantes y os vaticina que estos días jubilosos inyectarán en vosotros el más sano optimismo que os llenará de felicidad”.