Ponte y ponle un lazo rojo en la solapa.
25.11.2002
Este fin de semana en todo el mundo se han programado actos que nos hagan ver de frente el problema del SIDA.
El primer caso fue descrito en Nueva York en 1979 por lo que son ya muchos años los que llevamos luchando contra la enfermedad, sin haber encontrado todavía un remedio definitivo.
Anula la capacidad del sistema inmunológico para defender al organismo de múltiples microorganismos, produciéndose así graves infecciones, llamadas oportunistas. El SIDA se transmite por las relaciones sexuales con penetración vaginal o anal no protegidas (sin preservativo) con una persona infectada; por la utilización de jeringuillas, agujas u otros instrumentos contaminados con sangre infectada por el VIH, cuando ésta entra en contacto con la sangre o mucosas de un individuo sano; de una madre infectada a su hijo durante el embarazo, parto o lactancia. Las transfusiones sanguíneas fueron una vía de transmisión importante antes de que se desarrollara una prueba fiable para la detección del virus en la sangre.
Los últimos datos indican que las personas homosexuales ya utilizan el preservativo de forma sistemática lo que ha hecho disminuir la incidencia entre este colectivo. Se mantienen los contagios en las relaciones hombre mujer, en dos vertientes: la de la prostitución (algunos clientes pagan más por recibir los servicios sin preservativos) y los jóvenes que aún creen que pedir a sus parejas el uso de condones es un acto de desconfianza.
A pesar de las escalofriantes cifras que nos dan los organismos internacionales sobre la enfermedad, todavía hay quien se escandaliza de las campañas que nos informan que mantener relaciones sexuales sin protección, o sea sin preservativos, puede costarnos la vida. Hasta que se encuentre una vacuna efectiva, la prevención sigue siendo el arma más eficaz contra la enfermedad.
Cada uno y cada una de nosotras tenemos nuestras creencias religiosas, nuestras prácticas culturales y nuestra forma de entender la ética y la moral, y desde ellas debemos enfocar los temas. Pero no olvidemos que proponer castidad y abstinencia total a personas a las que le hierve la sangre por conocer cuanto les rodea puede ser pura utopía.
A nuestra hijas e hijos les enseñamos a lavarse las manos antes de comer y lo hacemos para evitar que tengan problemas gastrointestinales; les enseñamos a lavarse los dientes para que les duren mucho tiempo y sus masticaciones sean correctas; les enseñamos a sentarse correctamente para que no sufra su espalda; pasan revisiones periódicas de oídos y ojos para que vean, oigan y no se pierdan un detalle de lo que ocurre a su alrededor; les enseñamos a manejar el gel y el champú en la ducha para cuidar su piel y su cabello; a cortarse las uñas de las manos y los pies, pero cuando llegamos a los genitales, ¡cuidado! cuando llegamos a esta parte corremos un estupidísimo velo y pasamos a otra cosa.
Les hablamos de los piojos, pero no les hablamos de las ladillas, que son prácticamente lo mismo pero que en vez de en la cabeza están en el pubis. Les hablamos del sarampión, de las paperas, de la varicela pero no les hablamos de la sífilis, ni de la gonorrea, ni del SIDA.
Una gran asignatura pendiente de las personas que creen en Dios, es asumir que cuando hizo al hombre y a la mujer los hizo con órganos sexuales que cumplen varias funciones, que por lo tanto son como las manos o los ojos, que son bellos, que son útiles, que nos producen placer y que por lo tanto tenemos la obligación de cuidarlos y hablar de ellos con absoluta naturalidad.
Parece que nos hace falta un curso de reciclaje si es que de verdad amamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, no debemos esperar el momento en que tengan un problema, quizá ya será demasiado tarde.
Por eso te invito a que te pongas y les pongas un lazo rojo en la solapa, explícale que quienes lo llevamos formamos parte de un importante movimiento que nos compromete a estar informados, comprometidos, y protegidos para no contraer el SIDA. Póntelo y te identificará como una persona responsable y solidaria con aquellos y aquellas que viven con la enfermedad.
25.11.2002
Este fin de semana en todo el mundo se han programado actos que nos hagan ver de frente el problema del SIDA.
El primer caso fue descrito en Nueva York en 1979 por lo que son ya muchos años los que llevamos luchando contra la enfermedad, sin haber encontrado todavía un remedio definitivo.
Anula la capacidad del sistema inmunológico para defender al organismo de múltiples microorganismos, produciéndose así graves infecciones, llamadas oportunistas. El SIDA se transmite por las relaciones sexuales con penetración vaginal o anal no protegidas (sin preservativo) con una persona infectada; por la utilización de jeringuillas, agujas u otros instrumentos contaminados con sangre infectada por el VIH, cuando ésta entra en contacto con la sangre o mucosas de un individuo sano; de una madre infectada a su hijo durante el embarazo, parto o lactancia. Las transfusiones sanguíneas fueron una vía de transmisión importante antes de que se desarrollara una prueba fiable para la detección del virus en la sangre.
Los últimos datos indican que las personas homosexuales ya utilizan el preservativo de forma sistemática lo que ha hecho disminuir la incidencia entre este colectivo. Se mantienen los contagios en las relaciones hombre mujer, en dos vertientes: la de la prostitución (algunos clientes pagan más por recibir los servicios sin preservativos) y los jóvenes que aún creen que pedir a sus parejas el uso de condones es un acto de desconfianza.
A pesar de las escalofriantes cifras que nos dan los organismos internacionales sobre la enfermedad, todavía hay quien se escandaliza de las campañas que nos informan que mantener relaciones sexuales sin protección, o sea sin preservativos, puede costarnos la vida. Hasta que se encuentre una vacuna efectiva, la prevención sigue siendo el arma más eficaz contra la enfermedad.
Cada uno y cada una de nosotras tenemos nuestras creencias religiosas, nuestras prácticas culturales y nuestra forma de entender la ética y la moral, y desde ellas debemos enfocar los temas. Pero no olvidemos que proponer castidad y abstinencia total a personas a las que le hierve la sangre por conocer cuanto les rodea puede ser pura utopía.
A nuestra hijas e hijos les enseñamos a lavarse las manos antes de comer y lo hacemos para evitar que tengan problemas gastrointestinales; les enseñamos a lavarse los dientes para que les duren mucho tiempo y sus masticaciones sean correctas; les enseñamos a sentarse correctamente para que no sufra su espalda; pasan revisiones periódicas de oídos y ojos para que vean, oigan y no se pierdan un detalle de lo que ocurre a su alrededor; les enseñamos a manejar el gel y el champú en la ducha para cuidar su piel y su cabello; a cortarse las uñas de las manos y los pies, pero cuando llegamos a los genitales, ¡cuidado! cuando llegamos a esta parte corremos un estupidísimo velo y pasamos a otra cosa.
Les hablamos de los piojos, pero no les hablamos de las ladillas, que son prácticamente lo mismo pero que en vez de en la cabeza están en el pubis. Les hablamos del sarampión, de las paperas, de la varicela pero no les hablamos de la sífilis, ni de la gonorrea, ni del SIDA.
Una gran asignatura pendiente de las personas que creen en Dios, es asumir que cuando hizo al hombre y a la mujer los hizo con órganos sexuales que cumplen varias funciones, que por lo tanto son como las manos o los ojos, que son bellos, que son útiles, que nos producen placer y que por lo tanto tenemos la obligación de cuidarlos y hablar de ellos con absoluta naturalidad.
Parece que nos hace falta un curso de reciclaje si es que de verdad amamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, no debemos esperar el momento en que tengan un problema, quizá ya será demasiado tarde.
Por eso te invito a que te pongas y les pongas un lazo rojo en la solapa, explícale que quienes lo llevamos formamos parte de un importante movimiento que nos compromete a estar informados, comprometidos, y protegidos para no contraer el SIDA. Póntelo y te identificará como una persona responsable y solidaria con aquellos y aquellas que viven con la enfermedad.