viernes, 26 de diciembre de 2008

Soledad Pérez "La Dolorosa"






Soledad Pérez “La Dolorosa”.
25.12.07

“…y hacía esfuerzos inauditos por arrancarse del alma el nombre de Soledad, por no ver la cariñosa luz de sus ojos, por no oír el eco de su sonrisa, por matar, en fin, aquel insensato deseo de ser amigo suyo, de serlo siempre, de serlo más que nadie, que precisamente había nacido en su soberbio corazón de la misma imposibilidad de lograrlo” Así describe Pedro Antonio de Alarcón la lucha interior de Manuel Venegas, cuando solo contaba quince años y batallaba con los sentimientos que la inspiraba Soledad, perdido en Sierra Nevada.
En estos días releo “El Niño de la Bola”, así refresco las escenas que describió nuestro ilustre literato, para después subir a la Ermita Nueva y presenciar los “Bailes de Rifa”.
Ya en 1892 estas fiestas andaban de capa caída, nos lo contaba José María García Varela en un artículo publicado en “El Accitano” en el que afirmaba que la Pascua iba perdiendo su antiguo carácter porque las costumbre y el modo de ser de la gente había cambiado. “El paseo de rigor era por las cuevas, en las que se movían los bailes de ánimas dirigidos y presididos por los Floreos, autoridad suprema de ellos, en los que abrazar a una muchacha guapa costaba, algunas veces sendos pesos duros, pues que el tal abrazo era subastado y en tan preciada licitación tomaban parte el novio, el admirador, el amigo, el aficionado a lo bueno, y el viejo verde que aún se relamía pensando en sus tiempo floridos, y “hacer” bailar a determinada persona se pagaba largamente por el “empeñado” o en su caso por el “solicitado” que tenía que dar más, porque le dejaran en paz, tolerándose todo y reinando la mejor fe y sencillez, pues aquellos productos se dedicaban a las ánimas del Purgatorio o a la prosperidad de las cofradías”
Alarcón reproducía esa escena vivida por muchas gentes de nuestra tierra: ¡Cien reales por bailar con aquella señora! La llamada señora fingió no haberle oído; pero don Elías (el padre de ella) se puso en pie, rojo de furia, y contestó inmediatamente ¡Mil reales por que no baile con él! Manuel respondió ¡Cien duros por bailar con ella!. Don Elías exclamó ¡Ciento diez por que no baile! Manuel sonrió tranquilamente y repuso, sacando otro puñado de oro !Quinientos duros por que baile conmigo! Soledad se puso en pie al oír la última proposición, y comenzó a anudarse a la espalda las puntas de la cruzada mantilla, como determinándose a bailar. Sin embargo no lo hizo, pero para saber la razón tendrás que leerlo en la novela.
En aquellos tiempos, los hombres “de honor” y las mujeres “de bien”, no tenían muchas oportunidades de tener contacto físico por lo que el baile del Fandango, que siempre terminaba en un estrecho e íntimo abrazo, era una ocasión extraordinaria de poder sentir el calor y el aliento de la persona amada, sin vulnerar las normas de la moral vigente. Eso explica la pasión que se palpaba en el último baile de Manuel Venegas y Soledad Pérez.
Me han contado que en un texto escrito por Torcuato Tárrago y Mateos titulado “Ausencias causan olvido” también se recogen costumbres de la Navidad accitana del siglo XIX, pero no he podido localizarlo, si tienes más suerte que yo te agradeceré que me lo confirmes.
Iniciado el siglo XX y para evitar tragedias y trifulcas, las cosas empezaron a cambiar, y se sustituyó la subasta del baile, por una subasta de “cañazos”, de tal manera que las gentes pedían al Floreo, que le diera cuatro cañazos a una persona previo pago de una determinada cantidad, la elegida recibía la notificación y si quería evitar los golpes tenia que mejorar la oferta realizada. He de dejar claro que el Floreo y el Cascamorras no eran el mismo personaje, aunque el colorido idéntico del paño de sus atuendos (verde, rojo y amarillo) pudiese inducir a confusión. El Floreo presidía las actuaciones navideñas de la Ermita Nueva, como las misas de aguinaldos y del gallo, los bailes de rifa y las serenatas, y sus decisiones no podían ser cuestionadas.
A pesar de los cambios introducidos, en 1970 las fiestas dejaron de realizarse y ha sido en este siglo XXI cuando se están intentando recuperar. Hoy tenemos una cita en la Plaza de Pedro Poveda, sube, participa, disfruta, y luego me cuentas. Quizá podamos reencontrarnos con Manuel y Soledad, bailando un amoroso fandango y saludando al Niño de la Bola.