lunes, 1 de diciembre de 2008

Media naranja platónica.




Media naranja platónica.
26. 11. 08

Contaba el filosofo griego Platón, valiéndose de Aristófanes, en su obra “El banquete” que en un principio, la raza humana era casi perfecta. Los seres eran esféricos como naranjas, tenían dos caras opuestas sobre una misma cabeza, cuatro brazos y cuatro piernas. Y se clasificaban en tres tipos: hombre y hombre; mujer y mujer; y un tercero denominado andrógino compuesto de hombre y mujer.
Su orgullo les llevó a enfrentarse a los dioses y Zeus los castigó partiéndolos por la mitad, de la cabeza a los pies, con una espada de fuego. Repuestos de aquel tremendo golpe, deambulaban buscando a su otra mitad, y si alguna vez llegaban a encontrarse, se abrazaban hasta dejarse morir de inanición. Zeus, compadecido, ordenó que les girasen la cara hacia el mismo lado donde tenían el sexo, ya que de este modo, cada vez que uno de estos seres encontrara su mitad, podrían unirse y obtener placer.
El mito es un reflejo metafórico de la teoría de complementariedad de los sexos, implantada por el patriarcado, y vigente en nuestros días, por la que muchas personas dedican la vida a buscar su “media naranja” para formar la pareja perfecta. Algo que, ya sabes, no suele ser viable.
Pero el patriarcado sí consiguió su objetivo convertir a los seres humanos en medios seres, reducidos a desarrollar la mitad de las funciones para las cuales estaban capacitados, ejerciendo su tiranía social hasta la inhabilitación para la manifestación de su personalidad. A las mujeres les vetó toda actividad que tuviera que ver con la producción de conocimiento científico, literario y artístico, y por supuesto, con el ejercicio del poder social, político y económico. Pero también redujo a los hombres a medios seres, al prohibirles desarrollar sus capacidades de crianza y cuidados, y la manifestación del amor, la ternura, la compasión y la empatía. Los hombres han sido obligados a construir una masculinidad suicida, temeraria y violenta y las mujeres una feminidad reprimida y neurótica.
Nosotras, abanderadas por el feminismo, hace tiempo que iniciamos nuestra revolución silenciosa. Los hombres han tardado más en reaccionar, porque les resulta fácil dejarse seducir por los privilegios que les otorga el manejo del poder.
Pero el cambio es posible, y desde hace unos años, el minoritario Movimiento de Hombres por la Igualdad conforma la vanguardia de los que han tomado conciencia de su situación y se organizan, y luchan por la igualdad real. Como sucede con todas las vanguardias, son la punta del iceberg de un colectivo mayor que, sin tener conciencia de la situación, siente la necesidad de cambiar su identidad de género y aumentar sus posibilidades de crecer como personas en muchos espacios, públicos y privados, que antes les han sido prohibidos. Son muchos los jóvenes que comparten con la pareja la crianza de sus hijos e hijas. Es un hecho que, a lo largo de la historia, los hombres se han ocupado de esta tarea y de los cuidados a personas enfermas y ancianas, encontrando en ello el estímulo suficiente para el despliegue de sus capacidades afectivas. Pero era algo que se procuraba ocultar porque estos comportamientos contravenían los rígidos códigos de la masculinidad. Es ahora cuando se está produciendo un cambio de trascendental consecuencia social, los hombres pasean por las calles con la silletas de sus bebés, les cambian pañales, dan el biberón y cantan nanas mientras los duermen, también pasean a su padre o madre en la silla de ruedas por el parque, hacen las compras en el supermercado, cocinan y además son cariñosos con sus parejas. Se sienten orgullosos con sus nuevas tareas. No hay vergüenza en sus actitudes, ni se sienten menos hombres por hacer lo que hacen. También ésta es una maravillosa revolución silenciosa.
Quiero trabajar con ellos codo a codo, luchar a su lado a brazo entero, para hacer realidad una sociedad de hombres y mujeres plenos en el desarrollo de sus capacidades, que compartan e intercambien tareas y funciones en su vida cotidiana, que decidan cómo darle sentido a su existencia y busquen la plenitud de la felicidad, pasando por encima de prejuicios y estereotipos de masculinidad o feminidad. Que sean capaces de ridiculizar el machismo y el hembrismo con contundencia, para no seguir criando “medias naranjas”
Por eso aplaudo a todos los hombres que lo intentan, a los que lo han conseguido, y sobre todo a quienes en nuestra lucha contra la violencia machista, cogen mi mano cuando me manifiesto en la calle y comparten el lazo blanco que luzco en mi corazón.