Carta abierta para ti
21 de junio de 2004.
He vuelto a verte y mi corazón se ha estremecido. Por un instante sentí que todas las emociones, contenidas por una imaginaria presa cardiaca, se desbordaban con fuerza salvaje y arrollaban cuanto se le ponía al paso sin miramientos.
Mi deseo era mantenerme firme y serena. Me visto cada mañana con una coraza fabricada con hilos de una elaborada madeja que combina el dolor, el desengaño, la frustración, el amor, la esperanza, la paz y la alegría. Suele proteger mi corazón de las fuertes marejadas que azotan las complicadas relaciones humanas. Pero frente a ti no me sirve, porque siempre me desnudas.
Tus dudas, tu dolor, tu infelicidad… me destroza. Y lo peor es que siento la impotencia de quien no sabe como afrontar la batalla por defender algo sagrado como es la amistad.
Quisiera que comprendieses que ya ha pasado el tiempo de las lamentaciones, que es absolutamente inútil seguir derramando lágrimas que están mojando tu alma sin ser capaces de asomarse a tus mejillas, aunque la más intrépida se derrame solitaria pidiendo ayuda al claro de tus ojos. Acaso te queda seguir el consejo de mi abuelo: pisar fuerte con paso corto, mirar al frente y utilizar el látigo de la indiferencia para combatir a quien te hiere. Tendrás que dejar que el coraje (que has tenido y que conservas) aplaste sin piedad los rescoldos de una hoguera que ha estado achicharrando tu pasado, que coloca en penumbra tu presente y te deja sin futuro.
Y es que quiero ver de nuevo tu sonrisa. Saberte con sosiego, libre al fin de los lastres de los pensamientos y recuerdos que te torturan. De todo aquello que te lacera el corazón y las manos y te impide respirar. Quiero ver tu figura erguida y desafiante, venciendo a las adversidades, recuperando el orgullo de quien conoce que no se puede pactar con ellas porque las vencemos o nos vencen. De quien es capaz de saber que por muy oscura que sea la noche irremediablemente termina amaneciendo.
Quiero que descubras y liberes a la persona que los convencionalismos y la falsa moral amordazaron. La que mira al frente y encara la vida sin temor, sin dolor y con energía. La personas resuelta y poderosa que se levanta de la cama para hacer de cada día la aventura de su vida.
Y no. No me digas que por mi aparente fortaleza y autosuficiencia soy incapaz de comprenderte. Que siempre veo las cosas con el prisma que me presenta la luz del arco iris. Tienes que levantarte, hacerte valer, quererte. Tienes que ser tú, porque no te hablo de cosas grandes, sino de las pequeñas cosas que harán que desde lo más profundo de tu alma aflore con energía la luz. Tienes el derecho y la obligación de ser feliz, o por lo menos de buscar y encontrar el tortuoso camino que te conduzca a ella. Y te lo diré una y mil veces, porque tú lo mereces… y eso a pesar de que me llames bruja o hija de puta por recordártelo con vehemencia.
Desempolva las palabras de Neruda, que evidencian que solo muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones. Quien no voltea la mesa cuanto está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de ese sueño que lo está desvelando, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos. Quien no viaja, no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en si mismo. Quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, quien no pregunta sobre un asunto que desconoce o no responde cuando lo indagan sobre algo que sabe. Quien no comparte sus emociones, alegrías y tristezas, quien no confía, quien no lo intenta. Evitemos la muerte en suaves cuotas, recuerda siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Yo te quiero y añoro tus abrazos. Mi corazón tiene ese rinconcito que construimos, al calor de las confidencias y la solidaridad, abierto, limpio, ventilado y sin telerañas para cuando quieras volver a ocuparlo. Mi familia y yo, seguimos siendo tu familia, que no se te olvide.