domingo, 5 de abril de 2009

Luz de Luna: Luar




Luz de luna: "luar"
28 de marzo de 2005.


Ya está menguando la maravillosa primera luna llena de la recién estrenada primavera. Por imperativos de calendario religioso, siempre coincide con la Semana Santa, y con la excusa de las procesiones, la ciudadanía toma la iluminada calle de esquina a esquina. Yo no voy a hablarte de estas manifestaciones populares, porque en el periódico contamos con la colaboración de un experto, mi colega y vecino de la página diecisiete Manuel Amezcua, al que aprovecho para agradecer el regalo que nos hecho esta año. El tiempo de Pasión tenía música, escultura, bordados, orfebrería, adornos florales, fervor cofrade… pero le faltaba poesía, y él la ha colocado delicadamente, con bellas palabras en el tibio aire, es una manera hermosa y creativa de realizar nuevas plegarias.
Entre la multitud, que se daba cita en la Plaza de la Catedral para ver los pasos por la tribuna oficial, encontré un sitio tranquilo y despejado: la verja del templo. Era viernes, mientras esperaba la llegada de la Virgen de la Soledad, me acomodé para mirar al cielo y contemplar La Luna. Ella me iba atrapando, me costaba trabajo apartar los ojos de su plenitud plateada, intentaba descifrar el mensaje que las sombras escribieron sobre ese bello rostro… ¿Qué fuerza es la suya que gobierna las mareas?¿Cual es su poder para que una preñada mida su gestación en ciclo lunar?¿Por qué la sangre menstrual abandona el cuerpo siguiendo sus ritmos?¿Cómo afecta a la mente humana?
Si te llevas un chasco estás a la luna de Valencia; si te distraes, estás en La Luna; si insultas a alguien a quien, por su posición, no le afectan los insultos estás ladrando a La Luna; si se te ocurre formular un deseo imposible de conseguir estás pidiendo La Luna; si mantienes un estado de dichosa felicidad con tu pareja estás viviendo una luna de miel; si la situación es la contraria será una luna de hiel… la luna, la luna, la luna… En ese momento llegaba "La Soledad", un hermoso y austero paso, que permite a María ser bañada por la luz, y que devuelve al cielo el brillo de una lágrima furtiva y el destello de las docenas de estrellas que adornan su manto oscuro como el cielo de la noche. Al ritmo de la música se mecía en su elegante y sereno caminar, y con aquellas notas mis ojos volvieron al firmamento.
Pensé que no conozco palabra en castellano que me permita nombrar la luz de luna. Sí la encuentro en la lengua de Rosalía, en Galicia la han bautizado como"luar". Me pasa igual cuando quiero nombrar el olor del mar, ese que me resulta tan agradable y evocador, entonces recurro al portugués, en el vecino país al aroma del agua salada le llaman "maresia".
Luna, una mujer sola que llora, la Diosa Madre relegada, imposibilidad de nombrar algunos conceptos… Mientras seguía con la mirada en el cielo y el corazón se estremecía con la música, en mi mente se escribió la palabra "sororidad". No te molestes en buscarla en el diccionario, la ha creado una señora y quizá jamás podamos encontrarla en textos oficiales. Es de Marcela Lagarde, antropóloga y profesora en la Universidad de Méjico. La construye con "sor" que es hermana. Sororidad es la solidaridad que se da entre mujeres, una hermandad que por encima de diferencias y antagonismos se decide a combatir las actitudes que devalúan lo femenino. Quienes la practican suman esfuerzos, voluntades, capacidades y pactan asociarse para potenciar su fuerza y así eliminar, de sus vidas y del mundo, la superioridad masculina, ejercida desde la prepotencia. La sororidad es, en sí misma, revolucionaria, porque trastoca un pilar patriarcal, el que prohíbe la alianza de las mujeres y estimula entre ellas la descalificación y el daño. No hay nada más dramático que ser herida por otras mujeres. Lograr la alianza y usarla para cambiar radicalmente la vida, es un camino real para ocupar espacios, lograr derechos, hacernos visibles, consolidar protecciones entre mujeres y eliminar el aislamiento, la desvalía y el abandono. Apoyadas unas en las otras, sin ser idénticas, sino reconociendo las diferencias, las mujeres podemos pactar entre nosotras y este acuerdo es indispensable para cambiar la correlación de poderes en la sociedad. Si no hacemos un esfuerzo por lograr la asunción generalizada de la sororidad, seguiremos recorriendo nuestro propio vía crucis, tomaremos un pañuelo en las manos, lloraremos y estaremos solas.