Compresas para una vida.
2.6.2002.
Tengo la firme convicción de que la infrarepresentación de las mujeres en los órganos decisorios de la vida social implica un déficit democrático.
Es por lo tanto una necesidad conseguir lo que se ha dado en llamar democracia paritaria, que a pesar de su aparatosa denominación, no es otra cosa que construir una representación política que sea fiel a la composición de la sociedad en términos de hombre y mujer. Esta es la única categoría dual valida por justicia cósmica. Es decir que los varones pueden ser pobres, ricos, parados, trabajadores, jóvenes o viejos, pero serán hombres. Lo mismo les pasará a las mujeres que podrán ser cultas o ignorantes, beatas o ateas, de izquierdas o de derechas, pero siempre serán mujeres.
Durante todo el siglo XX las mujeres luchamos como sufragistas para conseguir el derecho al voto y después de esa experiencia no podemos pasarnos todo el siglo XXI intentando lograr el derecho a ser votadas. Por lo tanto se imponen acciones inteligentes que nos lleven a las modificaciones de las leyes, para que contemplen la obligación de que las mujeres estén presentes en todas las listas electorales con no más de un sesenta por cien de representación y no menos de un cuarenta.
En nuestra legislación hay precedentes. Nadie ha discutido la distribución territorial por la cual conseguir un diputado o diputada en Barcelona cueste 500 votos (por poner un ejemplo numérico que quizá no se ajuste a la realidad) y que en Soria solo se necesiten 130. De la misma forma que el derecho a elegir un o una representante política no es automático, porque se debe estar en la lista que confeccionan los partidos políticos, tener más de 18 años, no ser incompatible y que no pese sobre él o ella una sentencia judicial que limite este derecho.
Reconozco que es muy difícil la militancia política femenina en los partidos, porque te exigen los mismos requisitos que para ser cura. Me explico, a las mujeres se les pide el voto de pobreza, porque siempre se le asignaran las áreas que no disponen de un duro para desarrollarlas. Voto de castidad, porque la militante como la mujer del César no solo ha de ser honrada sino que además deberá parecerlo, si no se sospechará que algún asunto de cama con un varón poderoso le habrá permitido llegar a donde está. Finalmente se impone el voto de obediencia a los que manden, y aquí está el nudo gordiano del problema, si un hombre es desobediente con las directrices del partido está provocando un debate que enriquece la democracia interna, si lo hace una mujer está incumpliendo las normas de disciplina del partido y debe ser sancionada.
Probablemente por esta causa las diputadas del Partido Popular no votasen a favor de rebajar los impuestos que gravan la compresas y tampones tan necesarios para todas las mujeres durante buena parte de su vida, un gasto del que no pueden huir y del que están exentos los varones. Con su actitud han permitido el mantenimiento de un agravio que es exclusivamente femenino. Cada mujer usa entre 11.000 y 15.000 compresas o tampones a lo largo de su vida ¡echa cuentas a 30 céntimos la compresa!.
A pesar de todo no quiero ser muy ácida con ellas. Mi crítica es para la cúpula dirigente, y ahí nunca hay señoras. A todas las militantes del P.P !ánimo!. Yo seguiré siendo una militante socialista, feminista, paritaria, díscola, disidente, solidaria y comprometida. Reivindico por mí y por mis compañeras (sean del partido que sean) el derecho a poder decir siempre lo que pensamos con voz alta y clara, y si a algunos chicos no les gusta quizá deban hacer un poco de meditación trascendental. Probablemente todos y todas saldremos ganando.