Victorias fugaces como una carcajada.
15 de agosto de 2006.
Pocas localidades españolas, y menos andaluzas, tienen la fortuna de poder presumir de tener dos figuras del atletismo en el equipo nacional que nos ha representado en el Campeonato de Europa, desarrollado en la ciudad sueca de Göteborg. Dos grandes marchadores accitanos, el laureado Francisco Fernández que compitió en 20 kilómetros y Alejandro Cambil que lo hizo en 50. Esto dice mucho del extraordinario trabajo realizado por Manuel Alcalde, que ya en su momento fue Diploma Olímpico en la ciudad estadounidense de Los Ángeles.
Pero también tiene un inconveniente y es que al tener dos importantísimos deportistas de élite, los triunfos de uno eclipsen los grandes méritos de otro.
Desgraciadamente Cambil no pudo terminar la competición en la que participaba. Las duras condiciones meteorológicas, con intenso frío y una copiosa y desagradable lluvia, hicieron que se colocara en la espalda de Alejandro el fantasma de un pinzamiento. Este espectro le acompañó desde el kilómetro 15, y a pesar de que nuestro atleta se mantuvo fuerte y confiado, marchando sin un solo aviso de los jueces, el intruso apretó más y más hasta hacerle verdadero daño, provocándole un dolor que le obligó a abandonar la prueba en el kilómetro 38. En ese momento ocupaba la decimosexta posición y hubiese obtenido una buena clasificación de haber podido continuar.
Este hecho no desmerece en absoluto la brillante carrera deportiva de Alejandro Cambil. Que tomase la salida en tan importante prueba, con los colores nacionales en su camiseta y el dorsal 233, ya era un éxito, porque hasta allí solo llegaron los mejores, quienes habían obtenido trofeos, reconocimientos y aplausos con anterioridad.
Es muy posible que en estos momentos no vea recompensados sus enormes esfuerzos y sacrificios, pero yo sé que es un hombre hecho y derecho, de los que se crecen en lo que para otros es un fracaso. Porque él, como Benedetti, sabe que en la vida hay dos materias imprescindibles que son: el abecedario, en el que están las iniciales de todo lo que existe o existió, y la derrota, en la se encuentra el aprendizaje más sólido, más franco y más humano. Las victorias son fugaces como una carcajada, no dejan huellas en el corazón, ni le cambian el ritmo al parpadeo. La derrota es un desafió que nos muestra nuestras debilidades y nuestros puntos más frágiles, esta enseñanza no nos sale gratis, es bastante cara, y como la sufrimos, nunca la olvidamos. Por eso de derrota en derrota somos mejores personas.
Alejandro está hecho de la mejor materia prima: constancia, espíritu de sacrificio, optimismo, coraje y pundonor. Por eso sé que esta experiencia es la antesala de nuevos triunfos que la comarca accitana celebrará con él como se merece. Desde aquí mi abrazo más cordial.
Hay otro asunto que no quiero tratar, este fin de semana se celebran las fiestas de la Ermita Nueva. Sus organizadores han echado el resto en su preparación, colocando en nuestras manos su programa que es todo un documento sociológico, porque con solo leerlo podríamos hacernos una idea de las relaciones sociales y económicas mayoritarias de la ciudad. No pierdas el tiempo y hazte con uno, ya me contarás.
Por otro lado vuelven a traer a la palestra el eterno debate sobre la construcción en Guadix de una plaza de toros. Cuando digo eterno no exagero, porque de eso estamos hablando desde el siglo XVI. En ese tiempo, y en torno al mes de Mayo, se organizaban corridas, las más documentadas tienen que ver con el Patrón de la ciudad, especialmente las de 1593 y 1603 coincidiendo con traslados de reliquias de San Torcuato desde Celanova; y otra en 1740 para recaudar fondos con objeto de reparar la ermita y la capilla en Face Retama. Las plazas se montaban unas veces en una explanada existente ante la Puerta de San Torcuato, otras bajo la Barbacana, pero sobre todo en la Plaza de Corregidores. En 1928 un empresario aficionado levantó una modesta plaza próxima a la actual Medina Olmos, detrás de los locales que ocupa la Óptica Lis, que fue destruida durante la guerra. Simultáneamente el gobierno municipal de la II República se planteó construir una para garantizar jornales para los obreros durante el invierno, pero se optó por dedicar el dinero y los esfuerzos a la construcción de la carretera que uniría nuestra ciudad con Jerez del Marquesado. Se volvió a plantear el tema en los años sesenta del siglo XX de la mano del empresario taurino Miranda Dávalos, pero quedó en agua de borrajas. Desde entonces nos hemos conformado con las portátiles que se montan cerca de la Estación de Autobuses y últimamente en la explanada del Colmenar.