VUELO RASANTE Y DOBLE TIRABUZÓN.
16 de junio de 2003
Acababa de pasar por un examen y decidí concederme la tarde libre. Solo aspiraba a descansar, relajarme para recobrar el equilibrio y comenzar un nuevo asalto. Cerré las ventanas del salón, bajé las persianas hasta conseguir media luz, encendí el aire acondicionado y lo regulé para poner la habitación a veinticuatro grados (en la calle el termómetro marcaba treinta y siete). Mientras la temperatura bajaba como yo deseaba, fui a la cocina, puse agua a hervir, corté en rodajas un limón, saqué del congelador una bolsa con cubitos de hielo y los eché en una jarra. Lavé mi tetera con un poco de agua caliente y deposité en ella unas cucharadas de té. Vertí el agua sobre él y tapé la tetera con un paño. Pasados unos minutos colé el té en la jarra, añadí unas cucharadas de azúcar, el limón y revolví con energía. Saqué uno de los vasos largos que tengo congelados, puse todo en una bandeja y volví al salón. Cogí el mando a distancia del televisor y me repanchingué a lo largo y a lo ancho en mi sofá.
La primera imagen que sale en mi receptor es la de Isabel Pantoja, vestida de rociera con gafas de sol y un cayado en la mano, en la otra lleva cogido por los cinco dedos a un tipo alto, con bigote, la misma medalla de la Virgen del Rocío colgando del cuello y golpeando su pecho como si rezase el "yo pecador". Según me cuenta la voz en off, se trata del alcalde de Marbella y al parecer es el nuevo amor de la tonadillera. Como estos asunto no me interesan, haciendo uso del tremendo poder que me da el artilugio lleno de botones que tengo en mi mano, cambio de canal.
Ahora aparece en pantalla una mesa con forma de luna en cuarto menguante y tras ella, sentados varios hombre y mujeres. Entrevistan a una mujer madura, rubia, de pelo largo, ojos claros y gran escote. Me parece entender que se trata de la mujer del alcalde que he visto antes de la mano de la Pantoja. Está diciendo que es un mal padre, que ya en otras ocasiones se había comido (y cito literalmente) un filete, pero que nunca decidió quedarse con la vaca.
Yo que pretendía relajarme, noto que cada vez hay más tensión en mi cuerpo y en mi cerebro. Utilizo de nuevo mis poderes y cambio de canal. Voy a parar a lo que parece la sala de estar de una casa, allí está una presentadora rubia con una larga cabellera al viento y otro espectacular escote, en los sofás se sientan algunos hombres y mujeres jóvenes y hablan sobre una chica que ha perdido el hijo que esperaba, por culpa de un disgusto que… ¡horror! le ha dado su padre, el alcalde de antes.
No lo soporto y de nuevo hago uso del mando a distancia. ¡Aleluya! ¿Quién diría que me iba a alegrar tanto de encontrar los anuncios publicitarios?
¿Qué es lo que está pasando en este país nuestro para que las televisiones, tanto públicas como privadas, estén en este nivel? ¿Dónde dejamos enterrada nuestra conciencia crítica? ¿Qué nos diferencia de aquella insoportable beata que cotilleaba de todos y todas en el bloque? ¿Por qué los que programan creen que lo que ocurre en la casa de terceros nos interesa tanto? ¿Será verdad que nuestra inteligencia está en los límites de lo considerado aceptable? ¿Qué pasa con nuestra ética? ¿Ya vale todo?
Me pregunto si a las personas que nos gobiernan, no importa desde que ámbito, les interesa que el conjunto de la población alcancemos estos niveles de insensibilidad y brutalidad, para así poder hacer de su capa un sayo, y de la vida social un estercolero.
Definitivamente apagué la televisión puse el disco de Juan Salvador Gaviota, mentalmente inicié un vuelo rasante, cogí altura y probé con un doble tirabuzón. Poco a poco fui recobrando la serenidad y la cordura.