lunes, 16 de marzo de 2009

Cuentos del Guadix sombrío.




Cuentos del Guadix sombrío.
12 de julio de 2006.

En el precioso patio de la casa número 12 de la calle del Duende, que gentilmente compartió con quienes acudieron a la invitación, su propietaria Rosa Martínez Hernández, dimos a conocer el nuevo libro de Luis Asenjo.
Lo primero que hice fue acariciarlo y mirar su portada y contraportada con detenimiento. Me llamó la atención el contraste del blanco y el negro, luego supe que era un anuncio de la rica gama de grises que contenía en su interior. Se presenta con una bella fotografía del archivo de Torcuato Fandila. Es el Liceo Accitano de principios del siglo XX, cuando se ubicaba donde hoy está el Teatro Mira de Amescua. Aquel edificio de tres plantas, semisótano y torreón también tenía un espacio escénico desde el que se ofrecían conferencias, conciertos, zarzuelas y teatro. En la foto se percibe el bullicio de hombres en los balcones engalanándolos por ser una fecha especial, de gentes en la plaza paseando y conversando, y en una de las ventana se descubre a una dama vestida completamente de blanco con la cabeza y el rostro protegidos por una pamela.
Son cinco los cuentos y tienen un común denominador: la muerte. Creo que en estos tiempos en los que desayunamos con muertos en accidentes de trafico; almorzamos en compañía de las víctimas de la no declarada guerra de Irak; merendamos con millones de chiquillos muriendo de hambre; y cenamos con las defunciones producidas por el sida, los cuentos que Luis nos propone son dos bofetadas en nuestras anestesiadas conciencias para que reaccionemos y reflexionemos conscientemente sobre la realidad de que toda vida inexorablemente llega a su fin. La muerte en sus múltiples presentaciones, desde el suicidio hasta el asesinato, se planta ante ti y ante mí, y se niega a que la ignoremos y sigamos dándole la espalda.
Pero al mismo tiempo los cuentos están llenos de belleza. Uno de los maravillosos efectos de la lectura es que puede activar los resortes de la memoria para evidenciar con pruebas cuanto está escrito. Por ejemplo en La Mecedora trabaja la memoria sensorial. Puedes escuchar el canto del gallo, el quejido de los postigos de las ventanas al abrirse, el rumor de los goznes oxidados de un arcón, la copla de las cortinas al retirarse para regalarnos la luz de un nuevo día, el lento caminar de los pies cansados de un hombre anciano. Puedes oler el perfume de las Maderas de Oriente, el penetrante aroma de la mañana debido a las gotas de agua caídas en la madrugada, un traje que destila historias de alcanfor, el delicioso vaho de un tazón de leche con sopas de pan, e incluso los efluvios de la leche agria que despierta emociones contradictorias.
Luis describe bien a las mujeres, especialmente a Laura, una estrella de la escena teatral española que protagoniza Muerte en el Mira de Amescua. Marisa Ruiz, esa dama de la cultura accitana, inasequible al desaliento, trabajadora infatigable, cree que por los camerinos del teatro deambula un fantasma; yo creo que es el de Laura, la señora de vestido blanco y pamela que aparece en la portada: mujer ingenua sin adornos ni atributos especiales, nada más que su talento y una curiosidad exacerbada… serena, afable, culta y generosa.. Sin duda la mejor habitante que un teatro puede desear.
Una última referencia para Anamnesis de un dolor, un cuento que Asenjo ya publicó en el año 2004, pero que ahora aparece revisado. Anamnesis es una palabra que procede del griego y significa recuerdo. Aquí deja traslucir nuevamente nuestro autor su formación universita y su compromiso político haciendo reflexiones como esta: la familia, la unidad que garantiza la perduración en el tiempo de un Sistema donde la rapiña en los sentimientos ha sustituido a la franqueza, el amor es un artículo en desuso, el disimulo es la herramienta cotidiana de convivencia, porque se ha renunciado a unos puntos mínimos para una comunicación sincera.
A mi amigo Luis le dedico unos versos de Whitman: No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continua y tu puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.
El broche de gala de esa noche mágica lo puso la joven pianista accitana Alba Gálvez, que esparció por todo el barrio latino las notas de los compositores Granados y Debussy, al interpretar El amor y la muerte y Jardines bajo la lluvia.