domingo, 15 de marzo de 2009

En la orilla del Río de la Luna.




En la orilla del Río de la Luna.
21 de octubre de 2005.

Tomo prestadas las palabras de un poeta gaditano excepcionalmente sensible, con una voz sugerente y bien modulada que se llama José Lupiañez: "Tu te marchas y, airosa, ya has levantado el vuelo, yo me quedo escondiendo esta herida en mi pecho"
Y así se fue mi amiga y compañera Antonia Lubian Nieto, que el viernes pasado tenía que haber recogido el libro en el que, ya y para siempre, quedará lo mejor de ella, su sonrisa calida y acogedora.
Raquel Jiménez me pidió que pensara la forma de rendirle un póstumo homenaje y decidí realizar un pequeño álbum de fotografías y escribir un breve texto. Sin duda Antonia se merece mucho más, pero mi corazón sigue en carne viva y…
Paso revista a todas las experiencias que hemos vivido juntas. Entonces inexorablemente aparece la dulzura de su rostro, su vitalidad, su fuerza, su alegría, su capacidad de gozar viendo felices a los demás, su compromiso con las causas justas…
La conocí en el Centro de Día de Personas Mayores en el que yo he trabajado y del que ella ha sido muchos años Presidenta de la Junta de Gobierno, fue la primera mujer que se atrevió con un puesto de tanta responsabilidad y tan sujeto a críticas. La señora Lubian sabía, porque era muy sabia, que los momentos compartidos hacen la tristeza más llevadera y por eso continuamente nos invitó a participar en las fiestas con los cinco sentidos. Como las celebraciones son efímeras, ella encontraba la manera de tenernos implicadas en su preparación muchos días, así que continuamente estaba organizando talleres. Si consideraba necesario hacer un nacimiento nuevo para la Navidad, estábamos un mes de preparativos. Al acercarse la Cruz de Mayo ponía al personal a cavilar en el diseño, lo que permitía que la ciudad valorase la belleza de las composiciones y que el Ayuntamiento las premiase. Se preguntaba cómo podría divertirse el colectivo de mayores si la mitad de la gente no sabía bailar sevillanas, entonces dedicaba su tiempo a enseñar a cuantas personas tuvieran interés. Y no se quedaba ahí porque pensaba que era una pena que conociendo la danza no tuviésemos las ropas adecuadas así que, se colgaba las tijeras al cuello, y organizaba un taller de costura del que salían trajes de volantes para todas. Llegaba San Torcuato, había que conseguir que la fiesta del patrón resultase vistosa, pues a rescatar el traje típico de Guadix, y el fandango, y además teníamos que cantarlo y bailarlo. En Corpus Crhisti ella, que era una devota católica, convencía a muchas compañeras para que salieran en la procesión recuperando las mantillas blancas. Y ya que estaban con una prenda tan vistosa y favorecedora ¿por qué no se animaban y salían de camareras cada una en su hermandad? A mi no consiguió meterme por vereda, pero consentí en probarme, todas las dalmáticas que estaba cosiendo, con mucho amor, para la Hermandad de La Virgen de la Esperanza. Entre talleres y fiestas, ella no perdía de vista a "su gente", como solía llamarla, y con una gran intuición detectaba cualquier problema o dificultad y tendía su mano fuerte y segura para sacar a quien lo necesitase del atolladero.
Tenía un alto nivel de compromiso con instituciones de ayuda humanitaria como Cruz Roja. Me contaba que su familia, separada por el horror de la Guerra Civil, fue reagrupada gracias a esta organización. Por eso no escatimaba tiempo y esfuerzo cuando se la requería, y la institución la condecoró por ello.
Por su ánimo constructivo la eligieron para incorporarse a los Consejos de Participación municipales, y contribuyó con su trabajo en el de Bienestar Social y en el de Mujer.
Sé que recibió ofertas de partidos políticos para formar parte de las listas en las elecciones municipales, las declinó amablemente porque entendía que era más necesaria su aportación entre las personas, que como ella, estaban en "la tercera edad".
La echo mucho de menos, me falta su calor, pero tengo una esperanza… Querida Antonia, cuando llegue febrero me vestiré con la suavidad del raso azul cielo, me subiré a los tacones de plata, cubriré mis labios de carmín, adornaré mi cabello con perlas y plumas, colocaré sobre mis hombros las delicadas alas que me permitan salir a buscarte… Y te encontraré, seguro que lo haré… porque tú eres el espíritu del carnaval y me estarás esperando en la orilla del Río de la Luna.