lunes, 22 de septiembre de 2008

El triángulo rosa.






El triángulo rosa.
29.4.2002.

Encarna es profesora de Enseñanza Secundaria Obligatoria e imparte la asignatura de Ciencias Sociales. Tiene treinta y tres años, de estado civil soltera, aunque desde hace cinco años vive en pareja y desde hace un año es madre de un precioso niño al que llama Manuel. A su hijo no lo trajo la cigüeña, vino en un avión desde Rusia, después de un largo proceso de adopción internacional.
Mañana tiene una reunión de tutoría con las madres de sus alumnos y alumnas y está preparando algunas notas. La madre de Inés, Patricia, la llamó por teléfono para concertar una entrevista, le había comentado que estaba muy preocupada porque su hija estaba saliendo con alguien y quería intercambiar algunas ideas con ella y pedirle opinión.
Nuestra profesora pensaba que siempre que niños y niñas inician su primera relación de pareja se produce una gran sacudida en los corazones de padres y madres. Esas criaturas indefensas están aprendiendo a volar por su cuenta y ya empiezan a guardar en lo más profundo de sí mismas esas experiencias que las harán crecer, unas veces entre risas y otras entre lágrimas. Sus progenitores querrían evitarles todo tipo de sufrimiento, elegir por ellas... pero debían comprender que es un paso más en el proceso que todas las personas tenemos que recorrer para incorporarnos al mundo adulto. Lo realmente duro para ellos y ellas, era asumir que sus bebés eran ya jovencitos y jovencitas que caminaban con rapidez e independencia por la vida.
Llegó la hora de la reunión y Encarna saludó amigablemente a Patricia. La vio muy nerviosa y le invitó a que tomase asiento. Después de un rato de silencio la madre de Inés le dijo que su hija estaba saliendo con otra niña. La maestra no entendía cual era el problema. La madre entre llantos, le contó que había visto a su hija besándose en los labios con otra muchacha.
Encarna sabía que si el primer emparejamiento de un hijo o una hija es problemático, cuando este se produce con personas del mismo sexo, los cimientos de muchas familias pueden hundirse con la misma facilidad que las Torres Gemelas de Nueva York. Trató de explicar a aquella derrumbada madre que es evidente que estas situaciones chocan frontalmente con nuestros patrones culturales, pero que de hecho son muchas las culturas que incorporan la homosexualidad como un tipo de actividad más del proceso de aprendizaje de los jóvenes. Que incluso en la nuestra, algo menos de la mitad de los y las adolescentes tienen algún tipo de experiencia como la de su hija y esto no significa que esa vaya a ser su opción sexual definitiva. Ya que tan solo es así en diez de cada cien personas, según el instituto Kinsey para la investigación sexual. De todas formas era importante reflexionar sobre dos cuestiones, una de carácter general y otra muy particular.
La de carácter general hace referencia a la necesidad de tomar una posición entre dos posibles: por un lado reconocer que nuestros valores, juicios y preferencias son unos más dentro del conjunto de opciones que existen, ni mejores ni peores, sencillamente nuestras. La otra sería hacer de estas ideas, las únicas aceptables y negar la validez de todos los demás puntos de vista, en este caso las pautas de conducta que tenemos, serían incuestionables, y las demás serían propias de salvajes, de seres no civilizados y completamente desnaturalizados.
La reflexión de carácter particular nos obliga a colocar en un plato de la balanza los afectos, lo que sientes por las personas que amas, a quienes has dado la vida y por quienes darías la vida, y en el otro los prejuicios sociales que se empeñan en poner etiquetas, al tiempo que se inmiscuyen en cuestiones absolutamente privadas. Encarna recordó el triángulo rosa que los Nazis obligaban a colocar en las ropas de los homosexuales. Miles de ellos murieron en los campos de concentración durante la dictadura de Hitler.
Tristemente, en ocasiones, esas etiquetas sociales no son tan evidentes pero tienen la capacidad de estigmatizar a quienes se les colocan. Si nos consideramos personas progresistas y solidarias debemos evitar cualquier tipo de prejuicio que nos lleve más allá de considerar a cada persona distinta, pero hemos de mantener al mismo tiempo nuestro compromiso con el principio de igualdad en su diferencia. Hacer esto significa respetar la libertad de cada persona para desarrollar su vida sexual y afectiva y es una garantía de que se respetará también la nuestra.
El cine ha contribuido en la misión de hacer visible la homosexualidad por ejemplo con las obras del francés Negron Montaner, "Brincando el Charco: Retrato de una Puertorriqueña", una cinta sobre la identidad sexual y cultural, su personaje principal, Claudia, es una lesbiana ; "Fresa y Chocolate" una película que destaca a un héroe homosexual; “Filadelfia” en la que se aborda el tema del SIDA; y actualmente “A mi madre le gustan las mujeres”, una divertida comedia que desdramatiza la situación.
Es importante que personas de gran popularidad hagan pública su opción sexual, cosa que en condiciones de normalidad, sería absolutamente innecesaria, pero que supone un avance importante, si se considera que la homofobia se encuentra atrincherada todavía en instituciones importantes como la Iglesia Católica y las fuerzas armadas. Aunque ya hay un importante número de teólogos que están realizando nuevos planteamientos como el holandés Jan Hopman y el canadiense Guy Menard, aun queda mucho por andar.
Patricia había dejado de llorar y escuchaba con atención las palabras de Encarna. Se despidieron con el compromiso de volverse a ver y analizar como iban las cosas. Nuestra profesora salió del instituto, había quedado con su familia en la puerta del Ayuntamiento. Cuando llegó, el pequeño Manuel corrió a sus brazos y tras él llegó Clara, su mujer, los tres se cogieron de la mano y disfrutaron de una maravillosa y cálida tarde de primavera.