domingo, 28 de septiembre de 2008

Expropiemos a los expropiadores.







Expropiemos a los expropiadores.
23. 9. 08

“La clave para sortear la crisis está en la intervención estatal. El Fondo Monetario Internacional ha pedido una mayor implicación de las administraciones públicas para evitar nuevas bancarrotas de entidades que puedan desestabilizar aún más la situación”
Esto es lo que leo en los periódicos, escucho en las emisoras de radio y leo en los labios de las locutoras y locutores de televisión.
Es como si me dieran un golpe en la cabeza con un adoquín que, además, han dejado caer desde las alturas en las que residen los staff de las grandes multinacionales que gobiernan el “libre mercado”
Entre las muchas estrellitas que giran entorno a mi cabeza mientras me repongo de este impacto, también dan vueltas muchos signos de interrogación.
Aturdida intento poner orden en mi pensamiento. ¿No hemos estado escuchando por activa y por pasiva que la sociedad del libre mercado no necesita del Estado? Los partidos de derechas, las sesudas mentes analíticas de la economía, los libre pensadores del mundo empresarial, están afónicos de decirnos a voz en grito que desmontemos los estados y acabemos con su mala costumbre de intervenir legislativamente en la marcha de las sociedades democráticas. Les hemos visto maniobrar, desde los medios de comunicación que controlan, exigiendo recortes en las conquistas sociales de las clases trabajadoras, con el fin de flexibilizar el mercado laboral y de esta manera obtener mayores beneficios. Por eso el rescate llevado a cabo por los Estados Unidos de esas macro-avariciosa empresas, que han puesto el sistema financiero mundial al borde de la bancarrota, es una especie de socialismo para ricos, un subsidio de desempleo para especuladores que no han sabido o no han querido defender su puesto de trabajo. Argumento que desde la patronal se ha utilizado por activa y por pasiva, para evitar que los desempleados cobren subsidios, porque con ellos solo se consigue fomentar a vagos y maleantes que no se conforman con ocupar los puestos y sueldos de miseria que se les ofrece.
De esta primera reflexión concluyo que el llamado libre mercado no es más que pura hipocresía y que en el fondo su filosofía se concreta en la privatización de la ganancias y la socialización de las pérdidas.
Mi cabeza dolorida, sigue ordenando interrogantes ¿por qué los mismos que no han tenido empacho en forzar a la administración americana, a salvar el desastre de empresas que han gestionado, se ofenden tanto cuando dirigentes como Evo Morales o Hugo Chávez deciden intervenir en otras empresas? ¿Por qué es inaceptable que estos gobiernos intenten garantizar que las materias primas que generan riqueza, reviertan sus plusvalías en sacar a la comunidad de la pobreza? ¿Por qué no es lícito que los estados se propongan seriamente acabar con el hambre, atacar con vacunas la enfermedad, mejorar la educación de la gente, y en definitiva, devolver al pueblo la dignidad que por justicia cósmica le corresponde?
Hay otra pregunta que se subraya en rojo ¿por qué si los tiburones de Wall Street no han tenido empacho en cargar sobre los estados sus pérdidas, han de ser los trabajadores y las trabajadoras del mundo quienes carguen con las todas las consecuencias de la crisis? Y nuevamente la respuesta llega del otro lado del charco: las clases trabajadoras no deben tener empacho en expropiar a los expropiadores, es decir, a las grandes corporaciones industriales y bancarias, que aun en tiempo de crisis, reparten cuantiosos beneficios entre sus accionistas.
Afortunadamente los y las congresistas demócratas están poniendo límites a la administración Bush: que se rebajen los recibos hipotecarios y que nos se paguen los contratos blindados de los ejecutivos.
Ya más serena pienso que estoy en el buen camino, que cuando escucho su grito en mi oído diciendo que debo suscribir un fondo de pensiones porque la Seguridad Social corre peligro, tengo que hacer oídos sordos, porque lo que si es verdad, es que ellos juegan con nuestro esfuerzo, que se materializa en escasos ahorros, poniéndolo en peligro, y para que el estado los salve a ellos y sus beneficios, prefiero que siga cuidando de la caja en la se guardan mis cotizaciones , y que serán la garantía de una vejez jubilosa.
Conclusión de esta crisis: reforcemos los estados, exijamos a los gobiernos que diseñen políticas de bienestar; no privaticemos los servicios públicos y obliguemos a todas las personas que defienden el libre mercado a cursar la denostada asignatura de Educación para la Ciudadanía.