martes, 9 de septiembre de 2008

Esto sí que es…







Esto sí que es…
10.9.07.
Los edificios que escoltan las calles por las que Cascamorras realizaría su carrera lucían elegantes trajes, unos de plástico negro o amarillo, y otros de malla verde o gris. Las fuentes se colgaron de la cintura enormes guardainfantes para marcar sus formas y establecer los límites, y mudas, señalaban los camiones de bomberos que estaban llamados a verter agua sobre quienes acompañaban al heredero de la causa de Juan Pedernal.
Hombres y mujeres de todas las edades, niños y niñas con dientes y sin ellos, participaban de la fiesta. Ellas con el cabello cubierto por los más curiosos tocados, desde la bandana multicolor al gorro de ducha, pasando por la recién cortada manga de la camiseta o la visera playera. Ellos, con menos pelo, lo llevaban al aire aunque los más cuidadosos se cubrían con gorros de cirujano.
En cuanto a los colores con los que la gente se pinta, siguen predominando la almagra y el azulete, aunque este año he visto pandas de un color negro muy parecido al que se usa en Baza, y me sorprendió ver al “Maestro del Arco Iris” con una botella llena de un tinte de ¿rosa fucsia?
Es evidente que son muchas las perspectivas desde las que se puede observar esta fiesta y su personaje protagonista, y hoy quiero proponerte la literaria, que sin dudas hará que el año que falta para reencontrarnos con Cascamorras discurra de forma entretenida.
Desde que Miguel de Cervantes, cuando trabajaba como recaudador de impuestos, disfrutara de la fiesta en 1594, hasta Carlos Asenjo, son varios los autores y autoras que se han sentido atraídas por su historia y su significado, incorporándolo a sus creaciones.
Cervantes lo inmortalizó en las aventuras de don Quijote: “...quiso la suerte que llegase uno de la compañía, que venía vestido de bojiganga, con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas; el cual moharracho, llegándose a don Quijote, comenzó a esgrimir el palo y a sacudir el suelo con las vejigas, y a dar grandes saltos, sonando los cascabeles…”.
Tarrago y Mateos, un tipo muy interesante en el que me detendré otro día, escribió el texto de una conferencia “La Piedad y el Cascamorras” que tenía como protagonista al que él llamaba Pedro Lagarto ya que, según este escritor, así se le conocía por el color de la indumentaria. Parte de los datos de esta conferencia se reflejaron en un artículo publicado en el periódico “El Porvenir de Guadix” de diciembre de 1883 que puedes consultar en la hemeroteca de “La Casa de los Tiros” de Granada.
En el año 1902 Cascamorras aparece en las páginas de la novela “Nieve y Cieno” de José Joaquín Domínguez Rodríguez, más conocido como El Magistral. La ciudad en la que se desarrolla la historia se llama Iberuela:“…entregan el estandarte al zarrapastroso arlequín, y el clérigo, con su manteo de alto cuello y el largo sombrero de canal, los cofrades, con la mejor ropa del arca, el tamborilero repiqueteando el parche, el polvorista disparando cohetes, y el derrengado Cascamorras con la multicolor bandera coronada de cintas, entran pausadamente en el pueblo, recogiendo aquí una blanca, allí una horrura, entretanto que llega la noche, y con ella la ceremonia de velar la bandera en la casa tradicional, que no es sino la del sencillo y adinerado don Juan Clímaco” Puedes conseguir este libro en la Biblioteca Municipal, solo tienes que pedírselo a Luis Muriel, y de paso charlar un rato con él y que te cuente cosas del Magistral, su novela y su herencia.
En el año 1995 Carlos Asenjo publicó “Judit y el Cascamorras”, que nos cuenta el proceso de la transición del franquismo a la democracia en la ciudad de Ítaca, en la que se celebra una arcaica tradición ¿adivinas cuál es? Puedes encontrar este libro en la Colección de Temas Accitanos que editaba el Ayuntamiento de Guadix, es el número 5.
Pero si te interesa acercarte a la fiesta desde el punto de vista de la antropología cultural, te recomiendo el texto de Salud Andrés y Ana Granados, editado en 1990 por la Universidad de Granada y los ayuntamientos de Guadix y Baza. En él se analizan paralelismos con otros personajes de la antigüedad clásica como los “pharmakoi”, víctimas expiatorias, que representaban los males de todo tipo que afectaban a la ciudad, que quedaba limpia de ellos mediante la expulsión de estas víctimas.
Lo cierto es que terminado el Cascamorras ha llovido y la ciudad luce limpia y fresca para comenzar con las tareas del otoño.