lunes, 21 de abril de 2008

Diario cómplice













Diario cómplice.
15-12-2004


Cada día de nuestra vida es un regalo que debemos disfrutar sin concesiones, pero algunas veces viene adornado con un precioso lazo, y eso fue lo que tuvimos quienes nos acercamos al patio del ayuntamiento de Guadix para escuchar a Luis García Montero.
Rafael Alberti decía de él que era frágil, abstraído, un velado surtidor silencioso, como esos que susurran ocultos en los jardines de su Granada. Y afirmaba que lo amaba por ser capaz del verso y la actitud en medio de una plaza, ante el admirable pueblo que lo entiende y aplaude y lo recibe como a una paloma mensajera de algo que está ansioso de oír.
La primera vez que escuché el nombre de Luis, fue en la casa de mi madre, me contó un desagradable incidente en el que ella y la madre del poeta, tuvieron que escuchar, a una insolente, echarles en cara que las dos tenían hijos rojos. Desde ese momento tuve un gran interés en conocer al chico con el que se me había asociado. Mi madre me regaló “Diario cómplice”, un libro que escribió García Montero en 1987. El primer poema empieza: “Yo sé que el tierno amor escoge sus ciudades, y cada pasión toma un domicilio, un modo diferente de andar por los pasillos o de apagar las luces…” Y el martes Luis me lo regaló. El no sabrá nunca el maravilloso bálsamo con que su poesía ha tratado mi corazón. Y supongo que al igual que a mí a otros cientos de lectores y lectoras que buscan refugio en el pensamiento libre.
Los dos poetas que participaban en el Aula Abentofail dedicaron la jornada a otro colega que en palabras de Antonio Enrique dimitió de la vida, a Javier Egea. Para ello Luis eligió los versos de “Homenaje” que ya había leído en nuestra ciudad en el año 1982 en un recital organizado por el que fue su profesor Antonio Díaz.
Después nos habló de la importancia de una formación clásica como la que proporciona conocer a Garcilaso y San Juan de la Cruz y nos leyó “Égloga” una historia de dos rascacielos, una camarera y sus amantes.
El aire del patio se llenó con los versos de “La inmortalidad”, “Primer día de vacaciones” y “Nochevieja”. Luis insistió en la idea de que con la poesía intenta llegar a su propia conciencia y a la de las personas que le leen, algo muy importante cuando se vive en un mundo en el que se pretende aniquilar la individualidad de pensamiento para uniformarlo todo. Es consciente de que sus poemas no pueden competir con dos minutos de un telediario bien manipulado, pero no está dispuesto a dejar de intentarlo.
Cuando Ángel Ortega le preguntó sobre su adscripción política, compartió con quienes estábamos allí, que su compromiso con la izquierda es fuerte y antiguo, que respalda a Llamazares porque es capaz de apoyar medidas emprendidas por el gobierno socialista como el regreso de las tropas de Irak, una ley contra la violencia de género, el matrimonio de personas del mismo sexo… de la misma manera que es capaz de manifestar la discrepancia como por ejemplo con la Constitución europea, que es poco social y que debería ser más progresista. Le da miedo la utilización de los intelectuales en política por dos cosas, primero porque se pueda hacer un mal uso de su imagen sin tener en cuenta sus aportaciones y por otro que se crean poseídos de la verdad absoluta y quieran imponer sus criterios.
Fernando me había contado que a principios de los años ochenta había visto a Luis paseando por Guadix con Rafael Alberti y yo aproveché la ocasión para que me lo confirmase. Nos dijo que fue en 1983 cuando regresaban de un viaje a Altea y pararon en nuestra ciudad porque el joven quería enseñarle al maestro una preciosa catedral, con lo cual confirmamos lo que creíamos era parte de una leyenda urbana.
Las últimas palabras que se escucharon antes de un largo, cálido e intenso aplauso fueron: “Cada tiempo de dudas necesita un paisaje”.
En el aula estaba Socram que me hizo la propuesta de otro regalo para este viernes. Se inaugura su exposición de pintura “Tetamorfosis” y aunque yo no podré estar por razones profesionales que me llevan a Madrid, si he conseguido que me prometa que me guiará por cada uno de sus cuadros. Estoy rodeada de “reyes majos” que obsequian constantemente mi corazón. Por eso cada día es una fiesta.