miércoles, 30 de abril de 2008

!!!MayDay, MayDay



!!!MayDay, MayDay!!!.

1 de mayo de 2007.

El primer día de mayo ha sido la fecha elegida para la movilización del “precariado” europeo. Para ello han organizado “MayDay”. He de aclarar que esta palabra identifica un código de emergencia utilizado internacionalmente como llamada de auxilio y que en este caso es además una fiestas-protesta.
El MayDaySur ha sido en Málaga, ha querido reinventar la celebración de un forma conflictiva, creativa y alegre, aprendiendo de la historia de las luchas sociales y sindicales, y adaptándolas a la actual situación del mundo capitalista del siglo XXI. En ella se han mezclado las experiencias del movimiento de resistencia global, de los movimientos ecologistas, de los migrantes, de los urbanos y de los contraculturales, para disponer de nuevas formas de sindicalismo social, y así, actualizar el conflicto de clase. Han salido a la calle exigiendo el derecho a tener derechos, portando con su alegría, una actitud desafiante, dispuesta al conflicto contra quienes solo aspiran a precarizar nuestras vidas, para maximizar sus beneficios y privilegios.
Hoy día el avance de la precariedad está socavando los escasos derechos sociales que(con sangre, sudor y lágrimas) se habían conseguido. El precio de la vivienda (en propiedad o en alquiler) la convierte en un lujo cuando debía ser un derecho, está haciendo populares a los “okupas” y frases como “si la vivienda es un lujo, la ocupación es una obligación”. La temporalidad en el trabajo impide desarrollar un proyecto vital de futuro, igual que la indefensión ante condiciones de contratación, porque si tú no quieres una mierda de empleo siempre hay alguien, que con más necesidad, se lo queda. La siniestralidad (consecuencia de las anteriores condiciones de trabajo) pone de relieve las víctimas reales de la precariedad. El precio de la vida sigue subiendo (como el mercurio de los termómetros en verano); los salarios están congelados (como los cubitos de hielo de las gasolineras) y esto nos obliga a hacer equilibrismos para llegar a fin de mes. Pero además se fomenta la crisis de las redes de solidaridad ciudadana, que históricamente han proporcionado cuidados a quienes se encontraban en situaciones de vulnerabilidad.
Pero la precariedad tiene otras caras: se mantiene de mil formas la discriminación de las mujeres, la indefensión de las personas inmigrantes, la cultura basura, la comida basura y la basura en sí, que contamina nuestro planeta.
En la mayoría de las personas jóvenes, que conforman inmensas franjas de población, esta situación provoca angustia frente a un presente inestable y un futuro incierto. Simultáneamente crecen los beneficios millonarios de los empresarios y los grandes especuladores. Los medios de comunicación, las instituciones y el gobierno parecen ajenas al problema, mientras las desigualdades aumentan provocando una dualización progresiva de la sociedad.
A pesar de que los derechos sociales no deben ser moneda de cambio, y aunque quieran convencernos de que la economía es un autómata, una ciencia exacta, cuyo funcionamiento es incuestionable, debemos luchar para ponerla al servicio de las personas. En estos tiempos, en los que el neoliberalismo declara el fin de la historia, se cuestiona incluso el incipiente Estado del Bienestar. El poder nos dice que Europa ya no puede permitírselo, y debemos responder que no podemos permitir grandes fortunas en manos de unos pocos que se dedican a gestionan la precariedad de nuestras vidas. Corremos el riesgo de dejarnos apresar por los discursos y tecnologías del miedo y de la inseguridad que el poder despliega como dispositivos de control y de sumisión; o bien, y ésta es la apuesta, concebir nuevos cuerpos, individuales y colectivos, dispuestos a edificar las estructuras organizativas de una nueva lógica del cuidado que, frente a las prioridades del beneficio, ponga en el centro las necesidades y deseos de las personas, la recuperación del tiempo de vida y de todas sus potencialidades creativas.
A pesar del pesimismo que puede embargarnos, siempre hay una puerta a la esperanza, y me emociono al escuchar el discurso de una joven manifestante: Nosotras las invisibles, creadoras y trabajadoras atípicas, nativas o migrantes, precarias, estudiantes en formación perpetua, licenciadas sin futuro, no garantizadas, afectadas por el modelo de desarrollo insostenible, cada vez más hartas de aguantar sobreviviendo en la cuerda floja y de la dictadura del cemento, lanzamos un grito colectivo para decir basta; ¡Mayday, Mayday!. Junto a los y las precarias del mundo nos rebelamos en busca de un nuevo protagonismo social y nuevos derechos sociales y laborales para todas.
Sinceramente creo que puede resultar muy interesante aproximarse a estas propuestas juveniles de “conocer, crear y desobedecer junt@s y revuelt@s”.